Sus protagonistas en los
recuerdos de Melba
Tiempo atrás en el programa Diálogo
en familia que conducía entonces en la revista informativa A Primera Hora, de
Radio Progreso, se transmitió una entrevista especial en la que la Heroína
del Moncada, Melba Hernández, habló de sus recuerdos de aquellos
acontecimientos. Por su inestimable valor y plena vigencia, Granma reproduce
los aspectos principales de aquella conversación
SUSANA LEE
¿CÓMO CONOCIÓ A FIDEL?
A partir del golpe de Estado de
Batista el 10 de marzo de 1952, muchos jóvenes buscábamos ansiosamente qué
hacer para acabar con aquella tiranía; entre esos jóvenes estaba yo.
Melba
y Haydée, unidas en la lucha, en la historia y en la fidelidad a Fidel y a la
Revolución.
Una mañana en el cementerio, en
el aniversario del asesinato del joven revolucionario Carlos Rodríguez, una
amiga, Elda Pérez [ya fallecida], me presentó a Abel Santamaría, un joven
que, me dijo, la había impresionado por sus promesas revolucionarias. Cuando
lo conocí y conversamos, coincidí totalmente con Elda, pero a su vez él me
insistió para que conociera a otro joven a quien consideraba que solo él
podría dirigir la acción revolucionaria en el país para derrocar al tirano
Batista: Fidel Castro.
Nos citamos para encontrarnos en
25 y O, el apartamento donde vivían Abel y su hermana Haydée, al que llegaría
Fidel como acostumbraba hacer. Fui, pero esa noche —era el 1ro. de mayo de
1952—, no llegó. Abel no renunció a que nos conociéramos Fidel y yo, y al
día siguiente, al mediodía, fui de nuevo a esperar a aquel joven en el que
Abel tenía tanta confianza, y llegó...
Abel nos presentó, nos saludamos
y nos pusimos a conversar. En la medida que Fidel hablaba me daba cuenta de
que aquello era lo que yo estaba buscando...
Raúl
Castro y otros detenidos en el vivac de Santiago de Cuba poco después del asalto al
Cuartel Moncada.
Desde ese momento me encontré ya
comprometida con Fidel Castro y con aquel movimiento que empezaba a nacer, y
que apenas contaba con ocho personas cuando más...
Pensando en aquello —porque
ahora no es nada nuevo, le pasa a todo el mundo—, cuando era todo
clandestino, que nos cuidábamos para que no nos asesinaran, llamaba la atención
que ese joven, Fidel Castro, tuviera aquella fuerza tremenda de la que uno no
se podía separar... Eso pensé en esa ocasión, y lo he seguido pensando
siempre.
¿QUÉ DECÍA PARA QUE LOS
ATRAJERA TANTO?
Lo que nos dice a todos... Fidel
habla y no hay más que discutir... Nos habló de la situación de la Patria,
que había que organizarse para derrocar a Batista, pero en esa larga
conversación nos dijo también que la Revolución no solo era eso, que la
Revolución conllevaba hacer muchas cosas más, que nosotros teníamos que
luchar por una transformación del país, y nos lo dijo desde el primer
momento. Fidel habla y apasiona... Hablaba ayer como habla hoy. Siempre he
dicho que aquel Fidel que yo conocí en el año 52 es el mismo de hoy, como es
natural, es un Fidel en desarrollo, la vida está en movimiento, pero no hay
ninguna diferencia.
¿CÓMO CONVENCIERON A SUS
COMPAÑEROS?
Yeyé [Haydée Santamaría] y yo
nos fuimos introduciendo en aquellos preparativos —nunca he hablado de
esto—, un poco sin medir el alcance, y los compañeros nos veían
introducirnos en sus trabajos, cooperar, nos dejaban, y nosotras avanzábamos...
En los primeros tiempos a una hora de la noche estábamos siempre juntos, éramos
una gran piña ahí en 25 y O, en Jovellar 107 [la casa de Melba]. Y aquello
fue evolucionando así hasta que llegó el momento en que nos hicimos
necesarias en el trabajo clandestino que se hacía. Ya nosotras éramos la
confianza en cuestiones más delicadas, más peligrosas...
Esta
foto fue tomada durante un receso cuando se entrenaban en una finca. Aparecen
de pie Ñico López, Abel Santamaría, Fidel, un empleado de la finca y José
Luis Tassende.
