Noticias del día / Lunes 15 de febrero

El eterno placer del Bolshoi

AMELIA DUARTE DE LA ROSA

Foto: Jorge Luis González   Por segunda ocasión en menos de un año el escenario nacional recibió una compañía de prestigio mundial: el Ballet del Teatro Bolshoi de Moscú, elenco que, treinta años después de su última presentación en la Isla, ofreció una función única de lujo junto al Ballet Nacional de Cuba, en el teatro Karl Marx, en el marco de la décimonovena edición de la Feria Internacional del Libro dedicada este año a Rusia.

Con un extenso programa de fragmentos de obras que transitan de lo clásico a lo moderno, combinaron diversos estilos y sabiduría técnica las figuras del conjunto moscovita Elena Andrienko, Ruslan Skvorstov, Ana Antonicheva, Dimitri Belogolovstsev, Galina Stepanenko y Vladimir Neporozhny, y los primeros bailarines Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Javier Torres y Eliécer Bourzac, del ballet que dirige la prima ballerina assoluta Alicia Alonso.

Los adagios de El lago de los cisnes, Espartaco, La bella durmiente del bosque, Giselle y Carmen; los pas de deux de Raymonda, Don Quijote, Las intermitencias del corazón, El lago (tercer acto); y las coreografías Tango, del ballet El siglo de oro y Acentos, del cubano Eduardo Blanco, encumbraron en la escena el virtuosismo de dos elencos admirables por el estupendo dominio del arte danzario y la interpretación.

Depuradas, de estilo poderoso y preciso, resultaron las ejecuciones de las rusas Antonicheva, en Espartaco, Stepanenko, en Carmen, y Andrienko, en Tango, quienes junto a sus compañeros de reparto encadenaron la seguridad de sus movimientos a una gracia equilibrada en las formas de baile. Los diestros bailarines, con interpretaciones, de mucha intensidad y organicidad, demostraron poseer una proyección escénica de elevada riqueza expresiva, elemento que, de manera inconfundible, ha ilustrado el estilo del Bolshoi. Mientras, los binomios de Javier Torres y Bárbara García, Alejandro Virelles y Anette Delgado, y Eliécer Bourzac y Viengsay Valdés —estas últimas dueñas de su plasticidad y habilidad sin titubeos volvieron a relucir por la maestría—, brindaron actuaciones límpidas en técnica e interpretación, tan certeras en la danza como en los momentos de sumo lirismo.

Meritorio resultó también el trabajo dinámico y corporal de los jóvenes Yanier Gómez, Camilo Ramos, Edward González, Alejandro Silva y Yonah Acosta en la creación contemporánea de Blanco que cerró la jornada. La gala, diálogo armónico del quehacer artístico, aunque habría gustado el intercambio de parejas de baile entre rusos y cubanos, dejó ante el público nacional el placer de ser un espectáculo simétrico, revelador para las nuevas generaciones y memorable para los espectadores que desde 1980 no disfrutaban de la compañía rusa.

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