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Cuba en Juegos Olímpicos (1896-2000): · Actuaciones relevantes Ramón Fonst, el primero de Cuba y de Latinoamérica
Fonst, quien se preparaba en Francia, fue un deportista que practicó varias disciplinas, destacándose en tiro y boxeo francés. En la ciudad parisina logró la medalla de oro, en un concurso del que salieron también medallistas los franceses L. Perrée y L. See. Solo la indiscutible clase del cubano, hicieron posible que los afamados esgrimistas franceses se quedaran sin el pergamino de oro en esta prueba. Fonst, además, conquistó una presea de plata, cuando fue vencido en la final por el francés Ayat en la final de espada para amateurs. Tal era la calidad de los anfitriones, que su equipo de esgrima, que participó en las siete pruebas convocadas, solo perdió dos títulos de campeones, pues el italiano A. Conte, imitó a Fonst, pero en el sable para maestros. Pero el paso de Fonst por el medallero olímpico no quedó en la capital francesa, cuatro años más tarde en la tercecera edición, con sede en la ciudad norteamericana de San Luis, volvió a erigirse como la estrella cubana y latinoamericana al agenciarse tres preseas de oro. Se coronó en florete individual y por equipos y retuvo el título en espada. La disputa por el cetro de florete, frente a Albert Von Zo Post fue muy emotiva y terminó con marcador final de 3-2. Sería un error histórico restarle méritos a Fonst. Sin embargo, para no caer en omisiones, también históricas, lo cierto es que los Juegos de San Luis estuvieron deprimidos en calidad, pues al obligar la sede cruzar el Atlántico, los europeos tuvieron una pobre participación. Solo 63 deportistas del Viejo Continente se dieron cita en San Luis frente a 432 norteamericanos. Pero las hazañas de Fonst son suficientes para avalar su excelsa calidad. Ellas incluyeron a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1930, en La Habana. Pero antes, con solo 11 años se convirtió en campeón de florete en Francia y a los 16 titular mundial en espada. En resumen, en 30 años de faena el cubano cosechó 125 medallas y 25 trofeos, como premios a sus destacadas actuaciones en esgrima, tiro y boxeo a la francesa. Tras las preseas doradas que conquistó Fonst en 1904, Cuba tuvo que esperar 68 años, hasta los Juegos de Munich, en 1972, para poder subir nuevamente a lo más alto del podio. Figuerola, el primero del deporte revolucionario
Enrique Figuerola Camué, hoy vicepresidente de la Federación Cubana de Atletismo, fue el primer medallista olímpico cubano tras el triunfo de la Revolución, en 1959, al obtener la medalla de plata en los 100 metros en los Juegos de Tokío en 1964. Al decir del propio santiaguero, ese fue el momento más grande de su carrera deportiva. "Cualquier medalla olímpica produce satisfacción, pero en este caso fue apoteósico, pues resultaba el primer fruto de la Revolución en el deporte de alto rango", afirmó en una entrevista de prensa, en la que también dijo que otros momentos importantes fueron las dos veces que paró los cronómetros en 10 segundos. "Esas marcas en un par de ocasiones me llenaron de emoción porque entre tantos millones de habitantes del planeta yo era uno de los más rápidos". Figuerola siempre ha tenido palabras de elogio para el hombre que le venció en la justa japonesa de 1964, el estadounidense Bob Hayes. Resultó un adversario difícil; era muy fuerte, con pasos largos y rápidos, después de los 40 metros. Pero pienso que el alemán Armin Hary, ganador en los Juegos de Roma, en 1960, fue el sprinter más técnico que yo he visto en mi vida. Se le acusaba que se robaba la arrancada. Eso era injusto, pues su capacidad de reacción no tenia paralelos con ningún otro corredor. Precisamente en la capital italiana comenzó la carrera olímpica de Figuerola. En esa ocasión finalizó en la cuarta plaza, precedido por Hary (10.32), el estadounidense David Sime (10.35) y el británico Peter Radford (10.42). El cubano cronometró entonces 10.44. Pero volviendo a la hazaña de Tokío, aquella fue una carrera, en la que Bob Hayes, detuvo el reloj en 10.05, mientras "El Fígaro", como le llaman a Figuerola, lo detuvo en 10.25, mejor que el canadiense Harry Jerome, ocupante de la tercera plaza con 10.27 Una tercera incursión en citas olímpicas volvió a llevar hasta el podio de premiaciones a Figuerola. En México-1968, junto a sus compañeros Hermes Ramírez, Juan Morales y Pablo Montes, se levantaron con la medalla de plata del relevo 4x100, que con un tiempo de 38.40, solo fue superado por la cuarteta estadounidense de C. Greene, M. Pender, R. Smith, J. Hines, que en esa ocasión marcaron récord del mundo con sus 38.24. Orlandito, primer triunfo olímpico de la Revolución Llegó en una histórica tarde del 10 de septiembre de 1972 sobre el ring del "Olimpic Hall", de la ciudad capital de Baviera. El gallo Orlando Martínez , con su claro 5-0 frente al fajador mexicano Alfonso Zamora, se convirtió en el primer campeón olímpico del boxeo y del deporte revolucionario cubano.
