3
de julio del 2006
Nada nos
quitará el amor
DEISY
FRANCIS MEXIDOR
Francis_mexidor@granma.cip.cu
Rosa
Aurora Freijanes Coca es una mujer de carácter apacible y
dulce, amante del hogar, la familia, de la buena lectura y de
la vida en pareja. Siempre soñó con tener a su lado a un
hombre con el cual echar raíces y que alrededor de ambos
corretearan los hijos, luego los nietos…, sin embargo, no
siempre lo que se desea sucede y nunca se sabe lo que depara
el mañana o el después.
De todas las
cosas que ama, tiene al hombre ideal, pero juntos no han
podido darle calor a un hogar, juntos no han podido tener los
niños que tanto hubiesen querido. Esposa de Fernando
González Llort, uno de los cinco luchadores antiterroristas
cubanos, encarcelados injustamente en Estados Unidos, Rosa
Aurora es del criterio que esta "es solo una etapa triste
en nuestra existencia y que pronto el dolor por la separación
terminará".
Ambos aplazaron
aspiraciones personales por un deber mayor con la Patria y no
se arrepienten "lo que duele mucho es que el odio y la
injusticia haya sido tan grande que lejos de reconocer la
misión que tanto Fernan como sus hermanos de causa realizaron
al infiltrar los grupos terroristas amparados en la ciudad de
Miami, el gobierno de Estados Unidos haya condenado a los
Cinco a largas e inadmisibles sentencias de cárcel",
dice Rosa Aurora en un diálogo que transcurre en la sala del
apartamento donde reside, en el cual a cada paso se observa un
detalle que recuerda a su Fernando.
Dialogamos
extensamente y estos son los fragmentos más relevantes de una
conversación en la que de momento una sonrisa, el brillo en
sus ojos azules y hasta una lágrima furtiva, nos hicieron
partícipes del drama emocional que vive esta mujer cubana que
lucha, al igual que el resto de los familiares de los Cinco,
por la pronta liberación de sus seres queridos.
EL PRIEMIO DE
ROSA AURORA
Fernando es el compañero
para toda la vida, lo digo con honestidad. Para mí es un
premio, porque es un hombre de una calidez tremenda, es el ser
humano que siempre está dándote muestras de cariño físico,
de cariño espiritual y eso uno lo aprecia mucho. A veces me
pasaba por al lado en la casa y me daba un beso, no le
importaba si estaba en la cocina, limpiando o llena de sudor
de pies a cabeza, así mismo me daba un abrazo.
Cuando me preguntan por
él, me gusta referirme a una experiencia que para nosotros
era muy linda. Él no escribe poesía; sin embargo, tiene una
voz muy varonil, una voz grave, hermosa. Al menos para mí es
la más preciosa que existe. Yo tenía la malacrianza de que
me leyera poemas y ¿saben lo que hacía?, me cargaba sobre
sus piernas en cualquier sillón de la casa, especialmente nos
refugiábamos en el balcón, ahí me leía versos de Neruda,
de Vallejo, de Roque Dalton, de Benedetti. Y ese acto sencillo
de una pareja, es para mí uno de los recuerdos que más
extraño.
Fernan es un hombre al
que le gusta compartir las tareas domésticas, de todos los
días, no tiene ningún tipo de complejos, no es para nada
machista, eso también un poco lo achaco al hecho de que hizo
la secundaria y el pre-universitario becado. Él estudió en
la Isla de la Juventud y los pases eran cada 45 días. Un poco
en broma y un poco en serio yo le digo a la gente que Fernando
lava mucho mejor que yo y es verdad, porque lo hace más
rápido, la ropa le queda mucho más limpia; además tiene
unas manos fuertes.
Éramos vecinos, pero por
esas cosas de la vida ni siquiera nos veíamos. Nos
encontramos en 1989, cuando él regresaba de Angola.
Sinceramente, a mí, me deslumbró su figura, esa virilidad
que transpira desde que se te acerca. Empezamos a
relacionarnos, porque yo estaba estudiando Colaboración
Económica y le pedí a su hermana Martha que ella me ayudara
con la asignatura de Economía Política, pero me dijo:
—Muchacha, habla con mi
hermano que él te puede ayudar.
Así comenzó nuestra
amistad.
A PESAR DE LA
DISTANCIA
Más tarde se
interesó por ayudarme también con la tesis, estudiábamos
juntos como si él fuera a graduarse. Nos intercambiábamos
libros de cualquier tipo de literatura. Yo le prestaba uno de
poesía y entonces se me aparecía con una novela. Poco a poco
nos dimos cuenta de que nos gustaban las mismas cosas y
decidimos comenzar a salir juntos, hasta que llegó el momento
en que ya no queríamos estar lejos el uno del otro, pero fue
simpático porque a la vez que lo deseábamos, teníamos miedo
de perder la amistad que habíamos creado; sin embargo, el
amor superó todo eso y el 3 de junio de 1990 nos hicimos
novios.
