(5 de
octubre de 2013)
Instituto de
Geofísica y Astronomía
Actividad solar en el
colimador
ORFILIO PELÁEZ
Más allá de aportarnos luz y calor, el Sol emite en determinados
ciclos un flujo de partículas cargadas de alta energía,
principalmente electrones y protones, que siguiendo las líneas del
campo magnético interplanetario, se propagan en forma de viento
solar a través del espacio interplanetario y pueden llegar a la
Tierra en un intervalo de dos a tres días.
Desde
la estación EFM-100 es posible observar la evolución de la actividad
eléctrica atmosférica, incluida la presencia de rayos hasta
distancias de decenas de kilómetros.
Lo anterior forma parte de las llamadas tormentas geomagnéticas,
las cuales en dependencia de su magnitud suelen provocar
interrupciones de las comunicaciones, el fluido eléctrico, y de los
sistemas de navegación satelitales, entre otros daños.
Según refieren diversas fuentes, los momentos de mayor actividad
solar registrados datan de la segunda mitad del siglo XIX, en
particular en 1859, cuando un evento de ese tipo de gran intensidad
ocasionó las más brillantes auroras boreales de la historia.
Reportes de la época refieren que en algunas zonas del norte de
Europa se podía leer en plena noche bajo el resplandor de la fuerte
luz reinante de tonalidad rojiza y verdosa.
El
ingeniero Pablo Sierra con algunos componentes de la moderna
estación Shumann en fase de montaje. Las antenas del fondo son de un
radiotelescopio para la observación del Sol.
Durante la pasada centuria también ocurrieron tormentas
geomagnéticas significativas, como la reportada en 1972 que provocó
el colapso de las comunicaciones telefónicas a larga distancia en el
estado norteamericano de Illinois, y la de 1989, que dejó sin
electricidad a millones de personas en Canadá.
Vale apuntar que los ciclos de actividad solar tienen una
duración aproximada de once años, y el actual comenzó en el 2009 y
debe prolongarse hasta el 2020. Hasta el momento es uno de los menos
activos de los últimos cien años, dado el bajo número de manchas
importantes detectadas.
INVESTIGACIONES Y SERVICIOS
Creado con su actual nombre en 1974, el Instituto de Geofísica y
Astronomía (IGA), perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente, presta especial atención al estudio de la
influencia de la actividad solar y geomagnética sobre el hombre y
diversos sectores de la vida nacional.
Uno de los trabajos más llamativos realizados en esa dirección
fue el proyecto científico ejecutado entre los años 1992 y 2000,
para evaluar la frecuencia de morbilidad por infarto agudo del
miocardio y su probable vínculo con las mencionadas tormentas.
Sensor
para el monitoreo de la actividad eléctrica atmosférica instalado en
el Instituto de Geofísica y Astronomía
El ingeniero Pablo Sierra Figueredo, especialista del IGA,
manifestó a Granma que en coordinación con el Ministerio de
Salud Pública, se analizó una muestra de más de cinco mil pacientes
de ambos sexos y de diferentes edades, atendidos en cinco hospitales
de la capital. Para cada caso el diagnóstico fue plenamente
confirmado.
Tales datos fueron comparados con los reportes de tormentas
geomagnéticas ocurridas a lo largo de esos nueve años y los llamados
días pico, es decir cuando tuvieron lugar las mayores fluctuaciones
del campo magnético.
Las conclusiones, aseveró, indicaron que la morbilidad resultó
más alta 24 horas después de producirse el fenómeno descrito en el
grupo de personas mayores de 65 años.
Recientemente, los especialistas del IGA concluyeron la primera
versión de un estudio similar aplicado en la provincia de Guantánamo
del 2001 al 2010, específicamente en el hospital Agostinho Neto,
cuyos resultados son similares a los obtenidos en La Habana.
Como opina el ingeniero Sierra, tal comportamiento obedecería a
que el flujo de partículas de alta energía emitidas por el Astro Rey
influye en algún mecanismo del organismo humano vinculado a la
probable ocurrencia del infarto cardíaco y eso favorecía el
desencadenamiento de esos ataques en las personas propensas a
tenerlos, pero todavía la ciencia no tiene la última palabra al
respecto.
Siguiendo con esa línea de trabajo, en la actualidad se labora en
el montaje y puesta en marcha en la sede del IGA de una moderna
estación de registro de resonancia Schumann, un tipo de onda
electromagnética que según el criterio de muchos científicos,
influye en los procesos biológicos en general.
La entrada en funcionamiento de la instalación, fruto de un
convenio de colaboración con el Instituto de Geofísica de la
Universidad Nacional Autónoma de México, ayudará en las
investigaciones acerca de la probable influencia de la actividad
solar en la aparición y desarrollo de enfermedades neurológicas,
además de contribuir a los estudios sobre cambios climáticos
globales, y sismos.
Otra arista del quehacer de la entidad ubicada en el capitalino
municipio de La Lisa, es el monitoreo de la ionosfera, capa de la
atmósfera por encima de los 50 kilómetros de altura, que contiene
gran cantidad de iones y electrones libres.
María Elena Muñiz, especialista del departamento de Geofísica
Espacial, explicó que para ello disponen de una estación de sondeo
con mediciones cada una hora, de sumo valor para elaborar
pronósticos del estado de la ionosfera y de la actividad
geomagnética, a corto, mediano y largo plazo.
Esto permite determinar cuál es la frecuencia de transmisión de
señales de radio por onda corta más recomendada ante una eventual
tormenta solar que dañe las comunicaciones satelitales.
La entidad también brinda y potencia otros servicios científicos
técnicos de alta demanda, entre los cuales figuran los sistemas de
protección contra tormentas eléctricas en edificaciones y zonas
abiertas, que incluyen la colocación de diversos tipos de
pararrayos.
Asimismo, cuenta con una estación (EFM-100) destinada a la
detección temprana de la cercanía de tales fenómenos atmosféricos y
del riesgo de ocurrencia de descargas eléctricas, de suma utilidad
para salvaguardar la vida humana y prevenir potenciales daños a los
equipos e instalaciones.
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