28
de Marzo del 2003
Gerardo Hernández Nordelo
Y la venganza de quienes no pueden doblegarlo
NIDIA DÍAZ
El
tiempo, se ha dicho muchas veces, es implacable. Cuando somos
niños, apenas lo conocemos; no sabemos, incluso, si existe, pero
pasa y nos va dejando lecciones o pesares. Es indetenible y terco,
se nos va por delante por mucho que nos apresuremos, pero al final
tenemos que admitir que nos enseña a conocer sin concesiones,
nuestra propia capacidad para resistir o rendirnos, para vencer o
perder.
En eso y mucho más
pensaba al mirar el almanaque que tengo en un lugar de mi mesa de
trabajo. Allí marqué con un círculo rojo, los días 28 de cada
mes, y lo hice desde ese mismo día de febrero último, hace
exactamente hoy un mes.
Porque el 28 de febrero,
mi colega Gerardo Hernández Nordelo, fue enviado, sin explicación
alguna, a lo que las autoridades penitenciarias de los Estados
Unidos denominan eufemísticamente Unidad Especial de Alojamiento y
que el argot carcelario bautizó como El Hueco.
El Hueco, sin embargo,
resultó para los gendarmes de Lompoc, demasiado espacioso e inocuo
para constituirse en "castigo" de un reo tan "peligroso" como lo es
el joven caricaturista cubano para quien el imperio considera poco
haberle impuesto una condena que para cumplirla no le alcanzará su
vida toda, por larga que esta resulte, cuando contradictoriamente su
culpa consiste en haber prevenido acciones terroristas por parte de
grupos radicados en suelo norteamericano.
Aquella mañana y apenas
una hora después lo sacaron y lanzaron sobre un camastro de
hormigón y por toda compañía le dieron la luz artificial de dos
tubos fluorescentes cuya misión es simple: impedir que Gerardo sepa
si es de día o de noche, si es lunes o martes, si es febrero o
marzo.
Su abogado, Leonard
Weinglass, está escandalizado, él que ha dedicado su vida
profesional a defender a presos políticos norteamericanos, admite
que lo sucedido a Gerardo y al resto de sus hermanos cubanos
prisioneros, "es mucho más de lo que hubiera podido imaginar".
Weinglass se asombra de
la capacidad de Gerardo cuando, en un breve encuentro realizado el
11 de marzo último, en condiciones infrahumanas, le dijo que: "Cada
mañana al despertar mi estrella me da fuerza para atravesar el día".
Cómo no pensar hoy en
Gerardo, cuando no solo cumple un mes en confinamiento solitario
sino que está a las puertas de que su caso y el de sus hermanos,
Fernando, Ramón, Tony y René llegue a la Corte de Apelaciones de
Atlanta, tras haberse violado los procedimientos procesales, tras
haberles impedido trabajar con sus abogados defensores en los
documentos que deberán presentarse.
Cómo no pensar en
Gerardo cuando ha sido secuestrado oficialmente por la política
hostil y de un Gobierno que, paradójicamente, hoy pide respeto para
sus prisioneros de guerra, y protección a su integridad física.
Cómo no pensar en
Gerardo, a quien el imperio mantiene encerrado cruelmente y le priva
de la posibilidad de recibir correspondencia, ni siquiera de tener
un lápiz y un papel para garabatear sus sueños de hombre
enamorado.
Hoy, Gerardo Hernández
Nordelo cumple un mes confinado en La Caja de la prisión de Lompoc,
donde fue trasladado para expiar dos condenas de cadena perpetua y
18 años más.
Hoy, la opinión
pública mundial y el pueblo estadounidense deben saber que junto
con Gerardo Hernández Nordelo y sus cuatro hermanos igualmente
confinados sin justificación alguna, la justicia norteamericana ha
sido secuestrada y convertida en rehén de la ultraderecha
republicana y de la mafia terrorista de Miami que se ceban sobre
ellos en un vano afán por doblegarlos.
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