Nos casamos en
el año 2002 por poder, ya él estaba preso. No es lo que
habíamos soñado, porque juntos hicimos muchos planes para
nuestra boda, precisamente habíamos pensado hacerlo alrededor
de septiembre de 1998. El día 12 de ese mes se produjo la
detención de Fernan y comenzó una etapa de postergación de
todos esos proyectos personales, lo más doloroso es que
tampoco se materializaría la posibilidad de tener hijos.
Muchas veces hablamos acerca de los hijos que en algún
momento soñamos tener y decidimos aplazarlo, porque
queríamos que al nacer nuestro niño tuviera la dicha de
crecer junto a los dos.
Yo desconocía
exactamente el trabajo de Fernan, pero sí era una realidad
que teníamos largas separaciones, hubo quien intentó crear
dudas acerca de si él me engañaba y yo digo con honestidad
que nunca sentí incertidumbre, cuando él se ausentaba yo lo
atribuía a su alto sentido de la responsabilidad, porque para
mí el formaba parte de un grupo de economistas que trabajaba
en el tema de las inversiones extranjeras en Cuba y por esa
razón salía del país con frecuencia. En ocasiones se
demoraba algún tiempo y yo lo comprendía, como también
advertía que era una labor que requería de una tremenda
discreción, de esa manera lo interpreté, jamás le pregunté
en qué consistía puntualmente. Por ejemplo, yo trabajé
durante muchos años en el Banco y esa labor requiere un nivel
de discreción. Yo asumí lo que hacía Fernan como si se
tratara del Banco.
Y aunque nos
duele no haber tenido hijos, cuando veo lo difícil que ha
sido la vida de los hijos de nuestros compañeros me doy
cuenta que si bien nos hemos privado de esa felicidad,
también hemos ahorrado mucho sufrimiento, porque es muy
triste observar como Ivette va creciendo sin la presencia de
René, sin dudas el mejor padre que Olga pudo escoger para sus
hijas; sin embargo la realidad es muy dura para esa niña.
Ella habla constantemente de un padre que no conoce, con el
cual no ha podido compartir su vida, sus momentos más
felices. Él no ha podido ayudarla a aprender a leer o a
escribir, contarle un cuento por las noches o llevarla a un
parque. Es un drama humano indescriptible, provocado por esta
cárcel injusta.
A pesar de la
dura etapa que estamos transitando, nada nos puede quitar el
mantener latente el amor y la esperanza. Nos seguimos
alimentando de los momentos que hemos disfrutado juntos. No me
cansaré de decir que para mi Fernando es el amor, el mejor
hombre del mundo, la persona con la cual he vivido instantes
de una dicha enorme, con el que he compartido también
momentos de mucho dolor y ha estado ahí a mi lado, dándome
su apoyo siempre. Yo perdí a mi padre en el año 1996 y
Fernando no se separaba de mí. Siento que en Fernan resumo
todo lo que yo hubiera podido desear en la vida, por eso de
él lo quiero todo, en todos los momentos.
El FERNAN QUE
QUIERO
A veces
discutíamos, como cualquier pareja. Fernando tiene un
carácter fuerte, además es un hombre muy inteligente y
defiende sus posiciones con tremenda fuerza. Cuando hay un
criterio que el no comparte, defiende su posición hasta el
final y a veces esas discusiones eran fuertes, no por cosas
fundamentales o de principio que al recordarlas hoy hasta me
río. Una vez fue por el asunto del agujero en la capa de
Ozono, ¡imagínense! Yo andaba con esa preocupación, incluso
me adherí con una gran vehemencia a una campaña
internacional que se hizo con el objetivo de salvar la capa de
Ozono. Fernan me miraba y me replicaba:
—En el mundo
hay problemas fundamentales, hasta más importantes que ese
famoso agujero y merecen toda la atención de los pueblos y
los gobiernos.
Nos pasamos
días en esa cuestión. Al final lo convencí con el argumento
de que:
—Bueno, está
bien. Lo que dices es válido, pero o nos preocupamos por
salvar el planeta o no valdrá la pena ninguna otra lucha
porque, ¿dónde estará la gente que lo va a vivir?.
Él se sonrió y
aceptó que yo había ganado.
—Me
convenciste, asintió Fernando.
Por la noche,
por muy bravos que hubiésemos estado, nos abrazábamos uno al
otro a la hora de dormir, no sabíamos hacerlo de otra manera,
por muy fuerte que hubiese sido la discusión.
