26 de Junio de 2002 Soy alguien que gozó de la pureza y el
humanismo que brinda el Socialismo y sufrió en carne propia el desprecio y lo inhumano
del imperialismo norteamericano
Olga Salanueva Arango,esposa de René
Querido Comandante en Jefe;
Compañero Alarcón;
Diputados e invitados a esta sesión:
Siento hoy la obligación moral de venir
aquí como una persona que se crió en una sociedad socialista y vivió durante cuatro
años en la sociedad capitalista norteamericana.
Soy alguien que gozó de la pureza y el humanismo que brinda el
Socialismo y sufrió en carne propia el desprecio y lo inhumano del imperialismo
norteamericano.
Tuve la gran suerte de nacer en Cuba
después del triunfo revolucionario del Primero de Enero. Junto a la Revolución crecí y
me formé. Como cualquier otro niño de este país recibí una y otra vez los beneficios y
bondades que me permitieron llegar a ser una profesional plena y de principios sólidos.
Los mismos principios que me permitieron reconocer en René González a un hombre
excepcional, y al cual me uní en vida, sentimientos e ideales. Juntos formamos 20 años
atrás una familia de la cual nos sentimos orgullosos.
En diciembre de 1990, de repente una noche,
me quedé sola con mi hijita de seis años. Mi esposo había abandonado el país y se
había convertido en un desertor.
Me quedé en este país, con mi hija, mi
carrera, con mi trabajo y como dijo Irmita, nadie nos señaló con el dedo. Seguí
trabajando, conservé todos mis derechos como cualquier otro ciudadano, amparado en
nuestra Constitución que no abandona a ninguno de sus hijos.
Me mantuve en el mismo cargo de dirección
administrativa y política que tenía en el momento en que René salió del país, mi hija
continuó sus estudios, siguió siendo pionera, continuamos viviendo en nuestra casa. Más
de una vez mi hija se enfermó y nadie me preguntó quién era, ni cuál era mi posición
política, solo estaban preocupados en resolver sus problemas de salud.
En 1996 partí junto a mi esposo, realicé
todos los trámites migratorios exigidos y mi hija continuó sus estudios hasta el último
día, aun y cuando la dirección de la escuela conocía mi intención de abandonar el
país, Irmita es seleccionada por sus compañeros como representante al Congreso Pioneril
como reconocimiento de sus valores humanos y que nadie, ni nada, podía empañar.
Al reunirnos en Estados Unidos, nuestra
familia se sintió feliz de poder compartir todos juntos y reanudar los planes que habían
sido aplazados por la larga separación, como la de tener un nuevo hijo, fruto de este
amor que nos une; pero, paralelamente a esta alegría de estar juntos, comenzó una nueva
etapa inolvidable en mi vida.
Son muchas la anécdotas, de las que pudiera
hablar largas horas, pero creo que solo con mencionar algunas puedo definir los falsos
valores humanos de aquella sociedad que pretenden imponernos como ejemplo a seguir.
Como fui reclamada legalmente y no violé
ninguna ley cubana, como no me fui en una balsa, como no me quedé en ningún país, como
no pedí asilo político y como no asesiné a nadie en Cuba, no fui beneficiada por la Ley
asesina de Ajuste Cubano.
Tuve el privilegio de conocer entonces cómo
vive en esa sociedad un ciudadano común proveniente de Cuba, que no tenga una persona u
organización contrarrevolucionaria que lo avale. Mi primer trabajo fue en un homes
o asilo de ancianos, por supuesto en un negocio particular. Allí entre paños sucios,
sábanas orinadas y tristes historias, conocí a muchos que un día siendo jóvenes
abandonaron su Patria y hoy son abandonados por su propia familia y esperan la muerte sin
que a nadie le importe.
Luego vendí propiedades de cementerio y me
di cuenta que en esa democracia debes tener dinero y conseguirlo como sea, para tener al
final de la vida un lugar donde puedan descansar tus restos y estos no sean una carga más
para quienes te sobrevivan.
En ese trabajo conocí a muchas otras
mujeres jóvenes y no tan jóvenes que decidieron un día alejarse de su país buscando el
sueño dorado, y que me contaban sus frustraciones con la sinceridad que a veces falta
para hacerlo ante otras personas, pero que se le puede confiar a quien ha corrido su misma
suerte.
Se sienten arrepentidas de haberse dejado
llevar por la propaganda anticubana y añoran regresar, sin mirar atrás, a la Patria
abandonada.
Cuando se vive esta experiencia es cuando
más se valora todo lo que se ha logrado en nuestro país, todo lo que no podemos dejarnos
arrebatar y todo a lo que jamás podremos renunciar.
En esos cuatro años no pude tener los
famosos beneficios que algunas compañías dan como limosnas a sus trabajadores, como
puede ser, por ejemplo, tener vacaciones en ocasiones pagadas, otras veces no, y que no
pasan de dos o tres semanas al año.
