El pasado 5 de abril se publicó en la sección de
Cartas a la Dirección, una misiva del lector R. Zagovalov Montero
bajo el título "La familia es
importante, pero las escuelas tienen que jugar su rol", en
la que se plantean interesantes reflexiones sobre la labor en
nuestros centros y se formulan generalizaciones a las cuales
quisiera referirme a los efectos de aclarar a nuestra población
algunos de los puntos de vista allí expresados. Partimos del
criterio que las cartas y opiniones de la población, son de gran
valor para perfeccionar la educación y expresan la conciencia social
desarrollada por el pueblo.
Como mismo reconoce R. Zagovalov, la educación es un
gran logro de la Revolución, pero esto no es un hecho abstracto y se
ha producido gracias a la voluntad gubernamental de dedicar los
recursos necesarios a su garantía y al consenso nacional de su
importancia para el futuro; vale decir que los éxitos alcanzados son
el resultado del esfuerzo de miles de maestros, muchos de ellos
formados al calor de las necesidades de extender y mantener los
servicios educacionales para todos los ciudadanos.
En su misiva Zagovalov Montero expresa: "Reconozco
la existencia de un gran número de profesores y maestros abnegados
que merecen todo reconocimiento. Lamentablemente, esa no es la
generalidad..."; respetando las opiniones que al respecto puede
tener cada ciudadano, no coincidimos con esa apreciación. En cada
escuela del país, que es donde se hace la educación, hay muchos
buenos maestros, preocupados por mejorar su trabajo y por cumplir su
deber; sería injusto decir, porque haya —como hay— dificultades en
algunos de ellos o en determinados centros, que la mayoría no son
buenos educadores o no son ejemplo para sus alumnos.
Como ejemplo de lo anterior se puede señalar que la
educación secundaria en la capital del país se ha sostenido, durante
más de cinco años, gracias a los más de tres mil jóvenes maestros
que provenientes de varias provincias han estado cubriendo la
docencia, muchos de ellos durante su proceso de formación. Con
esfuerzo y dedicación no se han dejado de atender a los niños que no
hubieran recibido atención escolar de no haber dado estos jóvenes el
paso al frente. Ciertamente eso tiene consecuencias en la calidad de
la enseñanza y en la labor educativa.
El maestro es un ciudadano de nuestro país;
mayoritariamente son mujeres; sus niños y ellos mismos se enferman,
tienen que atender los asuntos cotidianos de la vida. Cuando un
maestro no puede asistir al trabajo esto se multiplica en muchas
familias. En otro trabajador los impactos son menos visibles. No
obstante, el índice de asistencia al trabajo en los docentes, en
general, está por encima del 98 %; son puntuales y, muchas veces
enfermos, asisten y cumplen con su trabajo. Este aspecto, como
muchos otros, es objeto de análisis riguroso y crítico mensualmente
en los consejos de dirección de los territorios y del Ministerio de
Educación.
Verdaderamente somos conscientes que un régimen
estable en la vida escolar es condición necesaria para el desarrollo
de buenos hábitos de trabajo y de la disciplina escolar y no son
pocos los casos en que tenemos que adoptar medidas diversas para
lograrlo. No sería justo sacar como balance que la situación de
todas las escuelas sea la misma.
Ni complacencia ni falta de crítica caracterizan la
labor educativa o la gestión de los cuadros educacionales, que han
asumido con rigurosidad en estos años los señalamientos de nuestro
pueblo sobre la calidad de los servicios educativos y que se recogen
en el mandato del Sexto Congreso del Partido, particularmente en el
Lineamiento 145, que expresa claramente la necesidad de continuar
elevando la calidad de la educación, como expresión de la
inconformidad de la población con lo que puede y debe lograrse en la
educación de las nuevas generaciones. Pero esto no se logra de forma
inmediata.
En su carta a la Dirección el lector expresa su
preocupación sobre factores que inciden en la disciplina escolar,
como el número de alumnos por grupos y la calidad de las clases,
entre otros aspectos.