Zamora llegó a la final tras vencer en cuatro ocasiones por la vía rápida Sin embargo ese día 10 de septiembre, Orlandito manejó a su adversario a distancia, sin presentarle jamás un blanco fijo. Zamora, no tuvo potencia para seguirlo, para acorralarlo, ni la resistencia para soportar los contraataques de Martínez, cuyos golpes, en mayor cantidad que fortaleza, le rociaron el rostro. En el segundo round, el azteca cayó a la lona por vez primera en su carrera, sorprendido por un cruzado de derecha. No obstante eso, y en un gesto que mostró el respeto que sentía por su adversario, Martínez optó por no buscar el nocaut. Era demasiado riesgoso. Momnetos después de ceñirse la corona, Orlandito conoció la opinión de su rival por el cetro. "Ese negrito horroroso parecía chango, y como tal se movía sobre el ring, con sus largos brazos y sus largas piernas. ¡No le pude pegar! Siempre me mantuvo a distancia. Me ganó bien, indiscutiblemente; su experiencia fue demasiado para mí. Me controló a su gusto. Ni una sola vez pude clavarle un buen izquierdazo". Coquito, el de Guanajay, asombró a Montreal
Llegó a la cita olímpica de Montreal con un aviso importante, en 1973 finalizó en medalla de bronce en el campeonato mundial en la división de los 73 kilogramos. En Montreal respondió a esa importante señal, pues combate tras combate se acercaba a la final, donde los espero un avezado rival, el sudcoreano Eunk-Yung Chang. El combate se presagiaba difícil, pero para el cubano lo fue aún más, porque a la calidad de su oponente, se unión una lesión en varias de sus costillas, provocada por la intensidad del combate que le dio el paso a disputar la corona. Los médicos le aconsejaron no salir, pero Coquito estaba convencido de triunfar y no había quien lo parara en su carrera hacia la consagración. Su poderoso ushi-mata, que según los especialista, muy pocos en el mundo lo hacían igual que él, le dio la victoria y la ansiada medalla dorada para convertirse en el primer campeón olímpico del judo latinoamericano. ¿Crecerá la hazaña de las más bellas y espectaculares morenas?
