10 de Junio de 2002 Mi hijo Fernando no es un ser sobrenatural
POR SUNIA SANTISTEBAN, de Prensa
Latina
A los 63 años, Magalys Llort no imaginó
que su vida se vería rodeada de circunstancias especiales relacionadas con el más
pequeño de sus tres hijos, Fernando González, encarcelado en Estados Unidos cuando
defendía a su país del terrorismo.
Visiblemente conmocionada, Magalys, sentada
en un sofá de un apartamento en la barriada de la Víbora, en La Habana, reafirma la
inocencia de su hijo encarcelado en una prisión en Waseca, Minnesota, y condenado a 19
años de prisión en una vista de sentencia calificada por ella de amañada y manipulada.
En Miami, recordó secándose las lágrimas,
tratamos todo el tiempo de controlar nuestros sentimientos al ver tanta injusticia que se
cometía, cada vez que se dictaba una sentencia, teniendo que convivir en aquella sala con
representantes de la mafia anticubana, viendo que terminaba una sesión y condenaban a uno
de nuestros hijos y se abrazaban con los fiscales. Eso nos hizo más fuertes.
Por instantes, esa mujer de complexión
delgada, se pasaba las manos por sus blancos cabellos y nos aseguró que después de la
detención de Fernando, en septiembre de 1998, muchas más canas aparecieron en su cabeza.
Agradeció la fortaleza de su hijo y de
René González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, los otros
jóvenes procesados, que le permitió mantener siempre la ecuanimidad.
La Habana considera que esas personas son
inocentes porque sólo recopilaban información sobre los actos terroristas que contra la
Isla planifican grupos anticubanos radicados en el sur de la Florida.
"Los muchachos nos retroalimentaban la
fortaleza, cuando eso ocurría y los veíamos a ellos tan satisfechos de lo que acababan
de decir allí (en los alegatos de defensa), nosotros no podíamos sentirnos flojas, al
contrario".
Después que salió del alegato me dijo,
"me siento tranquilo porque pude decir en la Corte todo lo que sentía".
Mi hijo no es un ser sobrenatural, es un
hombre con unas ideas que lo han hecho ser consecuente, y con una lealtad a su Patria que
pienso debemos siempre agradecerle, dijo con firmeza.
Rememoró los instantes que pasó junto a
Fernando cuando lo visitó a finales del 2001 en una cárcel de Miami, la incertidumbre y
nerviosismo ante una inmensa puerta de hierro detrás de la cual estaba sentado su hijo,
en una silla de madera.
En otro momento de la conversación y con un
ligero temblor en las manos, Magalys describió cómo era Fernando de pequeño.
"Un niño inquieto que siempre estaba
haciendo algo o buscaba algo que hacer, muy preocupado en la escuela, responsable y
puntual tanto en la primaria como en la beca donde cursó la secundaria".
"Como mismo era responsable con sus
estudios, añade, era muy divertido y le gustaba mucho el grupo de amistades que lo
rodeaba, que cursaron juntos la secundaria, el preuniversitario y la carrera
universitaria".
En tono sereno y agradable, Magalys, evocó
los gustos de su hijo, el único varón, graduado del Instituto Superior de Relaciones
Internacionales, quien iba a fiestas, a la playa con una tienda de campaña, y animaba a
los amigos porque "siempre veía las cosas desde un punto de vista positivo y trataba
de no atormentarse".
Fernando es un cubano, no es un ser
extraordinario ni supermaravilloso, le gusta jugar pelota, participaba en todos los
trabajos voluntarios, es un hombre normal, intenta bailar, le gusta la música y prefiere
al cantautor cubano Silvio Rodríguez, continúa la madre.
De una de las paredes del apartamento, todo
pintado de blanco, cuelga en un marco dorado la "Declaración emitida por los
abogados cubanos en apoyo a la lucha que libra el pueblo de Cuba por libertar a los cinco
jóvenes". En otra parte, un afiche con los rostros de los "muchachos",
como ella los llama, y una bandera cubana.
¿Cómo es la vida en familia?, le pregunta
Prensa Latina, a lo cual Magalys, con un rostro que reflejaba la añoranza por los
momentos vividos, contestó:
"Fernando fue siempre muy comunicativo,
si tenía alguna relación o le gustaba alguna muchacha me preguntaba mi criterio. Él es
el más chiquito, sus hermanas Lourdes y Marta lo adoran".
Emocionada nos confesó que extraña de
Fernando, de 38 años, su alegría, su sueño profundo, las maldades y los elogios a sus
canas o "a sus rayitos de plata y luna", como le decía el hijo querido.
Las lágrimas vuelven a sus ojos cuando
evoca el 31 de diciembre del 2001, "fue el día que regresamos de Miami, llegamos
cansados, el mejor regalo que tuvimos fue ver a la familia, al Presidente Fidel Castro,
eso fue muy emocionante, algo inolvidable después de los días que pasamos allá".
Con la voz entrecortada, recordó:
"llegamos aquí y tuvimos la suerte de que Fidel Castro nos estaba esperando, de que
el pueblo estaba atento a todo lo que pasaba, en el aeropuerto sentimos el apoyo y la
identificación de los cubanos".
Perdónenme un momento, interrumpió
Magalys, quien se dirigió a la pequeña cocina para después aparecer con unos vasos
llenos de un delicioso y espeso jugo de frutabomba, que ayudaron a disipar un poco la
tensión de la entrevista. En otro momento del encuentro y con vivacidad, aseguró que
Fernando prefiere por encima de cualquier comida, la yuca (mandioca) con mojo. "Desde
que se fue más nunca la he cocinado, y no lo voy a hacer hasta que vuelva. Aquí se va a
poner yuca en la mesa el día que regrese", recalcó.
Si lo viera ahora, ¿qué le diría?, le
preguntamos, y resuelta contestó: Si lo viera ahora mismo, le diría que confíe en su
pueblo, que yo sé que él está seguro de ese apoyo y que siga manteniendo su dignidad y
fortaleza.
Para ella, la actitud de Fernando y del
resto de sus compañeros, a quienes les fue otorgada en el 2001 la distinción de Héroes
de la República de Cuba, es normal y natural de jóvenes que nacieron dentro del proceso
revolucionario.
Agradeció el apoyo que recibe del pueblo
cubano en estos duros momentos. "Algo muy difícil de explicar", dijo.
Poco antes de finalizar la entrevista y con
renovada energía nos expresó: "criamos a nuestro hijo, hicimos que nunca se
desviara del camino de la Revolución, es lo que más podemos hacer, no es nada
extraordinario". |