O. FONTICOBA GENER y CAMILA ACOSTA RODRÍGUEZ
No
es necesario esperar por los datos de la Oficina Nacional de
Estadísticas e Información, los hechos son inobjetables: por cada
aviso de "no pise el césped", cientos de personas interpretan lo
contrario. ¿Qué importa un pedazo verde menos?, pensarán.
Y es que el patrimonio forestal constituye un
recurso estratégico para el desarrollo de cualquier nación, no solo
por los bienes materiales que pueda aportar a la economía o a la
sociedad, sino también por su contribución al equilibrio y
sostenibilidad ambientales, producto de su protección y adecuado
manejo.
La incorrecta o insuficiente gestión a favor de los
bosques, así como la irresponsabilidad medioambiental, producen un
impacto negativo en el entorno, palpable a corto y mediano plazos,
pero aún más significativo con el paso de largos periodos de tiempo.
De ahí que el Estado considere el incremento de la
superficie arbórea como un proceso vital para el progreso de la
Isla. Tal como se enuncia en los Lineamientos aprobados durante el
Sexto Congreso del Partido, específicamente los números 196 y 204,
el desarrollo de un programa integral de mantenimiento, conservación
y fomento de las plantaciones forestales, así como la actualización
y ejecución de programas dirigidos a la preservación y
rehabilitación de los recursos naturales que se utilizan, entre los
que figuran los bosques, devienen objetivos fundamentales para el
perfeccionamiento nacional.
LOS BENEFICIOS DE UN "PLANETA VERDE"
Actualmente Cuba posee el 26,7 % de su superficie
terrestre cubierta de bosques, cifra que prevé ampliarse para el
2015 hasta el 29,3 %.
El proyecto, según estimados de la Dirección
Forestal del Ministerio de la Agricultura (MINAG) al cierre del
2010, significa repoblar más de 270 mil hectáreas con diversas
finalidades, ya sea para la creación de bosques productores, bosques
de protección o bosques de conservación.
En el primero de los casos, se trata de bosques
destinados a satisfacer la demanda de madera y sus derivados para la
economía nacional —producción de madera de bolo; obtención de madera
rolliza para su uso directo (agricultura y construcciones rústicas),
energético (leña para combustible, específicamente para los
centrales azucareros, producción de carbón, sobre todo para la
exportación), entre otros—.
Los bosques de protección, por su parte, son creados
para la conservación de los recursos renovables existentes, como las
aguas y los suelos, las cuencas hidrográficas, los litorales y las
zonas costeras; y los de conservación, para la preservación de la
biodiversidad.
De acuerdo con el Doctor en Ciencias Pedro Pablo
Henry Torriente, director adjunto del Instituto de Investigaciones
Agro-Forestales (INAF), "cuando se reforesta y se crea un bosque, se
ayuda a la respiración del planeta pues mediante el proceso de
fotosíntesis los árboles absorben dióxido de carbono y liberan
oxígeno, imprescindible para la vida".
Además, señaló, se protege el suelo contra la
erosión, no solo la hídrica, sino también la eólica. En el caso de
las zonas costeras, por ejemplo, la reforestación contribuye a
paliar los efectos del cambio climático pues constituyen la única
barrera terrestre natural que retarda los efectos del aumento del
nivel medio del mar y de la intrusión salina en los acuíferos
subterráneos.
REFORESTACIÓN, ALTERNATIVAS Y CONDICIONES
ACTUALES
De acuerdo con la ingeniera Isabel Russo Milhet,
directora forestal del MINAG, el Programa de esa entidad para el año
en curso posee entre sus prioridades no solo la conservación de los
bosques, sino también de su biodiversidad y de los ecosistemas.
Con este propósito, señaló, se adoptó como medida
disminuir el aprovechamiento en las zonas costeras, frágiles y
montañosas y potenciar, en cambio, los bosques de protección y
conservación.
Para mitigar los efectos de esa medida y posibilitar
una solución para la demanda de recursos madereros en el país —mayor
que los volúmenes que ofrecen los bosques—, desde el 2011 se
practica en Cuba, además de la reforestación tradicional, la
silvicultura con manejo intensivo conocida también como lignicultura,
según indicó el director adjunto del INAF.
Mediante el empleo de esa técnica, significó Henry
Torriente, se pretende obtener mayores volúmenes de madera en una
superficie mínima, constituyendo la única vía para el logro de este
propósito el desarrollo de una silvicultura idónea que debe estar
fundada en los principios del manejo forestal sostenible y la
demanda de la economía nacional.
"Para los próximos años se prevé plantar con este
objetivo más de 200 mil hectáreas que están definidas en los
diferentes polos productivos del país. El propósito no es solo
obtener mayores volúmenes a mediano plazo, sino también lograr un
producto maderable superior en calidad.
"Las especies utilizadas para el manejo intensivo
deben cumplir diferentes requisitos entre los que se encuentran:
empleo de semillas genéticamente mejoradas, así como especies de
crecimiento rápido que respondan satisfactoriamente a la calidad de
los sitios seleccionados para establecer las plantaciones, además de
proporcionar madera con características físico-mecánicas y
tecnológicas acorde a los usos previstos."
Hasta el momento, las especies seleccionadas en una
primera etapa son el pino macho, el eucalipto, la majagua, la baría,
la teca y la acacia.
DE CARA AL FUTURO
El adecuado manejo de los recursos forestales, así
como la repoblación de la superficie de la Isla, resultan
indispensables para el desarrollo armónico y sostenible de todos los
sectores del desenvolvimiento nacional.
De ahí que el Programa de la Dirección forestal del
MINAG promueva para el año en curso la integración
interdisciplinaria, el predominio de las buenas prácticas en cuanto
al manejo de los bosques y la disciplina tecnológica a favor de
lograr un óptimo tratamiento del patrimonio forestal cubano.
A ello se une, según anunció la directora forestal,
la inclusión por vez primera de estudios de factibilidad para la
concepción del Programa, con el objetivo de conocer la viabilidad de
los proyectos a realizar en esta esfera.
No se trata de acometer la reforestación en términos
de cantidad de superficie cubierta, como una meta o campaña a corto
plazo (como las movilizaciones de siembra de posturas que luego nos
llenan de resultados triunfalistas en cuanto a reforestación, pese a
que nadie se preocupa por conocer cuántos árboles efectivamente
prendieron raíces); sino como un proceso integrado donde la
responsabilidad, la cooperación institucional y el estudio de las
condiciones medioambientales actúen a favor de su adecuado manejo.
Proteger y preservar los bosques, constituye una
garantía para las futuras generaciones. El bosque es vida y en
nuestras manos está salvaguardarlo.