La historia comenzó en Barcelona, en 1992, continuó en Atlanta-1996 y en dramático final Sydney fue testigo del tercer triunfo de las chicas dirigidas siempre por el profesor Eugenio George. Atenas está a la vista, solo una jugadora, Ana Ibis Fernández ha estado en las tres medallas de oro anteriores, pero Eugenio sigue al frente. ¿Crecerá la hazaña de las más bellas y espectaculares morenas? Aunque las tres son realmente hazañas de mucho valor, no hay dudas que la presencia de Brasil en 1996 y la de Rusia en el 2000 hicieron todavía más grande la historia. Aunque la porfía de Atlanta-1996 no fue ni por mucho tan cerrado como el de Sydney-2000, la rivalidad entre cubanas y brasileñas puso un condimento esencial en uno de los "platos más exquisitos" de aquellos Juegos, hasta encontronazos verbales hubo entre las jugadoras de ambos equipos, pero el resultado fue una lucha deportiva pacífica entre los mejores equipos de aquel momento, que favoreció a las cubanas por 3-1. Pero en Sydney, el sueño de una tercera corona olímpica, al inédito hasta entonces, parecía esfumarse luego de que las rusas dirigidas por el también prestigioso Nikolai Karpol, ganaron los dos primeros sets con aplastante superioridad. Pero entonces empezó la maquinaria caribeña a funcionar y tanto tras tanto ser iba escribiendo la más electrizante y emocionante de las victorias de ese equipo, que culminó en un inobjetable triunfo en el quinto y decisivo set. No se podría dejar de mencionar en estas victorias a Mireya Luis y Magalus Carvajal, ejes de los éxitos de en 1992 y 1996, ni tampoco a la propia Mireya, Regla Torres y Regla Bell en el triunfo de Sydney. Teófilo el más grande y respetuoso del ring cubano
En su tránsito por los Juegos Olímpicos, "Pirolo", como le llaman sus amigos, logró la hazaña de ganar tres coronas en los pesos superpesazos, algo inigualable hasta el momento. En 1980 al conquistar su tercer pergamino, empató un récord, el del ya desparecido púgil húngaro Lazlo Pap, quien también alcanzó la trilogía de diademas, pero en diferentes categorías de peso. Otro de los esgrimistas de los cuadriláteros que posee la misma marca es el cubano Félix Savón, ya alejado del ring, quien completó la hazaña en la división de los 91 kilogramos. Su primera victoria bajo los cinco aros se registró en Munich, en 1972, para lo cual tuvo que dejar en cuartos de final a su más enconado adversario, el estadounidense Duane Bobick, la llamada Esperanza Blanca. Aquel fue un desquite de los Juegos Panamericanos de 1971, en Calí donde el norteño venció al espigado tunero. En la ciudad alemana Teófilo salió decido a acabar rápido el asunto, y ante el asombro de los presentes, pero no de los cubanos, ni del propio Teófilo, la "Esperanza" se esfumaba ante los demoledores puños cubanos. Su segunda corona llegó en Montreal, donde también tuvo que liquidar a otro estadounidense, John Tate, un fanfarrón que había declarado que en el segundo asalto sería el vencedor. Y sí, terminó en ese round, pero por fulminante Ko de Stevenson. Y en Moscú-1980, la final le deparó un difícil final ante el púgil soviético Piort Sabe, que llegó hasta el round tercero, pero con holgada ventaja para el cubano. Fue también Teófilo tres veces campeón mundial. Se especuló mucho sobre una posible pelea entre él, y el legendario Mohamed Alí, la cual según el propio Stevenson hubiera sido interesante. Sin embargo… "ahora no me arrepiento de no celebrar aquel encuentro, porque soy un gran amigo de Alí, nos hemos conocido y ha surgido una amistad muy sincera y bella, que va mucho más allá de quienes fuimos nosotros en un ring. Digo, que es un gran hombre". Uno de los rasgos más característicos de Teófilo, lo que le valió ser merecedor del trofeo Fair Play (Juego Limpio), que otorga el Comité Olímpico Internacional, fue de no castigar a sus oponentes. Su mano derecha era literalmente prohíbida, pero nunca abuso ante rivales de menor consideración, incluso ni cuando en la pelea alguno de sus oponentes salía impetuoso y descuidaba la defensa. Stevenson se dedicaba en esos casos a marcar puntos. Solo si lo requqería hacía uso de su terrífica arma mortal. Como poseedor de una de las pegadas más potentes en la historia del boxeo aficionado mundial, le preguntamos, quién le había pegado más duro, y respondió: Jugren Fanghanael, un alemán, que por suerte, los golpes más duros me los dio en los antebrazos. Y a quién le pegó más duro: a él, pero como aguantaba. Nadie esperaba a Filiberto Azcuy, pero ha llegado dos veces
