(15 de
febrero de 2014)
Legado ancestral en
apuros La
acción de la naturaleza y el hombre están deteriorando un sitio que
fue declarado Monumento Nacional en 1981
Orfilio Peláez
Estudios realizados en diferentes etapas históricas sugieren que
nuestros aborígenes vieron en las cuevas un recinto ideal para
protegerse de las tormentas, huracanes y otros eventos naturales,
además de utilizarlas en el enterramiento de sus muertos y
celebración de rituales.

El arqueólogo Jorge Garcell Domínguez, junto a un conjunto de
pictografías dañadas por el efecto de la proliferación de hongos y
algas sobre ellas.
Más cercano en el tiempo, los cimarrones encontraron en ellas
refugio seguro frente a la persecución de los rancheadores
contratados por los dueños de esclavos, mientras en el caso
particular de nuestros mambises estos supieron sacarles mucho
provecho en sus luchas por la independencia contra el colonialismo
español.
Pero al margen de servir a los propósitos mencionados, las
culturas originarias del archipiélago cubano también sintieron la
necesidad de reflejar dentro de las grutas el entorno que les
rodeaba.
Así plasmaron en su interior pinturas y tallas en piedra donde
representaban objetos, figuras de animales y hasta las ceremonias
religiosas que practicaban, no pocas de las cuales lograron
conservarse hasta nuestros días.
Lo anterior constituye una fuente de sumo valor para intentar
comprender la vida de nuestros antepasados, sus costumbres y
creencias, y forma parte del denominado arte rupestre.
CAPILLA SIXTINA CUBANA
La llamada Cueva Número Uno, de Punta del Este, en el extremo
suroriental del municipio especial Isla de la Juventud, constituye
uno de los sitios del país con mayor riqueza y variedad de esa
expresión cultural.
Baste decir que atesora más de 200 pictografías y conjuntos
pictóricos, entre los cuales sobresalen llamativos círculos
concéntricos de color rojo y negro localizados en las paredes y el
techo de la gruta.

Se hace imprescindible
evitar el trasiego de vehículos por las inmediaciones de la entrada
de la Cueva Número Uno, así como la entrada de personas no
autorizadas. fotos: Jorge Garcell
Según la bibliografía consultada, el primer reporte sobre la
existencia de tales pinturas lo hizo el geógrafo francés Charles
Berchon en su libro A través de Cuba, publicado en 1904,
donde narra las impresiones de un marinero que tras naufragar cerca
de la zona encontró una cueva "con bóveda agujereada en chimenea y
paredes adornadas de dibujos indios".
El asunto vino a cobrar notoriedad en 1922, cuando el sabio
cubano Don Fernando Ortiz redescubre el lugar y en memorable misiva
informa del hallazgo en Punta del Este de un templo colombino, al
que por su extraordinaria belleza e ingeniosidad de sus pictografías
no vacila en calificar como La Capilla Sixtina de Cuba, un verdadero
palacio natural de nuestra prehistoria (la volvió a visitar en
1929).
Una posterior expedición hecha por los profesores de la
Universidad de La Habana René Herrera Fritot, Luis Howel Rivero,
Pedro J. Bermúdez y Fernando Royo, describió un total de 102
dibujos, que incluían círculos concéntricos, una flecha triangular,
caras zoomorfas, una serpiente enroscada, una cruz, representaciones
fálicas y raras figuras semejantes a jeroglíficos.
Por cierto, todavía el tema de la autoría genera opiniones
contrarias, pues mientras algunos investigadores coinciden con
Herrera Fritot en atribuírselos a los taínos, otros plantean que
fueron elaborados quizás por pobladores pertenecientes a una cultura
superior, procedentes del continente americano.
Bajo la guía del notable geógrafo cubano Antonio Núñez Jiménez,
la mayoría de las pictografías de la Cueva Número Uno fueron
limpiadas y restauradas en la década de los 60 del pasado siglo,
elevándose a 213 el número total de las reportadas.
Al constituir un valioso testimonio gráfico de las culturas
ancestrales de Cuba, el 18 de enero de 1981 fue declarada Monumento
Nacional, y se restringió la entrada de personas para propiciar la
protección de tan preciado legado aborigen.
MARCADO DETERIORO
Como pudo comprobar hace unos meses un equipo de especialistas de
la Vicepresidencia de Monumentos del Consejo Nacional de Patrimonio
Cultural (CNPC), perteneciente al Ministerio de Cultura, de la
dirección de Patrimonio en el territorio pinero, y del Ministerio de
Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, las pinturas rupestres
muestran notables afectaciones provocadas por el crecimiento de
hongos y algas sobre los pigmentos de los dibujos y parte de la
cueva, y la presencia de personas irresponsables que alteran las
condiciones naturales del lugar.
Incluso hay nombres y letreros escritos encima de los círculos
concéntricos, mientras pueden apreciarse huellas de disparos de
armas de fuego contra estos, hollín dejado por el encendido de
antorchas, en tanto la reja que antes protegía la entrada de la
cueva ya no existe.
El Máster en Ciencias y arqueólogo Jorge F. Garcell Domínguez,
del CNPC y participante en la citada expedición, indicó a Granma
que el panorama es preocupante porque la proliferación del moho
de color verde asociado a los organismos biológicos citados
anteriormente, pone en peligro la conservación de las pictografías.
Dado el notable deterioro que presentan, el grupo técnico de
trabajo se pronunció por establecer un plan de protección y manejo
de esa zona de arte rupestre del sur de la Isla de la Juventud, que
incluiría recuperar la cobertura vegetal de la entrada y los
laterales de la cueva, mediante la siembra de especies autóctonas y
adaptadas al tipo de suelo, para minimizar en lo posible la entrada
de la luz solar y evitar la fotosíntesis de las algas y hongos
existentes.
También incluiría limitar el acceso de vehículos e individuos no
autorizados, que pudieran desarrollar actividades capaces de
provocar daños apreciables al entorno natural, como puede ser el
dejar restos de alimentos y demás tipos de basura, pintar graffitis,
raspar los dibujos o mantener iluminación artificial por periodos
prolongados.
La llamada Capilla Sixtina cubana merece ser salvada para bien de
la cultura nacional. |