Tener derecho a que te descuenten un por
ciento de tu salario para pagar un seguro médico y que la compañía pague el otro por
ciento, por supuesto, siendo aprobado por los dueños del seguro, que investigan y
comprueban que no tienes ninguna enfermedad que les cueste demasiado.
Al quedar embarazada extrañé la ley cubana
de protección a la maternidad, de la cual disfruté aquí en Cuba durante mi primer
embarazo. Allí no existe esto, tuve que trabajar hasta los últimos días antes de parir,
a pesar de que a los siete meses tuve problemas graves de hemorroides, producto de la
ineficiente atención médica recibida durante todo este período.
En ese momento tuve que acudir a atenderme
al Kendall Hospital, un lugar muy sofisticado, muy bonito, pero en el cual
no me quisieron consultar hasta que René dio 300 dólares de su tarjeta de crédito como
garantía, para luego solo mandarme una pomada y unos calmantes, por lo que tuvimos que
terminar en una consulta privada de un amigo, el cual casi a sangre fría, por temor a
poner anestesia dado mi avanzado embarazo, pudo evacuar el trombo.
Luego vino el parto, el cual se produjo
igualmente en un hospital público, el Jackson Memorial, donde ante todo, y no
importándoles los dolores con que se presenta toda embarazada antes de dar a luz, te
piden uno y otro documento, te hacen llenar aplicaciones y verifican en sus computadoras
si tienes derecho a atenderte allí.
Al nacer mi hija Ivette y por tanto ser
ciudadana norteamericana por nacimiento, tuvo el "gran derecho" de tener un
seguro médico que cubría todos los gastos por un año y ahí comenzaron otros problemas,
ya que en una de las primeras consultas, una doctora dictaminó que la niña tenía un
soplo en el corazón y que había que seguir observándola. Posteriormente esta misma
doctora me planteó que la situación de la niña se había ido agravando y que era
necesario que como la cubría el seguro, la viera un especialista al que ella me
remitiría.
Luego ya estando la niña en Sarasota, junto
a su bisabuela, porque ya René estaba detenido y yo no tenía quién me la cuidara, otro
especialista y no al que me habían remitido en Miami, la vio y después de reconocerla y
revisar la historia clínica, nos planteó que todo era un gran fraude para poder cobrar
al seguro médico una costosa operación del corazón.
Mi pequeña hijita y toda nuestra familia
fue víctima de los mecanismos de corrupción y engaño prevalecientes en esa sociedad,
hasta en la esfera de la salud, que no tienen el más mínimo escrúpulo aunque esto
conlleve utilizar como víctima a una pequeña niña inocente que podría haber sido
sometida a una riesgosa operación que podía haberle costado la vida por el mezquino
interés del dinero.
En este período, puedo decirles que en el
país "más democrático" del mundo, como le titulan sus gobernantes, al ser
René arrestado y quedar nuevamente separados, sí perdí la casa, el carro, las tarjetas
de crédito, que en esa sociedad son una garantía para subsistir y tuve que ir a vivir en
casa de unos amigos.
En esos momentos, sin duda, viví lo más
crudo del capitalismo, me vi sola con dos niñas, desamparada y sufriendo la más cruel
injusticia cometida con mi esposo, al ser confinado en "el hueco" durante 17
meses e impedírsele el contacto con sus hijas.
Dos años después nuestra familia fue
utilizada para chantajear una vez más a René y ante su negativa contundente, soy
detenida tres meses en una cárcel federal, donde fui acusada de cargos que nunca fueron
probados y resulté deportada sin tener en cuenta que en ese país se quedaba mi hija,
nacida en EE.UU. e hija de un ciudadano norteamericano y de la cual no se hacían
responsables de que regresara junto conmigo a nuestro país.
Hoy, tras 22 meses de mi arresto y posterior
regreso a Cuba, y violando los más elementales derechos humanos que asisten a René,
ciudadano norteamericano, de ver a sus hijas y a su esposa, se me ha negado por parte del
gobierno de Estados Unidos la posibilidad de viajar para visitarlo y poder llevar a
nuestra pequeña hija a conocer a su padre, a quien vio en muy pocas oportunidades en sus
primeros años.
Se me acusa ahora de terrorista para negarme
la posibilidad de viajar nuevamente a EE.UU. a visitar a mi esposo.
Me pregunto si será el terror a que pueda
conocerse en EE.UU. esta historia, con los detalles que me asisten al ser una protagonista
excepcional de la farsa que han tratado de imponer a cinco jóvenes inocentes, luchadores
contra el terrorismo, la cual han querido mantener en el más absoluto silencio, lo que
motivó la negativa de visa e impide que mi pequeña hija y yo podamos visitar a René en
la prisión federal donde lo mantienen injustamente recluido y alejado no solo de su
familia y su Patria, sino incluso de sus cuatro compañeros de lucha.
Por último, permítanme terminar
diciéndoles que tengo todas las razones del mundo para asegurar que el sistema socialista
cubano es el más democrático, justo y humano que existe hoy y que lucharé y defenderé
toda mi vida.
¡Viva la Revolución!
¡Socialismo o muerte!
¡Hasta la victoria siempre! |