El veterano luchador de las guerras en Corea debía conducir una
embajada diplomática de su país a las cortes españolas y a la Santa
Sede. Pero la ubicación geográfica de la isla caribeña, propició que
la caravana en la que se transportaba tuviera que hacer una parada
de descanso en el que por entonces era uno de los puertos más
importantes del Nuevo Mundo.
La travesía liderada por Hasekura Tsunenaga o también llamado "Rokuemon"
—por su disciplina, sagacidad y dotes de buen negociador— abriría
las puertas del nuevo horizonte para el futuro comercial del Japón
y, al mismo tiempo, perseguiría lograr la entrada en el archipiélago
asiático de una mayor cantidad de misioneros del cristianismo.
El samurái que se convirtió en el primer japonés en pisar tierra
cubana había sido enviado en tan importante propósito por el
fundador de la ciudad de Sendai, Date Masamune, un estadista de gran
visión política y considerado entre los más hábiles guerreros de la
época. Su comitiva —integrada por los frailes Luis de Sotelo, Diego
Ibáñez e Ignacio de Jesús, así como otros 30 españoles y 150
japoneses— había zarpado de la bahía de Tsukinoura el 28 de octubre
de 1613, en el galeón San Juan Bautista.
Hasekura llegó a La Habana el 23 de julio de 1614 y luego de la
reunión de la flota, partió hacia Europa en agosto del propio año
para cumplir su cometido como embajador de buena voluntad.
Según cuenta la historiografía, Hasekura escribió con
meticulosidad un diario de su importante periplo. Igualmente, el
Archivo de Indias y la Biblioteca del Vaticano conservan algunas
referencias sobre tan singular personaje, mientras que el Museo de
Sendai atesora los regalos que llevó el samurai a Date Masamune tras
regresar a su patria.
Debieron pasar muchos años para que Cuba fuera de nuevo
anfitriona de otros japoneses, que en pequeños grupos arribaron a la
mayor de las Antillas a partir de 1898 y hasta 1943. De acuerdo con
los archivos demográficos, se asentaron en toda la geografía cubana,
hasta llegar a estar presentes en 46 sitios de las seis provincias
de entonces, además de Isla de Pinos.
Se aplicaban a disímiles labores, pero sobre todo en sectores
productivos como la agricultura, las minas, la industria azucarera,
la pesca, la agricultura, la mecánica, la electricidad y los
servicios. Aunque nunca olvidaron su tierra natal y sus tradiciones,
fueron poco a poco acogidos como hijos de Cuba.
La comitiva encabezada por Hasekura Tsunenaga se recuerda hoy en
La Habana con una estatua de bronce del intrépido samurái. El
monumento granítico, inaugurado el 26 de abril del 2001, fue donado
a nuestro país por la Escuela Sendai Ikue Gukuen, en honor a las
relaciones fraternas entre Cuba y Japón.
Con el brazo extendido y en pose ceremoniosa, la figura de
Hasekura empuña un tradicional abanico señalando la imaginaria línea
recta que llevaría a Sendai.