Cuando hombres y mujeres comparten un ideal justo, y están
dispuestos a llevarlo hasta las últimas consecuencias, se convierten
en una fuerza arrolladora capaz de cambiarlo todo. Hace sesenta
años, un grupo de jóvenes al mando de Fidel e imbuidos de esa
convicción martiana de ardiente patriotismo y amor apasionado a la
libertad, devolvió al pueblo cubano la confianza en sí mismo y en su
destino.
El asalto a los cuarteles de la dictadura en Santiago y Bayamo en
el Año del Centenario del Apóstol no logró inicialmente sus
propósitos en el orden militar, pero la sangre generosa que tantos
jóvenes, encabezados por Abel, derramaron en aquella acción, sentó
las bases para crear un poderoso movimiento insurreccional y
presentar un programa social contenido en La historia me
absolverá, que trajo consigo los cambios más trascendentales que
ha vivido Cuba. Ese 26 de julio inició el camino hacia la primera
Revolución socialista de América.
El Moncada y los intensos años de lucha que le siguieron ubicaron
a la nación cubana en la vanguardia del proceso independentista de
América Latina, pospuesto desde la época de los libertadores, y que
más de 200 años después vive un renacer en la región.
La mayoría de los cubanos se sumó a la causa encabezada por un
líder que no hacía promesas demagógicas, que desde la Sierra por
Radio Rebelde siempre dijo la verdad y que advertía, como lo hizo
desde el primer discurso en La Habana, que en lo adelante todo sería
más difícil.
Nos aprestamos a celebrar el aniversario 60 del Día de la
Rebeldía Nacional en medio de otra colosal tarea que proyecta el
futuro de la Patria: el proceso de perfeccionamiento de nuestra
sociedad.
La actualización del modelo económico busca desatar las fuerzas
productivas, el talento, los conocimientos, y creatividad de los
cubanos. La eficiencia económica a la que aspiramos —con orden,
disciplina y exigencia— será el sustento de los logros de la
Revolución, así como la base para satisfacer las exigencias de la
sociedad del siglo XXI.
La concreción de ese objetivo demanda que el trabajo honesto sea
la palanca que mueva el desarrollo personal. El perfeccionamiento de
nuestro socialismo pasa por la conjunción entre el proyecto
individual y el proyecto de país, para que cada cubano encuentre en
su Patria la posibilidad de materializar sus sueños, al tiempo que
es útil al colectivo.
En ese sentido, la racionalidad económica, que cada vez más se
integra en nuestra forma de vida, se entiende como instrumento para
lograr un fin, y no como un fin en sí mismo, de la manera en que se
aplica en el capitalismo.
El individualismo, la falta de solidaridad, el egoísmo, son
antagónicos al proyecto revolucionario.
Con el desarrollo económico no se garantiza automáticamente el
restablecimiento de los valores. Por eso el llamado de Raúl a
emprender con la misma fuerza de la actualización económica, una
lucha contra la indisciplina social, las ilegalidades, las
contravenciones y los delitos que se han exacerbado durante los
difíciles años del periodo especial.
La familia, los métodos de enseñanza, la producción artística, el
periodismo, y cada una de las esferas de reproducción simbólica,
deben actuar concertadamente para formar valores libertarios,
democráticos y desenajenantes, que solo encuentran su
materialización última en el socialismo.
Precisamente lo que necesitamos es un pueblo tan culto como
instruido, que sea el sujeto y no el objeto de las transformaciones,
un pueblo de amplia participación democrática por todas las vías y
formas y que acelere la eficacia en el funcionamiento de las
instituciones, como única garantía para la continuidad de la
Revolución. También es la única defensa real contra la corrupción y
otros vicios, que se aúpan en las grietas del control y la
fiscalización popular.
La Generación Histórica trajo invicta la Revolución hasta aquí y
no podemos obviar ni un segundo que Estados Unidos continúa con su
política de agresiones, y no hay señales de que en el corto plazo
esa realidad vaya a cambiar. La resistencia del pueblo cubano
durante más de medio siglo es, sin dudarlo, una de las mayores
proezas colectivas que ha conocido la humanidad.
La historia de esta pequeña isla demuestra que uno de los grandes
retos que tendrán las nuevas generaciones es preservar el socialismo
próspero y sustentable que persigue la actual proyección socialista
de nuestro programa revolucionario y mantener relaciones cercanas a
la normalidad con el mayor imperio del mundo, a 90 millas de
nuestras costas, sin abandonar nuestra soberanía e intereses
nacionales.
Las misiones de hoy, por muy difíciles, tienen el ejemplo y la
actitud de aquellos jóvenes de hace 60 años. Ya no somos un centenar
de hombres y mujeres, somos 11 millones de patriotas y seguimos
estando en combate, por las ideas de todos los que han muerto.
¡Vamos todos a asaltar el cuartel del futuro!
!Viva por siempre el 26!
¡Gloria eterna a nuestros mártires y héroes de la Patria!