Nació el 13 de octubre de 1972, y a los 10 años comenzó a practicar este deporte. Es curioso, y al propio tiempo exigente que Azcuy desde que debutó al máximo nivel ha tenido que cambiar cuatro veces de divisiones. Su hazaña olímpica llegó en Atlanta, en 1996, pues nadie contaba con esa título, sin embargo, el camgüeyano demostró su valía al vencer en los 74 kilogramos. Luego redondeó la proeza al conseguir, también contra todo pronóstico, el pergamino dorado en la ciudad australiana de Sydney, en el año 2000, en la dvivisión de 69 kilogramos y convertirse desde entonces en el único gladiador de la historia de las citas estivales en titularse por segunda ocasión en una división más pequeña que en la que debutó. De este fornido moreno podrían escribirse varias cuartillas, pero con solo pasar la vista sobre su palmares, bastaría para darse cuenta que se está ante una estrella del deporte universal. Palmarés
Daniel Núñez, un pequeño gigante
Llegó al equipo nacional con 17 años, un metro y 55 centímetros de estatura y 52 kilogramos de peso. Pero solo nueve años después la diadema olímpica vino a confirmar un de los más vertiginosos ascenso de un deportista de alto rendimiento. No era un sorpresa que se titulara en la capital soviética, ya venía precedido de varios títulos mundiales, sin embargo, la fuerza de los europeos y la abundante calidad en los pesos pequeños hacía engorrosa tal proeza. Mas, el hijo de Santiago de Cuba, cumplió y hasta un récord mundial, lel de 125 kilogramos en arranque, levantó. Su debut internacional fue en el Campeonato Mundial Juvenil de Marsella, en 1975, y su presea plateada lo empujó a ir por más. Llegó a la lid moscovita tras ser octavo en Montreal'76 con un total de 215 kilogramos, pero con el aval de haber rubricado su primer récord mundial en el mundial de Alemania'77. Durante su prolífico paso por el deporte se convirtió en el cubano que más récords ha archivado en su vida: Nueve mundiales, cuatro olímpicos y once mundiales en la categoría juvenil. Con razón la Federación Internacional de Levantamiento de Pesas lo incluyó entre los diez mejores del mundo durante la década de los 80 del siglo XX. Cuando se retiró, en 1987, poseía todos los récords panamericanos en las divisiones de 56 y 60 kilogramos. Hoy es el actual jefe del colectivo técnico de entrenadores de la selección nacional cubana, responsabilidad que desempeñará en los Juegos de la XXVIII Olimpaida, en Atenas, al frente de los pesistas de la mayor de las Antillas. Pararse frente a Daniel es estar ante uno de los más impresionantes avales del movimiento deportivo cubano.
Driulis González, el premio al valor
Justamente fue ese el año en que se estreno en lides internacionales por lo que pensar en una medalla era prácticamente una quimera, pero la muchacha de Guantánamo, en el extremo oriental de Cuba, fue sorteando escollos y no paró hasta ocupar un puesto en el podio de premiaciones de los Juegos de la XXV Olimpiada. Su medalla de bronce entonces, sorprendió al mundo de los tatamis, pero a ella "jamás perdí la confianza, yo sabía que podía" dijo a su regreso a la Patria". Aquel fue el prólogo de lo que sería una verdadera hazaña, y también de un impresionante aval en la historia de judo cubano y universal. En 1995 la guantanamera se proclamó campeona mundial y la mejor deportista de Cuba, galardón que compartió con la estelar corredora Ana Fidelia Quirot. Llegó entonces 1996, el año del centenario de los Juegos, que tuvo lugar en la ciudad estadounidense de Atlanta. Pero a solo dos meses antes de la cita, suifrió una seria lesión cervical en un entrenamiento, la cual no solo hizo peligrar su presencia