A su vez, estaba mi mamá [Elena
Rodríguez del Rey, fallecida hace unos años], porque mi mamá y mi papá
[Manuel Hernández, también fallecido años antes que Elena], siempre me
apoyaron, en mi hogar siempre hubo lucha... Entonces Yeyé y yo fuimos
avanzando, y Fidel y Abel fueron incorporando a mi mamá y así ella fue
trabajando con nosotros en la etapa del Moncada con una valentía sin igual,
igual que nosotros... Los muchachos eran hermanos queridísimos.
Yo recuerdo como el más celoso
cuidador de nosotras a Boris Luis Santa Coloma, que terminó siendo novio de
Yeyé [fue torturado y asesinado en el Moncada]; y Boris nos cuidaba como un
perro guardián.
¿CUÁNDO SE ENTERARON DE QUE
LA ACCIÓN ERA EN EL MONCADA?
¿Qué era el Moncada? Al amanecer
del 26 de julio fue cuando nos enteramos.
Abel había salido en junio para
un lugar de Cuba. Fidel, de vez en cuando, nos traía información, porque él
sabía que estábamos muy ansiosas por la falta de noticias de Abel.
Boris
Luis Santa Coloma (haciendo uso de la palabra), torturado y asesinado en el
Moncada, tras su participación en el ataque.
El 22 de julio Fidel llegó a mi
casa a buscar a Yeyé, porque ya en la fecha en que Abel salió para Santiago,
Yeyé vino a vivir a mi casa para no estar sola en 25 y O... Llegó Fidel a
buscarla, bajó la escalera, y de pronto regresó corriendo para decirle a mi
mamá que se iba, que volvía —como se hacían las cosas—, y decirme a mí
"me voy", pero "para dónde vas", "yo no sé, me voy,
y me llevo estas cositas", las muditas de ropa que se llevó.
Al día siguiente, yo no estaba en
la casa, fue Fidel y le dijo a mi mamá: "Cuando Melba llegue, dígale
que se prepare que la venimos a recoger para una misión sin peligro, y usted
vaya preparando una cajita con dos ó tres mudas de ropa, no más, porque
dentro de dos o tres días, ellas están de regreso... No le haga maleta, una
cajita cualquiera". Y así hizo mi mamá, porque la otra cosa que
distinguió mucho a mi mamá, fue la disciplina con que cumplía las
orientaciones.
Mario
Muñoz, el querido médico de Colón, intercedió para que Fidel autorizara
a Melba y a Haydée ir al Moncada.
Esa noche, igual, lo mismo que con
Yeyé... y cuando llegué a Santiago el 24, me estaban esperando en la
terminal de trenes Abel y Renato Guitart. Imagínense lo que fue para mí
encontrar a Abel... Aquello fue muy lindo. Por cierto que yo llevaba en los
brazos una caja grande de flores, con un lazo... y ni Renato ni Abel me
ayudaron con aquella "caja de flores". Ya cuando empezamos a caminar
le digo: "Abel, coge aquí". Me mira y es cuando se da cuenta que no
eran flores, y me dice: "Pero qué hemos hecho, dame acá, pobrecita,
pero por qué no lo habías dicho antes..." , porque los cuatro fusiles
que contenía la caja pesaban cantidad...
Llegamos a la Granjita Siboney, y
junto con Elpidio Sosa, otro magnífico compañero que cayó en el asalto,
trabajamos todo el tiempo que estuvimos allí, nos dedicamos a limpiar y a
crear las condiciones para recibir a "unos compañeros", como nos
dijeron. No sabíamos nada más. Yeyé y yo siempre estábamos ansiosas por
saber y sabíamos muchas cosas, pero esa nunca la supimos, era tal la discreción...
Se alquilaron unas colchonetas y
fuimos tapizando el piso de la granjita con las colchonetas para cuando
llegaran esos jóvenes. No nos dieron más explicaciones, y Yeyé y yo hacíamos
nuestros comentaritos: "¿Será la hora cero?", porque así llamábamos
al momento de romper la lucha contra Batista. Era la noche del 25 de julio.
