Hijas e hijos dignos de mi patria:
Hace ya cincuenta años de que una marea
incontenible bajara de nuestras montañas, dando culminación
a un proceso histórico en el que como nunca antes se
transformara la moral en arrolladora fuerza física. Con la
entrada triunfal de Fidel en La Habana, precedido por Camilo
y por el Che, saltaba nuestro pequeño país al plano en que
se materializaría el destino señalado por Martí.
Tras cinco décadas de dura y ejemplar lucha,
la vida nos premia con otra entrada triunfal. Esta vez,
precedida por un ejército de médicos y maestros, por la
admiración universal ante nuestra resistencia, por el
agradecimiento de pueblos y por los ecos de su generosidad;
nuestra patria regresa por la puerta ancha al seno de una
América Nuestra que ya no es la misma, porque en ella
plantamos una semilla de dignidad que hemos defendido hasta
con nuestras almas, exitosamente, por cincuenta años.
Digno premio al sacrificio. Ejemplar
sacrificio sin mendicidad; sin niños pandilleros limpiando
parabrisas o inhalando pegamento en nuestras calles; sin
políticos mentirosos o policías abusadores; sin comunidades
en el abandono, haciendo desesperada justicia por sus manos;
sin analfabetos mendigando trabajo solo por un plato y
cobija; sin la humillación de vernos forzados a la
servidumbre, o la degradación de querer ser amos para
sentirnos realizados. Sacrificio de hermanos y de
compañeros, unidos en la titánica empresa de levantar la
sociedad más justa frente a todos los retos.
Hoy, con justo orgullo, todos ustedes
celebran. Nosotros, a pesar del cruel encierro, también
celebramos honrados de compartir con ustedes la misma
patria, satisfechos de sentirnos revolucionarios cubanos,
comprometidos por el reto de representarles de cara a
quienes nos agreden, privilegiados de haber sido tocados por
esa marea que hace medio siglo descendió de las montañas, de
habernos impregnado de su fuerza moral, y orgullosos de ser
al menos un minúsculo impulso dentro de ella.
iViva el 50 Aniversario de la Revolución!
iVivan Fidel, Raúl y su heroico pueblo!
Un abrazo.
René González Sehwerert