Yo llegaba en
ocasiones de mi trabajo peleando por montones de cosas y él
estoicamente me aguantaba toda la descarga. Siempre que podía
me esperaba acodado en el balcón, desde que me veía por la
esquina de la calle me abría los brazos y cuando me recibía
en la puerta de la casa me decía:
—Tú me estás
matando. Tú sabes como tengo el corazoncito, hecho una
pasita, por tu culpa mujer sinvergüenza, por qué llegas a
esta hora?
Así eran sus
palabras. Es una persona muy dulce y ocurrente. Ese es
Fernando, el hombre comprometido con los principios a los
cuales le ha entregado buena parte de su vida. El que ha
ganado la condición de héroe. Es también mí héroe, pero a
la hora de abalizar la dimensión de todo esto yo reflexiono
que uno no comparte la vida cotidiana, con la imagen heroica
de esa persona sino con algo mucho más sencillo: con el
hombre que tu ves dentro de tu casa en chancletas o en short
con este calor nuestro; que te pasa por al lado y simplemente
te da una nalgada o un beso, como hace cualquier cubano con su
mujer; que se sienta contigo a comer, a conversar, a ver la
televisión… y por eso a veces me cuesta trabajo cuando me
leo un artículo —no en todos los casos—, pero me parece
que les suele faltar eso: el acercamiento humano, que le
permita al lector comprender que es un hombre como cualquier
otro y que no es una persona inalcanzable.
Una vez decía
que él no es un soldadito de plomo; sin embargo, es la imagen
que suelo percibir de vez en vez al leer algunas cosas,
incluso lo hemos comentado. Las personas se componen de
diversas facetas y no me parece justo cuando se
sobredimensiona una sola característica y se obvian todas las
demás porque entonces lo conviertes en algo inaccesible, en
un ser más allá del cubano cotidiano, ese que anda por la
calle, y Fernando es uno más de esos cubanos. Él está hoy
allá en la prisión de Wisconsin, pero mañana estará en La
Habana, montado en un P4, haciendo una cola o andará con una
jaba por el agro, y ese es el hombre que yo quiero que la
gente conozca.
MOMENTOS
Fernando me
reprocha en una carta que yo haya dicho que él baila mal y no
es que sea el colmo del patón, pero es verdad que no es un
buen bailador; sin embargo, nosotros nos íbamos a una fiesta
y nos divertíamos a la par de los demás. Particularmente, le
encantan los ritmos cubanos. Le encantaba aquella NG La Banda
de "tremenda nevera"; Los Van Van. Hace unos días
le devolví a Magali, mi suegra, una foto de Fernan tocando
tumbadora, ese es el instrumento musical que más disfruta.
Popularmente hablando, Fernan es blanco por fuera y negro por
dentro, lo digo de corazón. La música que a él le gusta es
el ‘Cumba quinqui’, así se lo comento en broma. Esa es la
que lo llena, la que lo hace feliz. Y se puede sentar a oír a
Silvio, a Pablo, a Amaury, se deleita muchísimo, pero para
él regocijarse de verdad necesita esa otra música, esa cosa
popular, criolla, cubana, callejera...
Es también un
hombre que ha sabido conservar a sus amigos a los largo de los
años. Para Fernan el valor de la amistad es sagrado. Tiene
compañeros a quienes considera hermanos —y no por simples
palabras—, como mismo lo son hoy para él Tony, Gerardo,
René y Ramón.
Tras la
detención en septiembre de 1998, enseguida me dan la noticia,
pero era todavía una etapa de silencio en la que no había
salido a la luz pública la historia real. Para mí fue un
golpe muy duro, no entendía. Una sola cosa me dio fuerzas: el
saber que estaba vivo, aunque ignoraba en qué condiciones,
pero estaba vivo. No tuve información directamente de él
hasta después de 27 meses, ni una carta, ni una llamada,
nada.
Sus primeras
letras me llegan en una carta colectiva para la familia, que
la conserva Magali. En la parte que me dedica recuerdo que
puso:
—Rosa, no te
preocupes, que todos nuestros planes se mantienen. Lo único
que te pido es un poco de paciencia.
Luego se produjo
una llamada telefónica, pudimos conversar también en
familia, ¿qué serían en ese instante 15 minutos repartidos
entre todos? Pero ahí estaba su voz, tranquila, serena. René
le comentaba en una oportunidad a su esposa Olguita, que
Fernando tiene más nervios que una yuca, pues esa primera
llamada le costó horas conseguirla y él no se desesperaba,
no demostraba impaciencia, pensaba solo en que lo lograría.
A partir de
entonces se restablecieron nuestras comunicaciones en esta
nueva y difícil situación. Me habla cuando le es posible y
hemos mantenido correspondencia periódicamente, sus cartas
extensísimas, son como la caricia ausente, al igual que
cuando oigo su voz, lejos, pero muy cerca de mí.
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