Con más de 200 millones de años de evolución sobre el planeta,
los mamíferos son vertebrados que habitan en las más disímiles zonas
geográficas, incluyendo desiertos, océanos, y las regiones polares.
En ellos hay especies voladoras, otras habitan en el mar, y
algunas pasan casi toda su vida bajo tierra. Llama la atención,
además, los contrastes entre los tamaños que pueden alcanzar, desde
murciélagos sumamente pequeños, hasta la gran ballena azul, cuya
longitud llega a rebasar los treinta metros.
Uno de los rasgos más característicos de estos animales es la
presencia de glándulas mamarias que producen leche para alimentar a
las crías.
Las investigaciones desarrolladas por diferentes instituciones
nacionales permiten plantear que ya en el Mioceno inferior (hace
aproximadamente 25 millones de años) existían en Cuba roedores,
perezosos y primates.
En la actualidad estos dos últimos grupos no tienen
representantes vivientes en nuestro país y solo pueden conocerse a
través del registro fósil.
Hoy los mamíferos de la mayor de las Antillas enfrentan las
amenazas derivadas de la pérdida y fragmentación de su hábitat
natural por diversas causas, y de la introducción deliberada o
accidental de especies invasoras, factor que históricamente ha sido
responsable en gran medida de no pocas extinciones de la fauna
autóctona, y en otros casos de la significativa reducción de sus
poblaciones.
Para el doctor en Ciencias Biológicas Rafael Borroto Páez, del
Instituto de Ecología y Sistemática del Ministerio de Ciencia,
Tecnología y Medio Ambiente, el complejo panorama creado por la
presencia de mamíferos "intrusos" demanda aumentar el rigor de las
investigaciones que conduzcan a la adopción de programas más
efectivos de control y manejo, sobre todo en aquellos lugares donde
hay ejemplares endémicos en peligro de extinción.
En nuestro archipiélago, precisó, el número de mamíferos
invasores ronda la cifra de 30 y las especies más dañinas y
abundantes son la rata negra, el ratón casero o guayabito, la rata
parda, los gatos, perros y puercos jíbaros, y la mangosta.
Respecto a la rata negra, Borroto explicó que al parecer llegó a
Cuba durante las primeras expediciones de los colonizadores
españoles y hoy se encuentra en prácticamente todo el territorio
nacional, y en la mayoría de las áreas protegidas.
Según plantea el investigador, está considerada una de las
principales plagas que afectan el cultivo de la caña de azúcar, el
cacao (en la parte oriental del país las pérdidas han significado en
ocasiones cerca del 50 % de la cosecha), café y coco.
También ocasionan daños a los frijoles, tomate, piña, maíz y casi
todos los frutales, mientras son depredadores de moluscos endémicos
cubanos y en peligro de extinción como las polimitas, y contribuyen
a la desaparición o declinación de poblaciones de aves marinas y
terrestres.
Estudios recientes la vinculan con la pérdida de la jutía de la
tierra (Mesocapromys sanfelipensis), endémica de los cayos de
San Felipe, al sur de Pinar del Río.
Otras especies de aves muy raras de ver, como la gallinuela de
Santo Tomás, y la Ferminia, endémicas locales de la Ciénaga de
Zapata, pudieran estar acechadas por la rata negra y otros mamíferos
invasores, en particular sus nidos y pichones, subrayó.
Conocida erróneamente en Cuba con el nombre de hurón, la mangosta
fue introducida en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX, y
en los últimos años se aprecia un incremento en su frecuencia de
observación en la región oriental, como sucede en zonas montañosas
del Parque Nacional Alejandro de Humboldt. Es uno de los posibles
factores que influyen en la extinción de la fauna nativa.
Si bien existe en el presente una mayor conciencia de la real
dimensión del problema creado por los mamíferos invasores,
lamentablemente las acciones para mitigar sus impactos son
insuficientes y ello deviene en una suerte de espada de Damocles que
amenaza la supervivencia futura de valiosos ejemplares de la
diversidad biológica cubana, subrayó Borroto.