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Noticias del día / Lunes 15 de febrero El eterno placer del BolshoiAMELIA DUARTE DE LA ROSA
Con un extenso programa de fragmentos de obras que transitan de lo clásico a lo moderno, combinaron diversos estilos y sabiduría técnica las figuras del conjunto moscovita Elena Andrienko, Ruslan Skvorstov, Ana Antonicheva, Dimitri Belogolovstsev, Galina Stepanenko y Vladimir Neporozhny, y los primeros bailarines Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Javier Torres y Eliécer Bourzac, del ballet que dirige la prima ballerina assoluta Alicia Alonso. Los adagios de El lago de los cisnes, Espartaco, La bella durmiente del bosque, Giselle y Carmen; los pas de deux de Raymonda, Don Quijote, Las intermitencias del corazón, El lago (tercer acto); y las coreografías Tango, del ballet El siglo de oro y Acentos, del cubano Eduardo Blanco, encumbraron en la escena el virtuosismo de dos elencos admirables por el estupendo dominio del arte danzario y la interpretación. Depuradas, de estilo poderoso y preciso, resultaron las ejecuciones de las rusas Antonicheva, en Espartaco, Stepanenko, en Carmen, y Andrienko, en Tango, quienes junto a sus compañeros de reparto encadenaron la seguridad de sus movimientos a una gracia equilibrada en las formas de baile. Los diestros bailarines, con interpretaciones, de mucha intensidad y organicidad, demostraron poseer una proyección escénica de elevada riqueza expresiva, elemento que, de manera inconfundible, ha ilustrado el estilo del Bolshoi. Mientras, los binomios de Javier Torres y Bárbara García, Alejandro Virelles y Anette Delgado, y Eliécer Bourzac y Viengsay Valdés —estas últimas dueñas de su plasticidad y habilidad sin titubeos volvieron a relucir por la maestría—, brindaron actuaciones límpidas en técnica e interpretación, tan certeras en la danza como en los momentos de sumo lirismo. Meritorio resultó también el trabajo dinámico y corporal de los jóvenes Yanier Gómez, Camilo Ramos, Edward González, Alejandro Silva y Yonah Acosta en la creación contemporánea de Blanco que cerró la jornada. La gala, diálogo armónico del quehacer artístico, aunque habría gustado el intercambio de parejas de baile entre rusos y cubanos, dejó ante el público nacional el placer de ser un espectáculo simétrico, revelador para las nuevas generaciones y memorable para los espectadores que desde 1980 no disfrutaban de la compañía rusa. |