en la magna reunión, sino que también comprometía la movilidad de sus piernas. No dejo de entrenar, con un collarín alrededor de su cuello, y sin hacer nada con las piernas siguió preparándose bajo las atentas pupilas de los médicos. Y llegó el momento, fue advertida de no excederse en cada combate, de tener mucho cuidado en cada movimiento. Sus preparadores confiaban en que su nivel le permitiría economía de esfuerzos y así lo hizo para regresar a Cuba con la presea dorada como premio a su valor. También asistió a Sydney tras haber logrado su segunda corona mundial en 1999, pero allí la española Isabel Fernández, a quien derrotó en la final mundialista, tomó desquite y Driulis finalizó en medalla de plata. Ahora en una nueva división, los 63 kilogramos, aspira a su cuarto lauro bajo los cinco aros María Caridad Colón, la primera
Una muchachita, mulata ella, de picaresca sonrisa y bellos ojos, asombró al mundo. Desde Baracoa, el municipio más Oriental de Cuba, a más de 900 kilómetros de la capital, le llegó a América Latina la primera medalla de oro de una mujer en Juegos Olímpicos. Avezadas rivales como la alemana Petra Felke, indiscutible número uno de la jabalina por aquellos tiempos no podía imaginar lo que pasaría en el área de lanzamientos. Y es que el título olímpico de María Caridad fue una hazaña, y al propio tiempo el reflejo del espíritu indomable de la mujer cubana. Ella misma había declarado que se sentía muy bien, que había que contar con ella, a pesar de las estrellas europeas. Pero… una lesión en la columna vertebral le jugó una mala pasada. Cualquier médico hubiera recomendado, acertadamente, que no compitiera, era bastante comprometida el trauma sufrido en uno de los lanzamientos de calentamiento. Pero quién podía decirle semejante cosa a esta mujer todo coraje. Rodrigo Álvarez Cambra, médico de la delegación cubana y eminente ortopédico le aplicó el tratamiento, doloroso y en frío, en el propio estadio. Conociendo a su paciente le dijo: "Tienes que darlo todo en el primer lanzamiento, pues tal vez no puedas hacer ni uno más". La muchacha entendió, y tras la carrera de impulso y el esfuerzo final en su potente brazo derecho el dardo voló raudo y no paro hasta caer clavado en un nuevo récord olímpico, 68,40, inalcanzable para el resto de la competidoras. El elegante de las pistas
Fue el atletismo su destino final, podía haberlo sido desde un inicio, pues en su natal Santiago de Cuba, entre los pequeños nadie podía darle alcance en los juegos infantiles. Alberto Juantorena Danger es hoy toda una leyenda, su hazaña de vencer en los Juegos Olímpicos de Montreal en los 400 y 800 metros es todavía hoy inigualable. Dos distancias bien diferentes, una de velocidad y otra de medio fondo. Tuvo que ver mucho en esa proeza Zigmund Zabierzowski, su entrenador polaco, quien entrenándolo para correr los 400 se dio cuenta que tenía ante sí a una potencial estrella de los 800. Contó una vez Juantorena que ni el mismo sabía que se estaba preparando para las dos carreras hasta que solo unos meses ante su propio profesor le dijo, vas a correr 800 metros la semana que viene en unas competencias preparatorias. Aquello le llamó la atención, dijo, pero jamás podía imaginar que sería la prueba que necesitaba su preparador para inscribirlo en las dos distancias en Montreal. Ya cuando lo supo se negó, fue su primera reacción, luego sacó cuentas, las pruebas en el calendario de competencias estaban muy pegadas en el tiempo, pero fue disciplinado y cumplió. Corrió la final de los 400 en Montreal en 44,26 récord cubano y en 800 paró los relojes en una nueva marca mundial, 1:43.50. Su paso arrollador, de largas zancadas y esbeltez en el cuerpo, le hicieron merecedor del sobrenombre de El Elegante de las Pistas. Hoy Juantornea es el presidente de la Federación Cuba de Atletismo, miembro de la IAAF y de su Consejo, y, además, es vicepresidente del Instituto Cubano de Deportes Educación Física y Recreación (INDER), también es diputado a la Asamblea Nacional (Parlamento Cubano)
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