15 DE MAYO DE 1955: excarcelación de
los moncadistas
Las ideas quebraron barrotes
El Comandante de la
Revolución Ramiro Valdés y Pedro Miret Prieto, vicepresidente del Consejo de
Ministros, ofrecen testimonios inéditos y reflexiones actuales a propósito
del aniversario 45 de la excarcelación de sobrevivientes de los cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes
Diego
Rodríguez Molina
Nunca imaginaron los verdugos cómo aquel
muchacho de apenas 21 años, el más joven del grupo sometido a la doble
condena del modelo de terror que fue aquel Presidio en la entonces Isla de
Pinos y el destierro a más del centenar de kilómetros de mar, volvía a
burlarse del nuevo castigo de aislamiento en una pequeña e infernal celda
individual, durante más de dos semanas, impuesto en represalia al más
reciente desafío de figurar entre los promotores de haberle cantado a coro en
pleno rostro del tirano Batista en visita al penal, la Marcha del 26 de Julio.
Las armas esta vez las había "echado
y enrollado en la colchoneta que dejé preparada junto a la cama", en el
pabellón donde guardaba prisión junto a 27 asaltantes más del Moncada.
"Me imaginaba que vendrían a buscarme castigado... y así fue",
recalca.
—Cuando vengan por mis cosas entrégalas
con cuidado para que no descubran los libros que van dentro, le dije a Julito
Díaz, antes de salir obligado por los guardias con el pretexto de que tenía
visita.
Es el testimonio que a más de 45 años de
aquella triste pero fecunda etapa en el mal llamado Presidio Modelo, ofrece
Ramiro Valdés Menéndez, quien subraya la forma en que desafió la tortura
psicológica: "Por supuesto, increpamos la medida, sus métodos, pero
después que quedé solo, me pasé todo el tiempo leyendo y así pasaron rápido
los días, dos veces leí Los miserables..., Don Quijote... y varias novelas más...".
"Los libros nos dieron la libertad
—relata— que pretendieron quitarnos, encerrándonos en aquellas difíciles
condiciones, y nos prepararon para las nuevas batallas; la literatura en
general y el estudio constante se convirtieron para nosotros en gran aliado y
armas...".
A
la salida del Presidio, Fidel se abraza con las dos únicas mujeres heroínas
del Moncada: Haydée y Melba, activas luchadoras por la liberación de sus
compañeros.
En su hablar pausado y seguro, rememora la
excarcelación aquel 15 de mayo de 1955, "en el segundo grupo, el
emocionante encuentro con el pueblo concentrado afuera... Seguimos para la
casa de la familia de Montané en Nueva Gerona y luego la partida hacia
Batabanó, camino a la capital, en horas de la noche a bordo de El Pinero, en
una histórica travesía en la cual dimos el nombre de 26 de Julio al
Movimiento...".
Precisa que en esa etapa, "realmente
comenzó la formación política e ideológica, y nos identificamos más con
las ideas y los principios que nos llevaron al Moncada".
Y reflexiona a la luz de estos tiempos el
orgullo de ver "a todo un pueblo que pone a prueba su gran potencial y
garantiza la continuidad de la Revolución, generación tras generación, en
permanente enfrentamiento al imperialismo, y esas reservas nunca se han
mostrado tan masivamente como ahora, en esta impresionante movilización
desatada a raíz del secuestro de Elián".
"Pienso que el mensaje está bien
captado por las nuevas generaciones", comenta con regocijo de combatiente
que admira y comparte el fruto de largos años de lucha.
"Se ha puesto de manifiesto
—enfatiza— todo lo que estaba latente, cual cosecha de lo sembrado durante
décadas, se han abierto nuevas vías, nuevos caminos de lucha, y la propia
gente en este campo de batalla ideológica y de los principios, ha galvanizado
nuevas posibilidades capaces de expresar en acciones y pensamientos la más
plena identidad con Fidel, la Revolución, con el Socialismo.
"La bandera de aquella vanguardia
—afirma— es hoy la de todo el pueblo".
Rememora, entre otras vivencias, la
inteligente estrategia dirigida por Fidel, aún incomunicado, para deshacer
todas las maniobras de la tiranía como la de pretender utilizar a la amnistía
como rejuego electorero, para hacer fracasar la amplia movilización popular
que fue lo que realmente logró la excarcelación de los revolucionarios.
AQUÍ EMPEZÓ OTRA GRAN BATALLA
"Aquí empezó realmente nuestra gran
batalla de ideas, en este Presidio Modelo, del que salimos mejor preparados
para las posteriores etapas de lucha que siguieron después, nada aquí fue
casualidad ni improvisado...", asegura en sus reflexiones, al cabo de 45
años, Pedro Miret Prieto, el preso número 3817, sancionado por las acciones
del 26 de julio de 1953, a 13 años de privación de libertad, y quien quedó
al frente del grupo de 26 revolucionarios cuando a Fidel lo aíslan en compañía
de su hermano Raúl, en una solitaria celda junto a la funeraria del penal.
En
Nueva Gerona, hace las primeras declaraciones a la prensa.
Un reciente recorrido por el propio
escenario de aquella fecunda etapa que transcurrió desde octubre del 53 al 15
de mayo del 55, aviva los recuerdos y meditaciones del combatiente que, además
de haber sido elegido por sus compañeros como mayor de la prisión, se
desempeñó como maestro de materias de ciencias exactas y técnicas en la
Academia Ideológica Abel Santamaría, allí creada para la preparación
integral de los "muchachos del Moncada", como entonces los llamaba.
