Cada vez con mayor asiduidad e insistencia se habla a todas las
instancias de fortalecer el control sobre los recursos materiales y
financieros, como una necesidad ineludible para la recuperación
económica del país. Sin embargo, tal voluntad no pocas veces queda
en el eslogan o el discurso de ocasión.
Así queda demostrado en cuantos análisis se hacen al respecto, en
los cuales casi siempre salen a relucir problemas que indican a las
claras lo lejos que aún se está de ofrecer una respuesta acertada a
un asunto que no admite dilación y mucho menos un enfoque rutinario,
como para salir del paso.
Ciertos dirigentes administrativos lo han olvidado, o se han
desentendido, o no tienen la menor idea, de que es su obligación
primera ejercer el más estricto control sobre los bienes de todo
tipo puestos bajo su custodia, en lugar de delegar tan alta
responsabilidad en segundos... y hasta en terceros.
He aquí tan solo una arista del problema: con una frecuencia que
raya en lo inadmisible, a diario se detectan decenas de errores en
la documentación que confeccionan los equipos económicos de las
entidades, llámense nóminas, cheques o facturas, por citar apenas
tres ejemplos de los más reiterativos.
Desde luego, alguien podría decir que es de humanos equivocarse,
y coincido plenamente con la objeción. Sin embargo, llama la
atención que no pocas veces, detrás de la chapucería o del descuido
involuntario, están presentes también las malas intenciones de
personas que pretenden pasar gato por liebre.
A estas alturas se dan casos todavía, y es lo más preocupante, de
cheques rechazados ante la falta de disponibilidad monetaria. Para
hablar más claro: son empresas y organismos que se enteran de que no
tienen dinero en su cuenta cuando acuden al Banco. ¿Habrá
irresponsabilidad mayor?
La emisión de los llamados cheques sin fondo constituye un mal
que, aunque no generalizado, sí refleja ineficiencia en la actividad
económica y un evidente descontrol. Otro gallo cantaría, opina este
periodista, si en lugar de penalizar a la entidad, se multara
directamente a las personas que incurren en dicha falta.
Algo parecido podría hacerse en relación con las cuentas por
cobrar y por pagar fuera de término, a veces hasta dentro de un
mismo sector, otro cáncer que ha costado trabajo extirpar de raíz
ante las reiteradas indisciplinas financieras, los problemas
organizativos y la falta de exigencia.
Lo primero que salta a la vista es que, en tales entidades, los
consejos de dirección no le brindan un coherente seguimiento a la
ejecución del presupuesto, existe un manejo deficiente de las cifras
asignadas y falla la correspondiente y sistemática conciliación con
las instituciones bancarias.
Responsables de tan negativa situación son, en primer lugar, los
dirigentes administrativos, y en segunda instancia, los equipos
económicos, algunos de los cuales no dejan de ser meros procesadores
de información, en lugar de convertirse en entes asesores para
propiciar el análisis y la valoración oportuna.
Cabría preguntarse: si un empresario no sigue a diario estos y
otros asuntos inaplazables para la vida de la organización que
dirige, entonces ¿a qué dedica su tiempo? Hay que saber "tirarle" a
todo, pero con inteligencia, rigor y mucha puntería, diría
sabiamente un experimentado economista.
Por ahí, a mi modo de ver, comienza la cultura económica que
tanto necesitamos: por el control y la exigencia en el empleo de los
recursos. También, por qué no, siendo más severos con los
incumplidores y derrochadores, con aquellos que gastan a toda costa,
como si tuvieran una mina de oro bajo sus pies.