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12 de Mayo de 2002

¡Mami, estoy orgulloso de ti!

POR HUGO GARCIA FERNANDEZ --del diario Juventud Rebelde--

Al primer golpe de vista, la compacta vegetación frente a la vivienda no deja dudas de que sus habitantes aman la naturaleza. Helechos, mariposas y otras plantas ornamentales recrean con su verdor el paisaje, que no por brindar sosiego salva la herida profunda de la ausencia de un hijo, hermano, esposo, tío, vecino, para todos, cariñosamente Gerar...

Y el hecho de sentarme en el sofá de vinil rojo donde Gerardo Hernández Nordelo se acostaba sin camisa y en short a jugar con cualquiera de sus cinco sobrinos, me acercó a la familiaridad de uno de nuestros cinco héroes prisioneros del Imperio.

"Fue siempre muy cariñoso, saludable, aunque hacía alergia a la aspirina", nos relata Carmen Nordelo Tejera con la voz casi imperceptible, cada pedacito de historia de su único varón, mientras se mece en uno de los dos sillones en que alguna vez también este se balanceó.

En la medida en que dialogamos sobre su hijo más chico, la noto más dispuesta a revisar en su mente etapas que pasan por la vida inadvertidas y a las que uno apenas les brinda importancia en su momento, hasta un día en que se agolpan motivadas por situaciones especiales. 

—La mirada de Gerardo denota picardía. ¿De chico le dio muchos dolores de cabeza?

—Al contrario, era muy responsable, estudioso. Incluso, cuando él nació yo tenía una hija de diez años y otra de ocho, y la gente me decía que ese niño se iba a criar podrido en malacrianzas, porque después de dos hembras grandes tener un varón no sería nada fácil.

"Por ejemplo, mi esposo se ponía a arreglar el jardín y Gerar cogía el vagón y llevaba la hierba a botarla a un placer cercano; entonces una vecina me comentaba: ‘Carmen, eso es un abuso, porque el niño está chiquitico; y yo le contestaba, imagínate, eso le nace, nadie lo obliga ni se lo pide.’

"Él se caía, se levantaba, se sacudía las rodillas y decía: ‘los machos no lloran’. Practicaba kárate, pelota, jugaba bien dominó y el billar; siempre estaba activo, hacía caricaturas y participaba en concursos, y cuando una vez ganó una mención, pues empezaron a publicárselas en las revistas y periódicos."

Amable, humilde, Carmen nació el 15 de julio de 1933. Casualmente en igual día y mes se casó Gerardo con Adriana, y desde entonces el 15 se convirtió en el número preferido del joven. 

—¿Dicen que los varones sienten siempre mayor apego por las madres?

—Él es muy cariñoso con todo el mundo. Y conmigo, ¡por favor! Fíjate, ahora que está tan lejos constantemente me dice mami, tú cuídate, que lo más malo que a mi me pueda suceder aquí es enterarme que a ti te pase algo.

"Cuando nos vimos en Estados Unidos, yo no sé de dónde saqué fuerzas. Me dijo: ‘Mami, ¡qué bueno!, estoy orgulloso de ti porque te veo firme en primera fila’. Eso lo estimuló, pues en las condiciones en que está si me ve llorando se afligiría más. En todas sus cartas se preocupa porque me cuide, al igual que con su papá cuando estaba vivo." 

—Tiene fama de buen pelotero...

—(Sonríe) Cerca de nuestra casa vivían dos maestras ya mayores de edad y un día una de ellas me expresó: oiga Carmen, en este reparto como el niño suyo no hay ninguno, pues todos estaban jugando pelota en la rotonda y al verme me dijeron ‘adiós maestra, ¿cómo está?’, y siguieron jugando; sin embargo, Gerardito se salió del grupo me cogió la jaba y me acompañó hasta mi casa. Después me dice jaraneando: ‘Mami, ¿tú sabes lo que dicen los chiquillos?, que yo soy malo jugando pelota porque me dedico a cargar jabas.

"Hace poco Adriana (esposa de Gerardo) le contó por teléfono que los periódicos Girón y Juventud Rebelde habían publicado una entrevista con un amigo de él de la Ciénaga de Zapata con quien compartió misión internacionalista en Angola, y no la dejó terminar. Enseguida le respondió que ese era su hermano Urbano Bouza Suriz, asimismo, con los dos apellidos y todo, pese a que no se ven desde 1990. Se puso contento de saber sobre su amigo y de poderse comunicar con él. Creo que eso da la medida del valor que le brinda a la amistad." 

