Medio milenio después, la región más occidental del archipiélago
cubano no solo conserva su nombre aborigen, sino que también
preserva casi en su estado natural los bosques, paisajes, y la
valiosa flora y fauna que para orgullo nacional se atesora allí.
Desde el año 1987 la Península de Guanahacabibes ostenta la
categoría de Reserva de la Biosfera, otorgada por la UNESCO, gracias
a la riqueza de su biodiversidad y apreciados ecosistemas.
En
la Península habita la iguana, especie protegida.
En esa apartada región donde apenas habita el hombre, hay 172
especies de aves, 11 de las cuales son endémicas y 84 migratorias.
Asimismo, conviven venados, jutías, iguanas, y algunas de las más
importantes especies de tortugas marinas.
Ese tesoro, concentrado en el pinareño municipio de Sandino, se
conserva natural gracias al esfuerzo de hombres y mujeres dedicados
a su protección. Tal es el caso de los miembros del Cuerpo de
Guardabosques, cuyo trabajo contribuye a mantener ese Parque
Nacional entre las grandes reservas naturales de la nación.
Leonardo Castro Cordero lidera a estos abnegados trabajadores,
por eso nadie mejor que él para resumir lo difícil de esa labor
donde se recorren hasta 24 kilómetros diarios para cuidar la fauna
silvestre y las numerosas hectáreas de bosques naturales que pueblan
el lugar.
"Acá se pueden encontrar más de 500 plantas superiores, 14 de
ellas endémicas". Algunos malhechores intentan lucrar para beneficio
personal con algunos de esos árboles de gran valor económico como el
cedro, la baría, la caoba y el ébano; y para impedirlo empleamos
múltiples medios de vigilancia, protección y enfrentamiento. "La
conservación de la biodiversidad del país constituye una de nuestras
principales misiones".
Aquí no solo promovemos la protección de la vegetación contra
incendios —como algunos creen— también nos consagramos al cuidado de
las plantas, animales y ecosistemas de la región, añade Lázaro
Izquierdo Camejo, uno de los guardabosques de este Parque Nacional,
quien explica cómo una de sus misiones diarias consiste en velar por
el cuidado de las cavernas y cenotes de la Península.
Algunos de esos sitios, como la Cueva de Funche, alberga restos
aborígenes, mientras en otros existen los llamados peces ciegos del
género Lucífuga, los cuales se derivan de ancestros marinos y
habitan las aguas sub-terráneas del lugar.
Según explicó Izquierdo Camejo, los guardabosques también se
enfocan en la lucha contra la caza furtiva "que algunos despiadados
intentan llevar a cabo con animales protegidos como las jutías,
perros jíbaros, venados, y cotorras, los cuales son azotados de
manera especial en estos meses".
Los guardabosques también contribuyen al desove de la tortuga
marina, en coordinación con estudiantes de la Facultad de Biología
de la Universidad de La Habana, junto a quienes desarrollan cada año
y en temporada, múltiples acciones conjuntas para promover y
garantizar la continuidad de esa especie.
Otra de las labores es la protección de las más de 120 lagunas
ubicadas entre las ensenadas de Guadiana y Cortés, y los lagos El
Pesquero, Algodonal y Alcatraz Grande, así como otros de menor
tamaño.
La Península cuenta con cerca de 20 playas, que ocupan unos 15
kilómetros alrededor de la costa, a las cuales también protegemos de
manera conjunta con los miembros de las Tropas Guardafronteras,
aseveró el guardabosques Reynaldo Lachert Favelo.
Los bosques, playas, y animales que habitan la región se
conservan gracias al trabajo del hombre que los protege; a pesar de
que otros de su misma especie, pero diferente casta moral, se
atreven a profanar sus espacios y lucrar de manera despiadada con
ellos.
Y es que la tala de especies vegetales protegidas y la caza
furtiva de animales en peligro aún es una práctica de malhechores
que llegan hasta la región más occidental de la Isla en amenaza
directa a la biodiversidad medioambiental. Para cerrarles el paso
están los miembros del Cuerpo de Guardabosques, encargados de legar
ese tesoro a las futuras generaciones, tal y como lo disfrutamos
hoy; en su mejor estado: natural.