28 de
abril del 2008
Los Cinco viven el infierno de los lockdown
JEAN-GUY ALLARD
Todos
los expertos del tema lo confirman: el sistema carcelario
norteamericano es uno de los más represivos del mundo donde abundan
las técnicas y los instrumentos para mantener a los reclusos en un
estado permanente de subordinación absoluta.
El lockdown, de uso generalizado en todos los
establecimientos de corrección, es uno de los tratos más degradantes
a los cuales han sido sometidos los Cinco por el mismo gobierno que
enseñó al mundo su concepto de los derechos del preso en Abu Grahib
y Guantánamo.
También víctima con sus hijas de lo sufrido por Ramón Labañino,
su esposo detenido en la prisión de máxima seguridad de Beaumont,
estado de Texas, Elizabeth Palmeiro explica lo que es este castigo
aplicado de manera rutinaria en el sistema de penitenciarías en el
país que más lecciones pretende dar al mundo en materia de derechos
humanos.
"Los llamados lockdown son el castigo masivo más usado por
las autoridades carcelarias, al menos en donde está Ramón. Consisten
en encierros prolongados de los presos en sus celdas por un tiempo
indeterminado en el que no se les permite ninguna de las actividades
diarias que normalmente realizan", cuenta.
"De repente, por algún incidente ocurrido en algún lugar de la
cárcel, se les quita abruptamente a todos los reos, a veces miles,
la casi totalidad de sus actividades diarias".
Explica Elizabeth que "cuando se da un problema de disciplina en
la prisión que casi siempre son grandes peleas entre las diferentes
bandas o alguna agresión grave a un preso o a un guardia, la medida
inmediata es castigar a la totalidad de la población penal,
independientemente de que no se esté vinculado al asunto".
Regla absurda de un sistema salvaje donde es común el uso de los
"sprays" de pimienta, donde guardias patrullan con fusiles y donde
se administran drogas "pacificadoras" a los numerosos reclusos con
enfermedades siquiátricas, los guardias del lugar no tienen
obligación alguna de informar a los presos, ni los presos tienen el
derecho a saber por qué los castigan.
HEMOS
ESTADO HASTA cinco SEMANAS SIN SABER DE ÉL
Por pura crueldad de los que Bush encarga del caso de los
cubanos, Ramón Labañino, condenado por actos de espionaje que nunca
se cometieron, en un juicio trucado realizado en medio de la Miami
mafiosa, ha sido enviado sin justificación alguna, como otros de sus
compañeros, a un centro de máxima seguridad repleto de reclusos
condenados por crímenes de extrema violencia.
"Desde que Ramón llegó a la USP Beaumont, en Texas, se han dado
decenas de lockdowns. Esta es una prisión considerada de las
más violentas y peligrosas del sistema", precisa Elizabeth.
También víctimas de estas violaciones colectivas de los derechos
del preso, Elizabeth y sus hijas Ailí, Laura y Lizbeth viven
innumerables días de angustia.
"Durante esos castigos que Ramón ha sufrido sin saber siquiera
qué ocurrió ni dónde ocurrió, hemos estado hasta cinco semanas sin
saber de él, sin cartas ni llamadas", recuerda, y explica que ha
sucedido que al salir de un lockdown de dos semanas, a los 10
días ha vuelto a entrar en otro por dos semanas más, y así
sucesivamente.
Desde el mismo día de su detención, el 12 de septiembre de 1998,
cuando el agente especial del FBI Héctor Pesquera corrió a informar
del arresto de "espías" a los congresistas cubano-americanos Ileana
Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz-Balart, los Cinco han sido sometidos a
una infernal serie de maniobras de chantaje que violan todas las
normas penitenciarias y los convenios internacionales contra la
tortura y los tratos crueles, inhumanos y degradantes.
Siguen hoy —casi 10 años después— encarcelados, por pura
crueldad, en cinco prisiones distintas del inmenso territorio
norteamericano con contactos prohibidos o muy restringidos, según el
caso, con sus familiares.
Mientras tanto, Luis Posada Carriles, el terrorista más peligroso
del continente, no solo recorre con toda libertad las calles de
Miami, sino que participa en una verdadera gira de promoción del
terror, una operación piloteada por la CIA. |