—¿Qué pasaba un día cualquiera aquí en esta casa cuando estaba Gerardo?

—Él dibujaba, dedicaba mucho tiempo a sus caricaturas en un buró que tiene en el cuarto. Veía bastante televisión. Por las tardes practicaba kárate o salía a pasear. Se acostaba tarde y dormía pocas horas. Le dedicaba mucho tiempo a atender sus plantas y animales. Lo mismo tenía una jicotea, pájaros, que un perro. 

—¿Cómo aprecia su estado de ánimo en las condiciones tan difíciles del injusto cautiverio?

—Ahora lo vi mejor que la primera vez que fui a Estados Unidos. Trabaja como operador de una computadora y lo dejan coger un poco de sol, menos mal, porque anteriormente estaba blanco, blanco, blanco... Creo que se encuentra más repuesto. 

—¿En qué circunstancias lo vio ahora?

—Las visitas son viernes, sábado y domingo. Llegamos el viernes un poco tarde y tuvimos que ir a verlo el sábado. Nos encontramos en un salón grande, donde hay mesas y sillas. Nos sentamos uno frente al otro. Cuando él entró al salón, vestido con el uniforme de color beige, me levanté y lo abracé con todas mis fuerzas. Le tomé sus manos en la mesa, se las acariciaba con cariño cuando me hicieron señas de que se las soltara. Conversamos de todo. Preguntó por todo el mundo. 

—¿Cuándo fue la última visita?

—El 19 de abril. Estuvimos diez días por allá. La primera semana lo vimos una vez y en la siguiente el viernes, sábado y domingo. En total fueron cinco visitas.

"Es un local más antiguo que donde estaba anteriormente. Me manifestó que se siente mejor, que le gusta su trabajo en la computadora y que se dedica a llevar las estadísticas en una fábrica de conectores electrónicos." 

—¿Qué tiempo dura una visita?

—Según los puntos que acumulan se les dividen las horas para cada día. La última vez le quedaban tres horas y nos permitieron estar una hora adicional. También contamos con la opción de que él puede llamar por teléfono. 

—Este domingo millones de cubanos las tendrán a ustedes muy presentes en sus corazones. ¿Qué recuerda de la última vez que celebraron juntos el Día de las Madres?

—Siempre se preocupaba por mí. Tanto en mi cumpleaños, como en el Día de las madres, me traía algún regalo. Muchas veces lo vi en el trajín de dedicar cantidad de postales de felicitación por esa fecha. No podría precisar qué sucedió la última vez, pero normalmente se pasaba ese día aquí. Felicitaba a las madres del barrio, su suegra y quizás salía. Claro, lo extrañaré, pero ese día estará bien presente como siempre en mi corazón." 

—Si tuviera una oportunidad real de que la gran prensa norteamericana le publicara una especie de mensaje a las madres de ese país, ¿qué les diría?

—Primero felicitarlas por tan bonito día, al igual que a todas las madres cubanas. Les pediría a ellas que cooperaran en que se actúe con justeza. Cuando fui a Miami pensaba cómo sería la reacción de la gente allá al considerarlos a ellos como espías, y sin embargo, increíblemente, todo el mundo se solidarizó con nosotros, los miembros de la Brigada Antonio Maceo nos visitaban en el hotel.

"Tengo que reconocer que no hubo una sola persona que no se mostrara así con nosotros. Esa vez le comenté a Gerar: ‘En Cuba todo el mundo está pendiente de ustedes y les mandan recuerdos’, y él me dijo: ‘mami, no pienses que es allí solo, yo recibí una postal de San Francisco, California, que trae 40 firmas solidarizándose con nosotros’.

"Y su abogado comentó que estaba admirado con la actitud de los cinco jóvenes, porque a pesar de las condiciones que tienen, están ahí firmes y no se doblegan y hacen caricaturas, poemas y se mantienen con dignidad."

—¿Pese al dolor, como madre se siente muy orgullosa de su hijo?

—¡Como no! y Fidel al pie de nosotras. Cada vez que nos ve nos da un beso y nos dice: "¡ellos regresarán!" Todos están pendientes. Hace poco Melba Hernández me pidió que le enviara un beso, y me imagino que fue a nombre de todas las madres cubanas.

Tomado de Juventud Rebelde

 

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