Empezaron a llegar los muchachos,
después del largo recorrido que todos habían hecho, y Abel y Renato lo que
habían podido era comprar unos cubos de leche a un señor que tenía unas
vacas al fondo de la granjita... Eran cosas muy extrañas, pero no sabíamos
nada.
Ya cuando se acercaba la hora
real, que llegó Fidel a la granjita y empezó a dirigir aquello, era la
madrugada del 26. Se sacaron las armas del pozo, los uniformes, y entonces
reunió a todos y anunció lo que íbamos a hacer. Esto fue unas horas antes
del asalto, pero no sabíamos dónde era la acción.
Después cuando salieron los
carros —esto lo pienso yo porque Abel iba en el primer carro—, supuse que
había sido para guiar al resto de los carros, y en el último, Yeyé y yo. Íbamos
Gómez García, Yeyé y yo, detrás, y delante, Julito Reyes Cairo, el de Colón,
con el doctor Muñoz en el timón.
¿NO HUBO LA IDEA DE QUE
ESPERARAN EN LA GRANJITA?
Claro que la hubo. Cuando
empezaron a salir los carros, Fidel nos dijo: "Bueno, ustedes se están
tranquilitas aquí que nosotros volveremos a recogerlas para seguir
adelante". Fue cuando Yeyé y yo dijimos: "No, si es que esta es la
acción, queremos pelear también".
Fue un momento muy embarazoso para
Fidel, porque Abel y él tenían un estilo de trabajo muy colectivo respecto a
Yeyé y a mí. No decidían nada sobre nosotras si no era con la aprobación
de los dos, y Abel ya se había ido... Nosotras estábamos tranquilas, muy
sedadas, sabiendo que si nos alterábamos no íbamos a convencer a Fidel de
que nosotras teníamos derecho a pelear, si llevábamos tanto tiempo, no habíamos
cometido errores en el trabajo, era un derecho ganado, y no podía ser por la
condición de mujeres. Eso tiene que haberlo tocado a él.
Entonces Mario Muñoz que estaba
dentro, cambiándose la ropa, porque Fidel le había indicado que no fuera con
el uniforme batistiano sino con su bata de médico, oyó aquella conversación,
y le dijo: "Mira Fidel, las muchachas tienen razón". Mario era una
gente también agradabilísima. "Vamos a hacer una cosa, deja que vayan
conmigo, al lugar donde yo voy ellas me pueden ser muy útiles, y, además, yo
me encargo de informarle a Abel lo que pasó aquí". Así que Mario fue
el que convenció a Fidel de que aceptara nuestra proposición, y salimos en
el carro con Mario.
Llegamos al hospital Saturnino
Lora y no sabíamos que Abel estaba allí. Mario nos dijo: "Vengan"
y nos llevó a la ventana desde donde estaba peleando Abel, porque ya estaba
el pleito andando, y los tiros de aquí para allá y de allá para acá. Así
fue que supimos que Abel era el jefe del Saturnino Lora y estuvo de acuerdo
con que nosotras también participáramos en la acción.
Lo demás es historia conocida.
HAYDÉE Y ABEL
Yeyé... Llegó un momento en que
yo no sabía si era compañera, si era amiga, si era hermana, porque yo no sé
lo que es un hijo, pero yo la sentía como eso. Le puse un apodo,
"Pelusita", porque era rubita, de pelo finito... Fue eso para mí, y
ella dijo antes algo de mí igual. Ella era más madraza aún que yo, siempre
me estaba cuidando, allí mismo en el Saturnino Lora ella me estaba cuidando.
Juntas pasamos de todo, fue mucho
para mí; no hay día —y me pasa igual con Celia—, en que yo no diga
"si Yeyé estuviera, es Yeyé la persona con quien yo pudiera analizar
esto o aquello, de cualquier cosa", y mira cuantos años hace que nos
falta...
Fue una mujer extraordinariamente
inteligente. Tenía un amor muy grande por la humanidad, se desbordaba, así
siempre la vi yo y cuando fue madre, también lo demostró así...
Cuando entre nosotros en el
Movimiento, se presentaron problemas con compañeros que corrían el riesgo de
que se les separara de las filas —era alto el nivel de exigencia entre
nosotros—, Yeyé era la primera en dar el paso al frente para ver cómo lo
podíamos salvar. "Es un buen compañero, se ha portado así..."
daba argumentos y hasta que no resolvíamos ese problema no paraba.
