Sin saber aún si podrá cobrar los 150 000 dólares
(debido a las leyes del bloqueo haría falta una licencia del
departamento del Tesoro), Humberto no pierde el sueño por eso. Estar
entre los ganadores, expresa, representa un motivo más para defender
a capa y espada el desarrollo de una agricultura verdaderamente
sana, en armonía con el medio ambiente.
Nacido en la capitalina barriada del Vedado en el
mes de octubre de 1962, dice que desde pequeño estuvo muy apegado al
mundo rural porque su padre era del municipio Contramaestre en
Santiago de Cuba y la familia tenía una finca allí, donde pasó
inolvidables temporadas.
"Quizás fue mi abuelo materno el que más influencia
ejerció en mi apego al campo, pues era un profundo estudioso de los
forestales en Cuba y supo transmitirme ese amor hacia las plantas.
Terminada la enseñanza preuniversitaria, matriculó
en la especialidad de Agronomía en el Instituto Superior Pedagógico,
donde se graduó en 1984, y luego ejerció la docencia hasta el curso
1993-1994.
Motivado por la urgencia de incrementar la
producción de alimentos en pleno periodo especial, hizo su doctorado
en el desarrollo de variedades de calabazas con mayor contenido de
vitamina A.
Según cuenta, ello marcó un antes y un después en su
vida profesional y personal. Recolectó un grupo de semillas y las
llevó a un centro de investigación para iniciar los trabajos
experimentales.
"Lamentablemente, en ese momento allí no había
fertilizantes, ni maquinaria alguna. Me dijeron que el proyecto era
interesante, pero no tenían recursos para echarlo a andar. Agarré mi
colección y me fui a buscar el apoyo de los trabajadores de la
Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) 28 de Septiembre, en
Batabanó".
Reconoce que sin estar del todo de acuerdo, permitió
a los campesinos hacer la selección de las semillas de calabazas que
ellos sembrarían, de acuerdo con el tipo de suelo, humedad, y otros
indicadores ambientales locales. En cuanto a los insumos utilizados,
predominaron los componentes orgánicos.
"Los resultados fueron formidables y logramos las
variedades ricas en vitamina A que deseaba. Aprendí entonces la
lección: las ciencias agropecuarias no son nada sin el aporte de la
sabiduría natural del campesino. El investigador debe escuchar los
criterios de los productores, son ellos los verdaderos protagonistas
de la batalla por sacarle a la tierra más alimentos y los primeros
que deben probar las tecnologías, para luego diseminarlas".
Desde hace más de tres lustros, Humberto es un
abanderado del diseño de sistemas productivos agrícolas con bajos
insumos y un mínimo gasto de energía, así como del fitomejoramiento
de semillas por la vía de darle participación a quienes siembran y
después recogen las cosechas.
En el año 2006 fundó el Programa de Innovación
Agropecuaria Local, el cual involucra hoy a unos 50 000 campesinos
de nueve provincias. La idea se fundamenta en diversificar la
cantidad de cultivos en una determinada área, y con ello ampliar las
opciones de alimentación para el pueblo.
Si en una finca usted rota los cultivos y, además,
los intercala, tiene la ventaja de obtener mayor variedad de
alimentos en igual superficie cultivable, sin necesidad de aplicar
plaguicidas, ni fertilizantes químicos, porque la tierra recupera
así su equilibrio natural.
De igual forma, lo anterior favorece una disminución
de las emisiones de gases de efecto invernadero, sentenció el
científico que también compone canciones y utiliza esos textos para
promover sus conceptos ecológicos.
A pesar de sus detractores, la agricultura orgánica
demuestra su valía, gana cada vez más espacio y se transforma en una
alternativa viable y duradera, que nos hará depender cada vez menos
de las importaciones.