BIOTECNOLOGÍA        

(20 de junio de 2003)

Biotecnología en la Universidad

La casa de los antígenos

ORFILIO PELÁEZ

Temidas por su probada capacidad para atacar y enfermar poblaciones completas, las microscópicas bacterias encuentran en los antígenos una barrera muy difícil de franquear en sus insanos propósitos de generar peligrosas epidemias.

Los jóvenes son mayoría en el grupo de investigadores que desarrolló la vacuna cubana contra Haemophilus influenzae tipo B.

Quizás por esa razón, muchos científicos gusten de calificar a los antígenos de verdaderos detectives del sistema inmunológico al tener la crucial misión de reconocer, dentro del cuerpo humano, la presencia de cualquier "intruso".

Una vez identificado el tipo de agente patógeno, dichas moléculas envían el resultado de su pesquisa a las defensas del organismo y casi de inmediato, estas calzan sus armaduras para luchar sin cuartel contra el indeseado visitante.

Conocer cómo ocurre todo este fenómeno de manera natural es clave a la hora de pensar en sintetizar o construir de manera artificial tales sustancias, con la finalidad de desarrollar candidatos vacunales y medios de diagnóstico.

Tales objetivos animan desde hace casi veinte años el quehacer investigativo del Centro de Estudio de Antígenos Sintéticos, adscrito a la Facultad de Química de la Universidad de La Habana.

Para el doctor Vicente Verez Becomo, fundador y actual director de la entidad, trabajar por convertir los oligosacáridos (carbohidratos) en vacunas fue siempre un sueño de su época de estudiante, que afortunadamente pudo hacer realidad.

De ahí que recuerde con agrado aquel día de 1983, cuando apenas llegado de la antigua Unión Soviética, donde se graduó de ingeniero químico, recibió la misión de laborar en el entonces recién creado Laboratorio de Antígenos Sintéticos (LAGS).

El comienzo fue bien difícil. Apenas tenían espacio para montar los instrumentos en el pequeño local, hasta que una noche y después de múltiples e infructuosas gestiones por ampliarlo, él a mandarria limpia derribó casi completa la famosa pared de la discordia y las cosas comenzaron a cambiar.

La pequeña tropa del LAGS demostró muy pronto la posibilidad real de que un centro universitario hiciera ciencia de primer nivel en función de resolver los problemas del país.

Según cuenta Verez, en 1986 se logró sintetizar allí el antígeno de la lepra, resultado que permitió crear el kits diagnóstico de esa enfermedad, utilizado hoy por el Centro de Inmunoensayo en su sistema Elisa.

Pero el mayor desafío al talento de los investigadores y técnicos, asegura, fue asumir en 1989 el proyecto para obtener una vacuna conjugada contra el Haemophilus influenzae tipo B (Hib), bacteria asociada a un alto número de enfermedades infecciosas en niños menores de cinco años, entre ellas meningitis, varios tipos de neumonía, otras del tracto respiratorio y sepsis.

Lo complejo de tamaña empresa estaba en que se trataba de producir y desarrollar por primera vez en el mundo una vacuna del Hib por vía sintética, es decir sin manipular el microorganismo vivo y creando de manera artificial el antígeno.

CRUZADA POR LA VIDA

Tras casi catorce años de desandar por el complicado mundo de las bacterias y moléculas, los especialistas del Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos (adoptó ese nombre en el 2001), con la valiosa colaboración en una primera etapa del Instituto Finlay y posteriormente del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, lograron una vacuna totalmente cubana por su soporte tecnológico, muy original, eficiente y competitiva, contra el Haemophilus influenzae tipo B.

El doctor Vicente Verez afirmó a Granma que este producto es el primero de los grandes resultados de la biotecnología cubana salido de un centro universitario del país, y debe incorporarse al programa nacional de inmunización en el segundo semestre del presente año 2003.

Para tener una idea más clara del impacto social y económico de la vacuna, baste decir que según fuentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año muere en el mundo subdesarrollado medio millón de niños por enfermedades provocadas por el Haemophilus tipo B, mientras otras decenas de miles que la sobreviven quedan con sordera, retraso mental y otras secuelas.

Y si bien existen en el mercado internacional vacunas no sintéticas creadas por algunas grandes transnacionales, estas se comercializan a precios inalcanzables para la mayoría de las naciones del orbe.

De acuerdo con los ensayos clínicos hechos en el país, la efectividad de la vacuna cubana es superior al 99% en niños menores de dos años, por lo que su eventual aplicación a escala masiva podría reducir al mínimo la incidencia de meningitis y neumonías asociadas al Hib.

Entonces, los 35 trabajadores que hoy integran las filas del Centro de Estudios de Antígenos Sintéticos, cuya edad promedio no rebasa los 30 años, tienen sobrados motivos para seguir por el camino de la excelencia científica.

Mientras unos hablan del primer millón de dosis producido, otros ya asumen nuevos proyectos relacionados con la bacteria del neumococo y el desarrollo de vacunas terapéuticas contra el cáncer, en estrecha cooperación con otras instituciones. Virar al derecho y al revés los antígenos, es hoy práctica cotidiana.

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