1 de abril de 2004
Mensaje de los Cinco a la
Comisión de Derechos Humanos
Magali Llort, madre de
Fernando González, uno de los cinco cubanos presos en Estados
Unidos por luchar contra el terrorismo, hizo uso de la palabra hoy a
nombre de la Federación de Mujeres Cubanas en el 60 Período de
Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos bajo el Tema 11, para
leer un mensaje enviado por los Cinco a esta Comisión.
Señoras y señores:
Soy la madre de
Fernando González Llort, uno de los cinco cubanos presos
actualmente en cárceles de Estados Unidos y hoy soy
portadora del mensaje de ellos para esta comisión.
"Cinco patriotas
cubanos, por el único crimen de proteger a nuestro pueblo del
terrorismo, cumplimos actualmente en prisiones norteamericanas el
sexto año de un vengativo e injustificable encarcelamiento. A
nuestras irracionales condenas, derivadas de un oscuro proceso
judicial en que se nos negara meticulosamente cada derecho como
defendidos, se ha añadido una conducta bárbara que ha tomado como
blanco a nuestros familiares más queridos, pretendiendo de tal
forma quebrar nuestro espíritu y tomar despiadada retribución, en
nuestras personas, contra todo lo que representamos.
La negación de
nuestros derechos humanos como individuos, se usa en este caso como
consagración de una violación de derechos mucho mas masiva y
criminal: aquella que se comete contra un pueblo al que por no
ponerse de rodillas, se le niega el derecho mas elemental a
determinar su propio destino y la manera en que organiza sus
instituciones y su vida.
Nuestro caso no es
más que la consagración del derecho, por el más poderoso, a
ejercer la violencia, a fomentar el terrorismo, a decidir
quién puede defenderse y quién no puede, y a confabularse con
apátridas y mercenarios para que lleven la muerte al país en que
un día nacieron. En el desdén de los fiscales por sus propias
leyes, en su irrespeto sistemático por los jueces, en sus abusos de
poder, en sus amenazas a los testigos y en su magisterio de la
hipocresía y del cinismo, se refleja la manera en que hoy, sin
pudor, se quiere imponer a la humanidad, como único y supremo
derecho humano, el derecho del mas fuerte.
Con la misma impunidad
con que se imponen, a pura fuerza, resoluciones contra Cuba en esta
Comisión, se impuso en nuestro caso un veredicto judicial que hace
honor, con largueza, al concepto hipócrita del gobierno
norteamericano cuando se trata de los derechos humanos o de la lucha
contra el terrorismo.
Sobre nosotros y sobre
nuestras familias, se vierte hoy todo el odio obsesivo que se ha
vertido sobre el pueblo de Cuba en los últimos 45 años. Por cada
hora que pasa sin que veamos a nuestros hijos, hay miles de cubanos
que han muerto victimas del terrorismo, sin haber visto crecer a los
suyos. Por cada caricia que falta a nuestros hijos, hay miles
de niños cubanos que fueron condenados a no recibir una caricia de
sus padres. Nuestras esposas y nuestras madres pueden considerarse
dichosas en comparación con las miles de viudas y las miles de
madres que han perdido a sus esposos o a sus hijos, victimas
del terrorismo financiado, organizado y ejecutado contra Cuba desde
los Estados Unidos.
Por tratar de
evitar ese sufrimiento estamos siendo castigados nosotros y
también nuestras madres, nuestras esposas y nuestros hijos.
Esa es la versión de los derechos humanos con que se inaugura el
siglo XXI, cuando se suponía que hubiéramos aprendido algo de
tantos imperios hundidos antes en su propia barbarie, arrogancia e
hipocresía.
Si el imperio
que ahora padecemos no arrastra en su caída a toda la especie
humana y la civilización logra sobrevivir al actual desequilibrio
entre exceso de tecnología y falta de sabiduría, quienes miren a
nosotros desde el futuro tendrán muy poca simpatía hacia la
historia de abusos a que ha sido sometida Cuba y de la cual nuestro
caso, es solo un capítulo.
Quienes hayan de
escribir esa historia no habrán de escatimar tampoco, sus
respetos al pueblo heroico y solidario que ha sabido resistir todas
las formas de agresión y que ha tenido como único escudo la fuerza
de su moral, la herencia de su historia y el legado humanista, lleno
de amor y de firmeza, recibido de sus mejores hijos. De todo ello
somos depositarios y no vamos a renunciar a un ápice de nuestros
principios, mas allá de lo que haga o deje de hacer el imperio en
relación a nuestros derechos.
Pero tampoco
renunciaremos a reclamarlos por nosotros, por nuestras familias y
por nuestro pueblo.
Seguiremos hasta que
se nos haga justicia, convocando el apoyo y la solidaridad de
todos los que aman la paz y la vida y de quienes defienden, sin
mancharla con la hipocresía que sólo inspira puja intrigante tras
intereses mezquinos, la noble causa de los derechos humanos.
Gerardo
Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y
René González.
Muchas gracias.
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