Nació
el 9 de junio de 1963. Hoy es un "hombrón alto, fuerte, que me
levanta en peso", según describe Holmes Labañino a su hijo Ramón,
aquel que acunó en sus brazos cuando apenas abrió los ojos "pesando
ocho libras, si la memoria no me falla".
Han transcurrido 45 años.
"Jamás me dio dolores de cabeza. Fue un niño más
bien tranquilo. Respetuoso. No sabía jugar a las bolas ni bailar
trompo. Era muy estudioso. Fue muy saludable. Solo a los seis meses
le dio una neumonía, se puso feo y casi se nos muere, después de eso
debutó como asmático. Sin embargo, a partir de los siete años no le
dio más nada. La madre lo adoraba, y él también a ella, Ramoncito
era el hijo predilecto. De grande siempre le decía ‘mi madre, mi
madre, y ella se volvía loca’. Él pudo verla antes de ella morir. Un
día nos citamos en el cementerio. Se sentó a los pies de la tumba de
la madre y empezamos a hablar, le di todos los consejos que un padre
puede brindarle a un hijo, quedamos un rato en silencio y recuerdo
que le pregunté: "Oye m’ijo, ¿hasta cuándo vas a estar viajando,
mira que tú tienes hijas, mujer, tienes que dar más calor? Hasta ese
momento lo único que yo sabía era, según él, que andaba por España.
La respuesta de Ramón no le permitió entonces seguir
insistiendo: ‘Papá, ¿quieres que te diga una cosa? Yo no sé hasta
cuándo estaré viajando. Puede ser hasta que me muera’. Y le dio tres
golpecitos a la tumba de su mamá y salimos caminando". Se fue para
ese supuesto viaje a Barcelona en julio de 1998...
Ha transcurrido casi una década desde que Ramón
Labañino Salazar está encarcelado al igual que sus compañeros de
causa René González, Gerardo Hernández, Fernando González y Antonio
Guerrero. En ese tiempo: el hueco, los rigores de una cárcel, la
separación familiar¼ "pero no nos
quejamos, nunca lo haremos, hemos vivido y sobrevivido, e incluso
diría que estamos bien", escribió en el 2005.
Ahora un tribunal de Apelaciones ha decidido —en un
fallo con real tufo político— revisar su sentencia de cadena
perpetua más 18 años. Lo harán en una audiencia en Miami. El mismo
lugar donde fue condenado injustamente. Será Joan Lenard la
encargada de convocar la vista. La misma jueza que ha demostrado
tanto compromiso con el sector más reaccionario del exilio de origen
cubano en Florida.
Mientras, hace 24 meses Ramón Labañino no recibe la
visita de sus hijas y esposa. Recientemente fue transferido a otra
prisión, por un reordenamiento declarado en la penitenciaría federal
de máxima seguridad de Beaumont, Texas. Elizabeth, su compañera en
la vida, y las niñas —¡que ya han crecido tanto en ausencia de
papá!— aguardan, contando uno a uno los días, el permiso que se
dilata de las autoridades de Estados Unidos para poder verlo.
Otro cumpleaños pasará Ramón en el espacio reducido
de una celda. Holmes, entretanto, dirige la mirada hacia la puerta
de entrada de la casa. Recuerda a su "guajira, que era mucha mujer y
madre", y piensa en las veces que el Ramoncito de ambos se retrasaba
un poco y ellos le hacían surcos a la calle con los ojos. "Pero él
venía", reconoce Holmes. "Hoy la espera es más larga".