"Las autoridades del penal se tardaron
mucho", afirma refiriéndose a la "previsión de Fidel de
organizarlo todo desde el primer momento, como la propia Academia, sus temas
de estudio y profesores, seleccionados entre nosotros mismos allí, traer
libros para nuestra biblioteca, que llegó a disponer de más de 300 volúmenes,
el régimen de lecturas y análisis colectivos e individuales, nuestro
reglamento disciplinario, antes de que se tomaran contra nosotros represalias,
como efectivamente ocurriría después, en febrero del 54, al incomunicar y
separar de nosotros a Fidel."
"Fue muy importante —comenta
Miret— habernos adelantado, pero la soldadesca del penal no solo se tardó,
fueron muy torpes y estúpidos, pues no se percataron ni de estos planes,
ni del poder y alcance de los libros, nuestras lecturas, los debates y el
acelerado fogueo tanto en el terreno político e ideológico, como para elevar
el nivel cultural.
"A mi juicio el que más asimiló de
casi todo lo impartido y leído fue Almeida", asegura Miret,
responsabilizado con las clases de Matemática, Física, Química y las
Ciencias en general.
La
llegada al Surgidero de Batabanó,
a bordo del vapor El Pinero.
"Y cuando creyeron que Fidel estaba
totalmente aislado, ideamos diversas vías de comunicación que nos permitían
mantenernos en contacto", agrega y relata uno de esos mecanismos
secretos: "Las señales de mano que hacía con Raúl, junto a Fidel, de
ventana a ventana, desde la celda donde ellos se encontraban y el pabellón
donde estábamos nosotros. Después Raúl inventó sacar letras en cartones,
luego funcionaron las pelotas de papel, que eran las más seguras y tirábamos
de un patio a otro...".
Refiere la otra vía más empleada con el
exterior del Presidio: la de los mensajes enviados dentro de tabacos, "yo
me hice un experto abriendo los tabacos para introducirles los mensajes con
mucho cuidado, pues su portador tenía que salir o entrar con ellos
encendidos. Me agencié de una cuchillita que estaba afilada como una navaja,
para poder abrir los puros sin dañar su capa, porque después de colocado el
papel había que volverlo a cerrar y dejar como si fueran de fábrica; y así
salieron La Historia me Absolverá, reconstruida por Fidel
clandestinamente, y otros trabajos y diversas orientaciones, además de las
cartas escritas por nuestro máximo Jefe con la letra del zumo de limón. Y
por todo ese ingenio y solidaridad colectivos, junto a la firmeza ideológica,
unidad y claridad en nuestra estrategia política, siempre con el pueblo, fue
que pudimos triunfar", enfatiza.
Había sentenciado el joven líder semanas
antes de la excarcelación: "Frente a la transigencia bochornosa... el
Titán de Bronce tendrá en nosotros sus hijos espirituales". Era el
mismo Juramento de Baraguá que 45 años después rubrican todos los cubanos
en medio de la batalla de las ideas contra las infamias y otras acciones del
imperialismo y para abrir sus cárceles de la mentira y la injusticia.
Cuando el 15 de mayo de 1955 se abrieron
las celdas en que se encontraban Fidel y combatientes de los cuarteles Moncada
y Carlos Manuel de Céspedes, culminaba una importante y crucial etapa de
movilización popular en favor de la amnistía que incluyera a los hombres del
26 de Julio.
Desde el mismo momento en que fueron
condenados se inició la batalla por la amnistía de los moncadistas y de
todos los presos políticos encerrados en las prisiones del batistato.
Las circunstancias políticas
prevalecientes con posterioridad al 24 de febrero de 1955, cuando el tirano
pretendió "legitimarse" en su cargo, favorecieron el ambiente para
la demanda de una amplia amnistía; sin embargo, el odio feroz del régimen
hacia Fidel y sus compañeros hacía particularmente difícil la aplicación
de esta medida a los participantes en las acciones de Santiago de Cuba y
Bayamo.
Fue necesaria una sostenida campaña pública
de denuncia y exigencia para que la amnistía, incluidos los presos
moncadistas, se hiciera realidad el 6 de mayo.
Desde la cárcel, Fidel orientaba la
estrategia a seguir. Haydée Santamaría y Melba Hernández, salidas ya de la
prisión, fueron eslabones decisivos en esta campaña. Sectores juveniles
radicalizados, procedentes de la ortodoxia y del movimiento estudiantil, se
identificaron con esta línea. La FEU de La Habana y de Oriente, el Partido
Socialista Popular, el Frente Cívico de Mujeres Martianas y algunos
periodistas se mantuvieron como voceros públicos sin cejar en el duro empeño.
No es posible olvidar al aguerrido Comité
de Madres de los Presos Políticos, transformado después en Comité de
Familiares, y finalmente en Comité Pro Amnistía, donde se nuclearon
familiares, amigos y compañeros de lucha y jugaron un papel destacado las
familias Almeida y Montané y el periodista Mario Rodríguez Alemán.
La excarcelación de los moncadistas inició
una nueva fase en el desarrollo indetenible de la Revolución.
Publicado el 13 de mayo del 2000 |