Cuando
Gerardo Hernández Nordelo amanezca este 4 de junio tras los barrotes
carcelarios que el gobierno norteamericano le impuso desde 1998,
privándolo inmerecidamente de la libertad, estará cumpliendo 43 años
de edad, de ellos los 10 últimos sin su Bonsái.
Un hombre puede entrenarse en soportar martirios,
alimentadas sus fuerzas físicas y mentales con la convicción de que
sus ideales justifican los sacrificios más allá de cualquier
injusticia; pero nunca reprimir todos sus sentimientos todo el
tiempo de su vida. Por eso, en este miércoles especial, Gerardo
traerá consigo en sus recuerdos al tesoro viviente de su vida:
Adriana Pérez O`Connor, la esposa que él poéticamente llama "Mi
Bonsái".
Ella es la mujer con quien contrajo matrimonio hace
24 años, la acompañante desde entonces por los senderos de la vida,
por todos ellos, también por el que lo condujo injustamente a la
prisión.
La queja, el reclamo, el grito acallado en sí mismo
para que el enemigo no se refocile en su sadismo, es para denunciar
a quienes, obrando contra la propia ley y la justicia, cebaron sus
odios y venganzas en cinco hombres nobles. Gerardo, al igual que sus
compañeros Ramón Labañino, René González, Fernando González y
Antonio Guerrero, conoce la importancia de las acciones que
desarrollaron en territorio norteamericano para conocer y alertar a
tiempo sobre los planes terroristas que desde allí fraguaban
elementos inescrupulosos.
Ellos son internacionalmente conocidos como los
Cinco, luchadores antiterroristas que la Casa Blanca encarceló en
septiembre de 1998 bajo cargos falsos, y en un juicio políticamente
amañado, condenó a penas que suman cuatro cadenas perpetuas más 77
años.
De nada valió que un panel de expertos de Naciones
Unidas declarara la falta de fundamentos jurídicos para tamaña
arbitrariedad, ni que un tribunal de tres magistrados de la Corte de
Apelaciones de Atlanta, Georgia, invalidara en una ocasión el
proceso y las sentencias.
La mente enajenada de George W. Bush —el presidente
más impopular que ha padecido Estados Unidos, según encuestas
recientes—, junto con las de sus asesores, frustrados en empeños
anticubanos mayores, dictaron órdenes de impedir por todos los
medios que la ley hiciera verdadera justicia a los patriotas cuya
misión en Miami era informar a su Patria de los planes terroristas
contra Cuba fraguados allí.
A Gerardo le dieron dos cadenas perpetuas más 15
años de reclusión.
Afamados e imparciales expertos en jurisprudencia
han demostrado la falsedad de las imputaciones, al igual que los
procesos enajenados del que él y sus compañeros han sido victimas.
Para los Cinco han transcurrido 117 meses en
prisión, algunos de ellos confinados en "el hueco", brutal forma de
castigo.
Esta realidad está presente en la mente de Gerardo
en su cumpleaños 43, en plena madurez vital. Pero él sabe que las
ideas no son apresables, y que el pensamiento y la acción de
millones de compatriotas y amigos lo acompañan hoy, no en la
prisión, sino en la libertad de sus ideales.