Ni el tema ni la filiación estética son originales, pero sí la
perspectiva que asume el artista. Antonio Espinosa Fruto (1974),
egresado en 1997 del Instituto Superior de Arte y ganador de un
importante premio de pintura en la ciudad española de Segovia en el
2004, que lo lanzó a la arena internacional, ocupa la galería Villa
Manuela, de la UNEAC, con la exposición La Historia es larga, la
vida es corta, en la que hace obvia referencia a las relaciones
entre el peso del legado histórico que recibe no solo el artista
sino cualquiera de sus contemporáneos y la percepción del transcurso
vital en el entorno cotidiano.
Esta ha sido una de las aristas recurrentes en el arte conceptual
que cobró fuerza en nuestro país a partir de la década de los 80 del
pasado siglo. Recuerdo el paradigmático Retrato de familia,
de Leandro Soto, que forma parte de los fondos del Museo Nacional de
Bellas Artes, don-de la conceptualización se expresaba en un
lenguaje figurativo que superaba los límites de la representación,
pero también los escarceos instalacionistas de muchos creadores de
la época.
Por suerte las aguas han tomado su nivel y en años sucesivos
hemos visto cómo el arte conceptual se en-cara con responsabilidad,
seriedad y espíritu de aventura en planteamientos que le entran con
la manga al codo a los vínculos entre la Historia, la Patria, la
sociedad y el individuo, tanto desde el punto de vista especulativo-filosófico
(aprecio las poéticas particulares de Eduardo Ponjuán y Yoan Capote)
como en un orden de la inmediatez consuetudinaria (verbigracia,
algunas instalaciones de Guillermo Ramírez Malberti).
En las piezas desplegadas en Villa Manuela, Espinosa Fruto da fe
de una lúcida y a la vez conflictiva mirada sobre el impacto del
relato histórico en que como ciudadano se halla inmerso, y a la vez
de una meticulosa y pulcra manera de exponer conceptos que incitan a
la reflexión.
Alternando la instalación objetual con representaciones digitales
de texturas cercanas al collage, el artista discurre entre la
Historia con mayúsculas y la historia íntima, entre la gravedad de
los símbolos de connotación colectiva y los signos de la
cotidianeidad. Todo esto en un ejercicio honesto, comprometido, que
se condensa en el relieve pictórico de la palabra "resistir" que
define a la entrada de la galería la tensión de una metáfora real.
Una sugerencia: que Antonio Espinosa no abandone la realización
del paisaje. En Villa Manuela, como al margen de la exposición,
muestra una estremecedora marina en blanco y negro. Y es que este
artista ejerce todo un magisterio en la realización de esas obras.