3
de Junio del 2003
La fiesta de Gerardo este cuatro de
junio
Su madre porta en sus labios el beso de la patria
para estamparlo en tu frente martiana, aquí, en tu celda, delante
de tantos que te quieren, incluso frente a la mirada extraviada de
ese cancerbero que sigue sin entender por qué estallas en risas,
mientras escuchas el canto alegre de todos tus hermanos que te
desean: ¡Felicidades, Gerardo, hoy cuatro de junio, en el día de
tu cumpleaños!
ROBERTO PÉREZ BETANCOURT (*)
Especial para la AIN
Este cuatro de junio despertarás
entre las cuatro paredes de tu celda estrecha con una sonrisa
traviesa de hombre crecido.
GERARDO
HERNÁNDEZ NORDELO
El cancerbero que te observa a todas
horas no entenderá esa alegría muda, hacia adentro, reflejada en
tu rostro, y dará la voz de alarma.
Dentro de tres meses y ocho días se
cumplirán cinco años de tu encierro, aquel 12 de septiembre de
1998. Entonces te llamaban Manuel Viramontes. Aun faltaban un año
dos meses y 16 días para que renacieras con tu verdadera identidad:
Gerardo Hernández Nordelo.
Hay otras fechas que hoy recordarás.
También nombres de personas a las que traerás junto a ti, gracias
a esa prodigiosa facultad que desarrollan los que esperan en paz.
GERARDO
Y SU ESPOSA ADRIANA
Estará Adriana, la mujer a la que
uniste tu destino en 1988, a quien le reiterarás tus propias
palabras: "Cuando yo pienso en todas las formas en que tú me
haces feliz, casi no me puedo creer lo dichoso que soy de tener una
esposa como tú. Tú eres el amor de mi vida...".
Evocarás tu graduación en 1989 en
el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, y las
pretéritas voces de amigos y confidentes rememorarán instantes de
alegría y sueños estudiantiles, compromisos y chistes que no
pasarás por alto para dibujarlos con tu habitual sensibilidad
humorística.
El año 90 marca un instante crucial:
Viajar a los Estados Unidos para desde las entrañas del monstruo
prevenir las acciones de los terroristas.
CARMEN
(MADRE), ADRIANA (ESPOSA), GERARDO Y MADRE DE ADRIANA
Hoy, junto a ti, también estarán
ellas, tus hermanas: María del Carmen, inolvidable en el recuerdo
de su partida a destiempo, cuando aquel accidente fatal la arrebató
a la vida, e Isabel, abarcadora de afectos, multiplicando voces
amigas.
Y las cartas, sobre todo aquella que
escribiste a la familia el primero de febrero de 2001, después de
pasar 17 meses incomunicado en el hueco carcelario:
"... Para mí lo más importante
del mundo es que ustedes estén del lado mío, que comprendan la
necesidad y la importancia de este sacrificio que yo les he
impuesto(...) Yo estoy viviendo la vida que escogí, la que siempre
soñé vivir, y es por eso que no tengo absolutamente nada de qué
quejarme ni de qué arrepentirme (...) El sacrificio nunca será
mayor que el que hicieron otros que entregaron sus propias vidas por
la Patria (...) Yo nunca les voy a fallar a ustedes".
CARMEN
NORDELO, MADRE DE GERARDO
El 20 de junio de ese mismo año,
tras una amplia información radiotelevisada dirigida al pueblo y al
mundo, reveladora de las acciones heroicas desarrolladas por ti y
por tus compañeros, las palabras del moderador expresaban el sentir
de millones de compatriotas: "La patria os contempla
orgullosa".
Lo recuerdas hoy, en tu diminuta
celda, donde con la magia de tu memoria continúas recibiendo nuevas
visitas, y ves a tu carcelero exprimirse el cerebro porque no
entiende el enigma de tu sonrisa.
"... Su señoría, la Fiscalía
considera, y así lo ha pedido, que debo pasar el resto de mi vida
en una cárcel. Confío en que si no es en este, en algún otro
nivel del sistema, la razón y la justicia prevalecerán por encima
de los prejuicios políticos y los deseos de venganza y se
comprenderá que no hemos hecho ningún daño a este país, que
merezca semejante condena. Pero si así no fuera, me permitiría
repetir las palabras de uno de los más grandes patriotas de esta
nación, Nathan Hale, cuando dijo: "Solo lamento no tener más
que una vida para entregar por mi patria".
Rememoras esas, tus propias palabras
de alegato
en aquel juicio insano, y miras aún más alto a través de los
barrotes, hasta divisar la estrella de Héroe de la República de
Cuba que te concedió tu pueblo y que te da fuerzas cada día para
seguir adelante.
Ahora llega ella, Carmen, humilde,
para arrullarte, como hace 38 años, aquel cuatro de junio de 1965,
cuando te trajo al mundo.
La madre porta en sus labios el beso
de la patria para estamparlo en tu frente martiana, aquí, en tu
celda, delante de tantos que te quieren, incluso frente a la mirada
extraviada de ese cancerbero que sigue sin entender por qué
estallas en risas, mientras escuchas el canto alegre de todos tus
hermanos que te desean: ¡Felicidades, Gerardo, hoy cuatro de junio,
en el día de tu cumpleaños! (AIN)
(*) El autor es colaborador de la AIN
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