Carnaval de Santiago: hito de la cultura popular

La conga va a empezar

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Los cueros, las campanas, los cantos y la corneta china de Los Hoyos sube la marea. Santiago Apóstol monta su caballo blanco dispuesto a no ceder el trono en la noche del 25 y espera la mañana de la Santa Ana, el 26, con renovado brío.

Conjunto instrumental de la conga.

Santiago de Cuba está en carnaval. Rompe este viernes 19 con la festividad de los niños hasta el 21; y del 22 al 28 se desatará el jolgorio en los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Alguien dirá: como cada año, pero no es así. Este es el carnaval del Aniversario 60 de la gesta moncadista. Y allí, al pie del Caribe y delante de las montañas, se saben portadores de una tradición y un símbolo: de una parte, la fiesta constituye un hito de la cultura popular del país; de otra, fue el carnaval el telón de fondo del estallido de la rebelión que nos ha llevado a ser lo que hoy somos, y plantar cara a lo que pretendemos ser.

La tradición de mayor arraigo en la urbe oriental es la conga. Cuando se utiliza ese término la referencia se amplía desde el conjunto instrumental hasta su expresión músico-danzaria característica.

En el primero se agrupan tambores de dos y unas membranas o parches que sostienen el ritmo, con particular protagonismo para el requinto, de timbre más agudo, que permite el virtuosismo del ejecutante. Al tambor de una sola membrana, de forma cónica y alargada, se le llama bocú.

Este viernes a las 3:00 p.m. será la premier en el cine Rialto, de Santiago de Cuba, del documental Santiago en Carnaval, de los realizadores José Manuel García y Eddy Cardoza, contenido en el DVD homónimo que ganó el Premio Especial Cubadisco 2013.

El elemento percutido se completa con las campanas, casi siempre tres de diferentes timbres, que producen un sonido metálico, a veces sustituido por el golpeo de clavos de línea sobre llantas de autos.

Tal vez el elemento instrumental más curioso sea la corneta china, que marca la diana, la anunciación de la conga. Poco tiene que ver este instrumento con el cornetín occidental. Todo parece indicar que provino del suo na o el sha un de los inmigrantes chinos que llegaron a Cuba a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Pero indudablemente es un instrumento cubano, si reconsidera que aquí se acriolló a tal punto que afinó su estructura y dejó atrás la escala pentatónica de la música china.

En cuanto a la danza, detrás de la conga no se baila, se arrolla; se arrastran los pies al ritmo de la percusión, y se integra la marea humana que estremece las calles con un zumbido compacto.

Ocho congas tradicionales se mantienen en Santiago, desde la legendaria de Los Hoyos, bastión cultural de la ciudad, hasta las de Paso Franco, o la de San Agustín.

Sin embargo la preservación de las tradiciones va más allá de la institución conga. Según refirió a Granma Marcos Campins, presidente del Comité Organizador de las fiestas, los valores patrimoniales del carnaval pasan, además, por la recuperación de las verbenas barriales, varias de ellas sazonadas con la música del órgano de manivela u oriental.

Esta es también otra de las curiosidades patrimoniales de la región. Mediante manivelas, mecanismos neumáticos y rollos de cartón perforados, contentivos estos últimos de los códigos para la reproducción de notas musicales, ese tipo de prodigio mecánico se puso de moda en la Francia posnapoleónica; de donde llegó a Cuba, según muchos afirman, hacia la mitad del siglo XIX, presumiblemente por Cienfuegos, ciudad de la región central fundada por colonos franceses y de la Louisiana.

Sin embargo fue en el Oriente, sobre todo en Manzanillo, donde se aclimató y perduró como instrumento ideal para animar fiestas y bailes, y donde también se desarrolló el arte de la composición de obras y la perforación de rollos. El caso es que en la actualidad en Santiago, ciudad a la que se extendió su uso, no hay verbena sin órgano oriental.

El patrimonio —comentó Campins— incluye los mamarrachos. Tan emblemática fue la presencia de estos personajes que en un inicio al carnaval santiaguero se le llamó Fiesta de Mamarrachos.

De acuerdo al historiador santiaguero Rafael Duharte, los primeros mamarrachos de los que se tienen noticias se corresponden con los tiempos del hato y el corral. La fiesta tenía un fuerte acento rural y predominaba la música de guitarra. "A mediados del siglo XIX —precisa— el pintor inglés Waiter Goodman nos describe una fiesta de mamarracho muy diferente; se corresponde con el auge de la economía de plantaciones y se ha africanizado: son los tiempos del tambor".

Entre los personajes consagrados por la tradición se hallan La muerte en cueros, El diablito y La muñeca.

Hacia la década de los sesenta del pasado siglo, un elemento ornamental se sumó a la trama visual del carnaval al punto que hoy día no se puede prescindir de su construcción: el tótem, que esta vez en número de diez definirá en diversas áreas de la ciudad su condición festiva.

También se han hecho visibles en el preámbulo del jolgorio los carritos de la salá, vehículos automotores debidamente decorados que recorren lentamente los barrios para anunciar las novedades festivas.

Lo singular en esta oportunidad radica en que se está difundiendo una banda sonora contentiva de los sesenta, temas que marcaron la pauta de los carnavales desde 1953 hasta hoy.

Así nos enteramos que por los días del Moncada el tema de moda fue Máquina landera, una bomba compuesta por la puertorriqueña Margot Rivera, popularizada aquel año en Cuba por la Sonora Matancera.

El 26 y el carnaval en la memoria de Marta Rojas

En 1953 yo estaba recién graduada de periodista y viajé de La Habana a Santiago, mi ciudad natal donde vivía mi familia. Allí el corresponsal de Bohemia, Panchito Cano, un excelente fotógrafo, me pidió que le hiciera una crónica del carnaval y los pies de fotos, que el director de la revista los había pedido.

Pasada la medianoche del 25, ya en la madrugada del 26, el ambiente no declinaba. Muchos esperaban el encuentro de la conga de Los Hoyos y la de El Tivolí, en la Trocha, donde se cruzaban los bocús de una y otra. Antes del amanecer sentimos varios estruendos y pensé que se trataba de fuegos artificiales que anunciaban la salida de las congas. Pero Panchito, que tenía más experiencia, me dijo: "Marta, esos no son cohetes, son disparos y vienen del lado del Moncada. Yo creo que se fastidió el reportaje, porque lo que está pasando es otra cosa". Y allá fuimos. Lo demás es historia. El caso es que por estar cubriendo el carnaval tuvimos la oportunidad de ser testigos, después, de una página imborrable.

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