La calidad de la educación es un asunto de
primordial importancia para el Ministerio de Educación. Desde el
curso 2010-2011 se llevó a cabo un proceso de discusión con el
magisterio y los estudiantes sobre la indisciplina social y la
importancia del reglamento escolar; en los seminarios de preparación
de los cuadros de los cursos 2011-2012 y 2012-2013, y en los
seminarios televisivos a los docentes, los temas de la labor
educativa, fueron priorizados.
La cantidad de alumnos por grupo en nuestras
secundarias está muy por debajo de la media de la región y de muchos
otros países y el número de grupos con 45 alumnos en la secundaria,
solo alcanza el 2,8 % del total de los grupos del país. La cifra de
35 alumnos en el nivel medio y hasta de 40 (aun cuando no es la
mejor), permite mantener la disciplina y atender a la diversidad de
nuestros estudiantes.
Serios esfuerzos se hicieron desde el final del
pasado siglo por reducir las matrículas por grupo y elevar la
calidad de la educación, pero no se puede negar que, aunque la labor
educativa se mantuvo y se lograron atenuar efectos del periodo
especial en los jóvenes, la calidad de los conocimientos se vio
notablemente afectada por la pérdida de los laboratorios y talleres
en la secundaria; la disminución del papel del maestro en la
conducción del proceso docente, el deterioro del trabajo
metodológico y un trabajo formal en la clase, lo cual estamos
empeñados en mejorar.
Con prontitud y con recursos que la dirección del
país ha suministrado, se han adquirido y están instalándose los
laboratorios de ciencias para los preuniversitarios, ya se cuenta
con más de 400 para la secundaria básica y se prevé la compra e
instalación de los restantes, lo que debe contribuir a elevar la
calidad de la docencia y propiciar educación de mayor calidad.
El problema de la motivación para el estudio de las
carreras pedagógicas señalado por R. Zagovalov, no es un asunto
sencillo ni es exclusivo de nuestro país. Convencidos de la
importancia de fortalecer la profesión docente, hemos vuelto a
promover la formación de maestros primarios a partir de noveno grado
y el ingreso de nuestros jóvenes a las universidades y escuelas
pedagógicas se va incrementando y constituyen hoy un estudiantado
comprometido con la profesión que han asumido.
En su carta Zagovalov dice que "... Muchos padres de
hoy son resultado de las deformaciones de ayer. Los de mañana
tendrán los mismos defectos o quizás, mayores...", al respecto
quisiéramos enfatizar que una gran mayoría de los padres y otros
familiares encargados directamente de la formación de los niños y
adolescentes, tiene conciencia de sus deberes sociales, y son
críticos cuando algo falla en los hogares, en el barrio, o la
comunidad. Lo más importante es enfocar desde la escuela y con
todos, cómo contribuir a que los padres jueguen mejor su papel en la
educación; a que la familia logre mayor unidad y tengan una
comunicación satisfactoria con los hijos.
Es bueno comprender que "un padre de hoy", cuyo hijo
estudia en la secundaria, y que tenga entre 34 y 38 años, nació
entre 1979 y 1975, es un trabajador de nuestro pueblo, adquirió una
cultura y asimiló la experiencia de la vida nacional y sus
vicisitudes. Es un portador y expresión, sin duda, de los logros de
la educación cubana, alcanzada con maestros primarios formados,
mayoritariamente, a partir de estudiantes de sexto grado y
profesores del Destacamento Pedagógico con ingreso de 10 mo. grado y
juntos vivieron en pleno periodo especial su juventud y madurez.
Hoy ese padre tiene el derecho a exigir una
educación de calidad para sus hijos y el deber de ofrecérsela en la
casa, para eso se trabaja sin descanso a todos los niveles del
sistema educativo para superar las deficiencias de nuestra labor.
Agradecemos a R. Zagovalov Montero sus opiniones,
que nos motivan a la reflexión, y a todos los que están imbuidos del
mejoramiento de la educación en nuestro país.
Dr. C. Lisardo García Ramís
Director Instituto Central de Ciencias Pedagógicas
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