Bien
conocemos los cubanos y cubanas las pretensiones de las administraciones
norteamericanas por destruir a la Revolución y poner fin a un proyecto social
que se sustenta en la fortaleza de sus ideas y su obra. Nuestro pueblo ha tenido
la osadía de enfrentarse al afán dominador del imperialismo norteamericano, por
ello, la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de no revisar el caso de
nuestros Cinco compatriotas injustamente encarcelados en aquel país por luchar
contra el terrorismo, no nos ha tomado por sorpresa.
Avergüenza identificar la doble moral de un gobierno que quiere
hacer creer al mundo que lucha contra el terrorismo, mientras lo gesta, lo
ampara, lo protege; y mantiene injustamente encarcelados a hombres que con su
digno comportamiento impidieron que familias cubanas y norteamericanas lloraran
la pérdida de un ser querido, como resultado de un vil acto de terrorismo.
Casi once años llevan encerrados injustamente, sin derecho a un
juicio imparcial, víctimas del voraz odio de la mafia cubano-americana, que
impuso sus influencias para amañar el proceso judicial que condenó
fraudulentamente a Gerardo, Ramón, Fernando, René y Antonio
El gobierno norteamericano, enfrascado en recomponer la
maltrecha imagen heredada de la anterior administración, ha desconocido el
reclamo universal que le hicieran parlamentarios, abogados, destacadas
personalidades políticas y académicas, 10 Premios Nobel, en favor de la justicia
y la credibilidad del sistema judicial estadounidense.
Las federadas cubanas sentimos en carne propia el dolor que
produce este nuevo golpe a la dignidad humana, a la justicia, al respeto del
derecho internacional.
Es difícil consolar a las ancianas madres, que ven alejarse la
posibilidad de esperarlos con suficientes fuerzas vitales a su regreso; es
doloroso pensar en las esposas cuyas vidas de pareja se han truncado y solo se
mantienen por ese milagro que opera en las fusiones basadas sobre todo en la
identidad de principios y en la coincidencia de valores de vida. Es penoso
siquiera pensar y ponerse en el lugar de Olga Salanueva y Adriana Pérez, injusta
y obstinadamente condenadas a no ver a sus esposos por la reiterada negativa de
visas. Sabemos que no es casual, que es un modo ilegal, cruel, de manipular el
derecho a la comunicación con el fin de doblegarlos políticamente y quebrar los
pilares que sostienen a tan sólidas familias.
Las federadas cubanas llamamos a nuestras amigas en todo el
mundo y en particular, a las madres, abuelas, mujeres norteamericanas, a
realizar acciones de todo tipo; por pequeñas y modestas que parezcan, para
quebrar el silencio sobre este caso; para informar y esclarecer; para promover
solidaridad, justicia y la sensibilidad necesaria que mueva la opinión pública
mundial y nos permita a las mujeres cubanas, a las familias de los Cinco,
compartir y disfrutar el regreso a la Patria, que los espera orgullosa.
¡Confiamos en que los vínculos de las mujeres en todo el planeta
puedan forzar a que triunfe la verdad y se haga justicia, aún en una sociedad
basada en el egoísmo y el individualismo como lo es la sociedad norteamericana!
¡Confiamos en los muchos ciudadanos norteamericanos honestos que
han defendido una relación, respetuosa con Cuba: sin bloqueo, sin presiones, ni
agresiones!
¡Hagamos todas, unidas por los valores universales de la
justicia, el amor, la solidaridad, que el gobierno de los Estados Unidos y sus
tentáculos del poder judicial sientan la vergüenza de una acción tan deleznable
como la que acaba de tener lugar! ¡Forcemos con nuestra firmeza y convicciones a
que se haga justicia!
Secretariado Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas