Ramón alcanzó ayer los 47 años, pero ninguna de sus tres hijas pudieron correr a acariciarle el amanecer con un ¡Felicidades! extenso, acorde a sus dimensiones de padre gigante. Tampoco su Elizabeth, la esposa amante y comprensiva, lo vio descubrir el regalo atrapado en papel brilloso, o saborear el platillo especialmente elaborado para este día.