28 de Febrero de
2004
No lo admiro por
ser héroe, sino porque es una persona buena
En diálogo con Granma,
Irma la hija mayor de René Gonzalez, uno de nuestros Cinco Héroes
prisioneros en cárceles norteamericanas, evoca el más reciente
encuentro con su padre
ANETT RÍOS JÁUREGUI
El
procedimiento para entrar en la cárcel donde permanece René
González Sehwerert en Carolina del Sur, Estados Unidos, ha sido
similar durante todas las visitas de Irma González Salanueva, su
hija mayor. Los guardias chequean la lista de nombres autorizados,
revisan su cuerpo y sus pertenencias por lógicas medidas de
seguridad, imprimen un cuño en su mano, y luego que está
"limpia", la dejan pasar.
El salón de visitas
es amplio (caben unas 80 personas, calcula Irma). Los asientos plásticos
y verdes están dispuestos en filas formando distintas figuras. Un
grupo de guardias permanece adentro, observan la sala, y algunas
"libertades" durante el encuentro dependen de su
indulgencia.
"Esta
vez me dijeron: Un beso cuando llegues, un beso cuando salgas, un
abrazo en las mismas condiciones. No lo puedes tocar", comenta
Irmita, que es como la llama su familia.
"Todo el tiempo
debemos estar sentados, solo nos podemos levantar para ir al baño.
Lo único permitido es conversar."
La última visita de
Irma a su padre fue hace 25 días. En su familia solo ella y sus
abuelos han asistido periódicamente a la cárcel a visitar a René.
Es conocido que su madre, Olga Salanueva, y su hermana Ivette (de
cinco años), no han podido hacerlo. A Olga y a Ivette les niegan la
posibilidad de ver a su esposo y padre, respectivamente.
"Cuando yo tenía
seis años mi papá se fue a los Estados Unidos. Nos reencontramos
cuando cumplí 12. Acababa de llegar a los 14 años, y lo
arrestaron. Con mi hermana, en cambio, pensó que iba a disfrutar la
vida junto a ella, pero fue a prisión cuando Ivette era muy pequeña.
Y él quiere saber cómo es Ivette, quiere "verla" a través
de mí. Me pregunta con gran avidez sobre todo lo que ella hace, se
preocupa mucho por su educación..."
La gran
responsabilidad de Irma, en medio de la suerte de visitar a su
padre, es tener que transmitir las vivencias del encuentro al llegar
a Cuba. O viceversa. Contarle a René, cálidamente, sobre la vida
de la familia en la Isla. "Para mí es difícil porque son
largas horas de hablar con él, a veces cosas simples, y que no
recuerdo al regreso. Es una gran responsabilidad transmitir, por
ejemplo, los recados que manda a mi mamá... Nuestra meta es que
salga de la cárcel, pero por ahora yo lo que quisiera es que mis
padres tuvieran la oportunidad de verse. Irma tiene 19 años y
estudia Psicología (me gusta ayudar a las personas, ayudarlas a ser
felices, explica). No cree que su vida sea especialmente difícil.
"Hay personas de mi edad que han perdido al padre o la madre. Y
yo tengo a los míos. Hablo de mi papá, pero tengo que hablar de mi
mamá. Fue quien me crió, estuvo conmigo cuando a él lo
arrestaron; me dijo la verdad, quien luchó contra esa contradicción
en nuestra vida (vivíamos en una familia revolucionaria y de pronto
mi papá se va del país; ¿cómo decirle a esa niña: tu papá se
fue, pero tienes que quererlo?).
"Creo que nuestra
estabilidad, al menos la que yo tengo, se debe a ella. Sí, es un
poco difícil, pero hay que superarlo. Y no me creo una víctima. Sé
que él lo tuvo que hacer. Por supuesto, no hubiese querido todos
estos años de separación, ni que ahora se encuentre en la cárcel,
ni estar presente el día que lo arrestaron, pero así es la vida.
Yo estoy bien gracias al apoyo de mi familia. Si tan grande es mi
papá, igual de grande es mi mamá."
Gentilmente, Irma
busca el álbum de fotos de su viaje el pasado año a Carolina del
Sur. En las fotografías René aparece junto a Irmita, sus padres, o
algunos compañeros de prisión. El uniforme es color beige, se ha
quitado la barba ("solo se ha dejado el candado porque a mi mamá
le gusta..."), y sonríe.
"Lo que más
admiro de mi papá es que nunca se queja. Siempre tiene una sonrisa.
Jamás lo he escuchado hablar mal de nadie, ni siquiera de las
personas de la mafia con quien estuvo en Miami. Es un hombre
desprendido, noble. Halaga a todo el mundo. Y es modesto, muy
inteligente, pero modesto. Siempre está estudiando, siempre quiere
aprender cosas para ayudar a los demás.
"Cuando hace una
crítica, la hace con bondad. Me fascina su gran capacidad para
querer a las personas, su fuerza, el cariño que nos da, y sus
consejos. Lo admiro, no por ser héroe. Mi papá es mi papá, ante
todo, y como dice él, cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo
por su Patria. Lo admiro porque es una persona buena. Es mi ídolo.
Nunca piensa en sí mismo; piensa en el bien del mundo, en el
futuro."
Irma comenta que
siempre le dice a su mamá cuánto le gusta pasar inadvertida.
"Me cuesta un
poco de trabajo. En mi Facultad me siento muy bien, por ejemplo,
porque soy una más. Y me gusta ser una más, ser yo, no la `hija de
René'. Pero es algo que no me molesta porque sé que ayuda a su
libertad y tengo que hacerlo. Aunque te dé un poco de pena ir
caminando por la calle y que te reconozcan, es reconfortante
percibir el cariño y el interés del pueblo cubano. ¿Qué gobierno
del mundo y qué pueblo lucharían tanto por la libertad de cinco
hombres? Es algo muy lindo, que compensa la falta de privacidad. Si
hay tantas personas luchando por su libertad, lo menos que puedo
hacer yo es todo esto." |
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