10
de Julio del 2003
GERARDO
HERNANDEZ
Dos cadenas
perpetuas por luchar contra el terrorismo
El padre Michael
Lapsley, presidente de la Sociedad de Amigos de Cuba, en
Sudáfrica, pasó tres horas y media visitando a uno de los
Cinco Prisioneros Políticos cubanos en Estados Unidos
POR MICHAEL
LAPSLEY
GERARDO
Hernández cumple dos cadenas perpetuas, más quince años, en
la penitenciaría federal de máxima seguridad de Lompoc, a
tres horas de Los Angeles. Lo más irónico de todo es que
Hernández ha sido condenado a cadena perpetua en EE.UU. por
su contribución en la lucha contra el terrorismo.
Desde su
detención, Hernández tiene en su pared una pequeña foto
recortada de una revista en la que aparece el compañero Fidel
abrazando a Madiba. Me preguntó si podría mandarme la foto
para que la tuviera en lugar seguro. Después de la invasión
a Iraq, Los Cinco fueron, sin aviso alguno, sacados de sus
celdas y colocados en una nueva cárcel como castigo,
quitándoles sus documentos personales y hasta sus ropas y
dejándolos prácticamente en paños menores.
Todo parece
indicar que la ultraderecha de Miami se vio frustrada por la
creciente campaña internacional para liberarlos, ya que sus
amigos en Washington cesaron en su acoso y humillación,
producto de la protesta internacional.
En 1989
Hernández participó en una misión internacionalista en
Angola. Me dijo con orgullo que había sido un gran privilegio
para él haber contribuido en la lucha contra el apartheid.
Comentó que algunas de las más significativas fechas de su
vida coincidían con fechas importantes de las recientes
transformaciones efectuadas en Africa del Sur.
Gerardo
Hernández estudió diplomacia en Cuba. Algunos de sus
condiscípulos son veteranos diplomáticos y embajadores. Poco
después de haberse casado Adriana Pérez O'Connor, la que ahora ejerce como
ingeniera química en La Habana, la inteligencia cubana le
pidió a Gerardo realizar otro tipo de actividad diplomática.
Desde el triunfo de la Revolución en 1959, un pequeño grupo
de derechistas miamenses han realizado incontables actos
terroristas contra Cuba, incluyendo secuestros, la colocación
de bombas en hoteles y más de 600 atentados contra la vida de
Fidel Castro. Se decidió infiltrarlos en territorio
norteamericano para impedir más actos de este tipo.
A Gerardo se le
pidió participar en este peligroso proyecto para proteger a
su patria. Aceptó, consciente de los riesgos que conllevaba.
A Gerardo
Hernández lo han cogido de chivo expiatorio por las acciones
realizadas por la fuerza aérea para proteger a la población
civil de Cuba. Ha sido hallado culpable de espionaje por
suministrar información, que no era secreta y no amenazaba la
seguridad de los Estados Unidos.
Son tan fuertes
los sentimientos anticastristas en Miami que resultó
imposible ser juzgados con ética en esa ciudad. Los
Cinco apelan para que su sentencia sea anulada o por lo menos
tengan un nuevo juicio que no sea en Miami.
Actualmente
Gerardo Hernández (junto con sus cuatro compatriotas que
están en diferentes prisiones), se ha convertido en embajador
de su país, sirviendo de ejemplo para sus carceleros, por
hechos y palabras, de la verdad y nobleza que Cuba ha logrado.
Lo mismo que
Madiba y sus compañeros de prisión convirtieron la isla
Robben en una universidad, Gerardo, por la forma en que se
conduce, creará una "organización de solidaridad en la
prisión".
Cuando la esposa
de Gerardo trató de visitarlo, sin haber podido ver a su
esposo por cinco años, fue interrogada por largas horas y
devuelta a su país. Expresó profundo dolor por la
separación de su esposa, familia y de su patria. Al mismo
tiempo Gerardo me pidió que expresara la fortaleza que
experimenta dado el apoyo por parte del movimiento mundial de
solidaridad y por todo lo que ha logrado el pueblo de Africa
del Sur. Expresó su aprecio en particular por la reciente
carta de apoyo de Nadine Gordimer y de las muchas postales de
la Sociedad de Amigos de Cuba en Sudáfrica.
Le pregunté si
lamentaba algo. "No, nada... como dije en el juicio,
citando a Nathan Hale, lo único que lamento es que sólo
tengo una vida que darle a mi país".
Nos prometimos
vernos otra vez, espero que en La Habana, no en una prisión
norteamericana. Después de abrazarnos, me disponía a partir.
Al mirarlo de nuevo lo vi firme, en atención, sonriéndome
con el saludo del puño erguido. Sentí el privilegio de haber
estado con uno de los mejores hijos de Cuba.
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