AMBIENTE             

(17 de abril de 2008)

El parque ¿de los sueños?

ORTELIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Quienes hace poco más de un lustro vieron la multimedia de lo que sería el parque recreativo El Bagá, en el noroeste de Cayo Coco, Ciego de Ávila, hoy regresarían entusiasmados ante aquella belleza proyectada.

Jorge Mario asegura que hubo mucha despreocupación por parte de “todos los factores”.

"Es un parque natural temático, donde se puede observar un entorno bien conservado, y la representación de las más importantes etapas de la formación de la identidad nacional cubana", decía el locutor al compás de las imágenes que aparecían en la pantalla.

"Estará integrado por más de 30 objetos de obra, entre los que sobresalen la aldea aborigen, criaderos de cocodrilos, iguanas, quelonios, flamencos, bosques de los lagartos, centro de cultura tradicional, gruta de los murciélagos, reloj de sol, y el llamado Punto Bucanero, que fungirá como museo de la piratería, en un galeón español de tamaño natural que simulará estar semihundido", revelaba la multimedia.

 LA OBRA INCONCLUSA

Miro con los ojos de aquella primera vez y no veo el bosque de los lagartos, la gruta de los murciélagos, el reloj de sol, el Punto Bucanero y el delfinario, objetos de obra incluidos en la inversión y jamás iniciados. Entonces medito sobre cuánta oportunidad se ha perdido de realizar una efectiva educación medioambiental entre la población, y sobre todo en favor de niños y adolescentes.

Desde esta torre, cerrada hace tiempo, pudiera contemplarse el vuelo de más de 30 especies de aves.

El Centro de Convención es un monumento a la indolencia y clama por una reparación urgente. Más allá, en la zona cercana a la costa, da la bienvenida lo que fue el flamante restaurante La Roca, cuyo esqueleto pugna por no dejarse ahogar por la vegetación que lo asedia.

A la vera de la playa, el local denominado Área de Baño y Taquillas está casi demolido, al igual que gran parte de las pasarelas de la Aldea Taína, sometida a una lenta reparación. El sendero por la Ruta de El Bagá permanece cerrado desde hace tiempo.

La torre de observación donde, según afirman los especialistas, puede verse hasta 30 tipos de aves en unas pocas horas, está en mal estado, con peligro de derrumbe.

A esos percances se une la disminución de algunas poblaciones, con más incidencia en la de tortugas, que de 14 ejemplares queda solo uno, quizás, como testigo de que la especie no va a desaparecer de allí. Sus congéneres, según varios entrevistados, murieron o fueron robados.

Abdel Blanco Castillo, médico veterinario, precisa que tres veces trajeron flamencos. Unos alzaron vuelo ante la falta de comida, otros murieron de hambre. Tenemos la esperanza de que estos sobrevivan. Fefo (José Morales Leal, director del Área Protegida Refugio Fauna Río Máximo) dijo que no nos enviaba ni uno más, afirma sin cortapisas.

El delfinario es otra de las asignaturas pendientes. Erigniel Fleitas explicó a Granma que en el 2003 se construyó un recinto temporal en la Bahía de Los Perros, a unos 11 kilómetros del parque. Allí se trabajó duro, argumenta. Concluyeron gran parte del movimiento de tierra. Compraron 18 rollos de malla metálica y hasta adquirieron dos toneladas de jurel para alimentar a los animales que jamás llegaron. Después, demolieron lo construido.

Sin obviar la responsabilidad que en algún momento pudieron tener, Jorge Mario Gutiérrez Cárdenas, director en funciones en aquellos momentos, explica que se observa un cambio: "las áreas no están tan enyerbadas como antes. Raleamos el monte, recogemos los desechos¼ Queremos que El Bagá enrumbe por el mejor camino."

Como el parque de la prehistoria califican en todo el polo turístico a El Bagá, que debe su nombre a un árbol endémico de la zona, perteneciente a la familia de las anonáceas.

La idea de materializarlo surgió luego de que a principios de la actual década se pusieron de acuerdo los máximos representantes del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y del Instituto de la Aeronáutica Civil de Cuba, para construir un parque natural temático, con el aprovechamiento de una parte del área donde estaba enclavado el viejo aeropuerto de Cayo Coco, en aras de atenuar el impacto ambiental que había ocasionado la obra.

Por entonces, el valor de lo presupuestado ascendía a 4,5 millones de pesos y unos dos millones en divisas. Al menos, esas eran las cifras que aparecían en papeles.

El Bagá jamás fue terminado y ello dio pie a la casi total despreocupación por parte de quienes lo idearon. Esa mancha influyó en la mentalidad de los trabajadores, que perdieron el entusiasmo y el sentido de pertenencia, a lo que se unen los sucesivos cambios de administraciones (siete en cuatro años) y el traspaso a la empresa de Flora y Fauna, con nuevas formas y estilos de trabajo.

Si no emprenden acciones para rescatarlo, con el paso del tiempo el mencionado Parque continuará desvalorizándose.

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