Abel... no por gusto se convirtió
en el 2do. del Movimiento... Fue un joven de esa misma fuerza de atracción de
Fidel, no igual, guardando la distancia... pero convencía muy fácilmente, y
una idea lo da que yo lo conozco una mañana y por la noche me voy a cumplir
lo que me había pedido, a conocer a Fidel. Abel inspiraba mucha confianza y
mucho respeto.
Yo lo encontraba muy bello, no sé
ahora qué pensarán por las fotos, pero era también porque su imagen no se
podía separar de su carácter. Era muy suave, muy dulce, pero hablaba en
forma muy convincente, era el más exigente y el más firme de los compañeros,
era de mucho carácter. Y era de la misma humanidad de Yeyé y así mismo era
Abel.
Ganaba un buen salario y le
gustaba vestir elegante, pero sencillo, tenía los zapatos siempre muy
lustrosos, pero no corbata, ni chaleco... y las camisas que usaba eran las
mejores que entonces se vendían en La Habana, pero, digamos, compraba seis
camisas, y a las dos semanas, ya no las tenía porque las repartía entre los
compañeros que no tenían. Y nosotros le decíamos: "... Deja alguna
para ti"; "Pero ustedes no se dan cuenta que ellos no pueden
tenerlas". Así era Abel.
Aquel diciembre del año 52 resultó
el último fin de año que celebraría. Abel y Yeyé pasaban siempre esas
fiestas con sus padres y su familia en el ingenio, en Encrucijada, pero antes
de irse, Abel entraba a un mercado que estaba en San Lázaro y compraba un
tipo de cartucho que entonces había, de una arroba, y lo llenaba con todo lo
correspondiente a aquellos días de fiesta, pero no era un cartucho, eran
varios, que repartía a la viejita inválida de no sé qué lugar, a que sé
yo quién que lo crió, a varias personas, y no faltaba el cartucho de mi mamá,
que dicho sea de paso, sin ese gesto de Abel, en mi casa no hubiera habido con
qué festejar esos días.
LOS MEJORES SUEÑOS
Los mejores sueños... Se sueña
tanto... Bueno, mi primer sueño sería que Fidel pudiera ser eterno... Son
muchos los sueños y yo no digo que sueño con lo que los jóvenes harán en
un futuro, porque estoy segura que lo van a hacer, tengo plena confianza en
los jóvenes, si no creyera en ellos no podría creer en mí. Tengo plena
confianza en que en mi Patria brillará el sol con que soñamos.
LOS JÓVENES DE AYER Y HOY
Los jóvenes de ayer éramos como
los jóvenes de hoy... Hace 50 años, hay que tener en cuenta el tiempo
trans-currido. Pertenecimos a una época. Con sus costumbres de la época, y
me atrevería a decir, que Yeyé y yo, entonces, éramos un poco "cosa
rara"... y todas esas medidas de cuidado de Abel y Fidel, y que le
consultaban a mi mamá, le explicaban, todo eso era el resultado de aquella época...
Ahora bien, si nosotros ayer
tomamos la decisión de cumplir con la Patria y de liberar la Patria, los jóvenes
de hoy hacen muchas cosas equivalentes a las que hicimos nosotros, yo no veo
esa diferencia...
EL MONCADA... ¿FRACASO O
VICTORIA?
A pesar del aparente fracaso por
los compañeros caídos, por los que sufrimos prisión, nunca lo vimos así,
sino como una victoria porque nos señalaba el camino... Yo no he tenido que
rectificar nunca en mi pensamiento, en mis sentimientos, el 26 de Julio y la
acción en Santiago de Cuba... A 50 años lo veo tal como fue... y si volviera
a nacer y se dieran iguales circunstancias, con un desgobierno como el que había
entonces, y Fidel me dice: "Vamos a la toma del Moncada", allá voy
yo a la toma del Moncada, y dicho con toda modestia, con esa pequeñita
participación que me tocó, estoy segura que sin el Moncada no tendríamos lo
que tenemos hoy, como también que tuvimos un Moncada porque tuvimos a ese
Fidel tan grande que tenemos hoy. Yo lo veo así. No me he arrepentido, nunca
me podré arrepentir...
Publicado el 26 de julio del
2003 |