Superados los sueños de un
histórico alegato
Lourdes
Pérez Navarro
Cincuenta
años después de que Fidel Castro pronunciara su brillante alegato de
autodefensa en el juicio del Moncada, conocido como La Historia me
Absolverá, publicado posteriormente por el aporte de Melba Hernández y
Haydée Santamaría, los preclaros sueños e ideas de una generación patriótica
han sido superados por la Revolución. Es este el documento jurídico-político
más importante del siglo XX cubano.
La Historia me Absolverá
se agigantó con el tiempo. El 16 de octubre de 1953 cuando Fidel la dio a
conocer con fluida palabra —a veces dura y fuerte, otras persuasiva—,
ante un reducido público formado por apenas seis periodistas, un puñado de
guardias del Ejército y los miembros del Tribunal de Urgencia en una pequeña
sala del Hospital Civil Saturnino Lora, en Santiago de Cuba, él no solo
habló para sus coetáneos, habló para la historia.
Jurídicamente este fue el
juicio más trascendental de la historia republicana, que para los juristas
e investigadores constituye una enseñanza permanente. Mientras el fiscal
demoró dos minutos para explicar el artículo del Código de Defensa Penal
que se le imputaba, Fidel hizo un estudio riguroso del derecho de
resistencia en condiciones adversas: aislado, incomunicado, privado de
bibliografía, solo acompañado por libros de Martí, mostró profundidad,
rigor y erudición al enlazar el problema ideológico —el derecho que
tienen los pueblos a resistir a los tiranos, a levantarse en armas contra
ellos— con nuestras raíces culturales y patrióticas.
De esta forma denunció los
principales problemas sociales y económicos que azotaban al país: la
tierra, la industrialización, vivienda, desempleo, la educación y la salud
del pueblo, y trazó además las bases para solucionarlos, lo que luego
devendría en el Programa del Moncada y en el Programa de la Revolución
Socialista.
Medio siglo después aquellas
expectativas han sido, por mucho, superadas. Así lo comentaron ayer en la
Mesa Redonda los periodistas Randy Alonso y Marta Rojas, Julio Fernández
Bulté, profesor titular de la Universidad de La Habana; Rafael Bell,
director nacional de Educación Especial; Suiberto Hechavarría,
viceministro primero de Salud Pública; Mariano Tuero, funcionario de la
Dirección Nacional de la ANAP, y Néstor Iglesias, director de Fuerza de
Trabajo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Por solo mencionar algunos
ejemplos, hoy más del 85% de los cubanos son propietarios de las viviendas
que habitan; en el sector de la educación donde un alto por ciento de
ciudadanos eran analfabetos totales o funcionales y existían solo 14
centros de educación especial que atendían a 135 niños, después de
realizarse la reforma integral de la enseñanza —propuesta por Fidel en su
alegato para acabar con esa precaria situación—, se ha logrado una
gigantesca transformación: Cuba es el país del mundo que más maestros por
habitantes tiene, con más alta cobertura de atención a los niños entre 0
y 6 años de edad (99,5%), mejores indicadores en aprendizaje en Lenguaje y
Matemática en la escuela primaria, y una matrícula de más de 55 mil
alumnos en los centros de educación especial, sin contar otros 1 200 que
son atendidos en sus propios domicilios para que no pierdan la oportunidad
de recibir la luz de la enseñanza.
La situación del campesinado
cubano se transformó completamente al promulgarse el 17 de mayo de 1959, a
pocos meses de triunfar la Revolución, la Ley de Reforma Agraria, una
legislación que concedió la tierra en propiedad a todos los que la
trabajaban y no la tenían, quienes recibieron gratuitamente cinco caballerías
de tierra, con lo que se logró acabar con el flagelo denunciado por Fidel
en La Historia me Absolverá.
Más que un reparto de tierras
estas transformaciones han permitido la mecanización de los cultivos,
resolvieron la situación de la salud, educación, cultura y deporte en las
zonas rurales, e introdujeron el sistema de créditos para el campesinado
con muy bajos intereses bancarios, el sistema de seguros agropecuarios y
aseguró un mercado para estos productos, con lo que se eleva el nivel de
vida del campesino cubano.
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