Ponjuán, concepto y exploración

Eduardo Ponjuán (Premio Nacional de artes Plásticas 2013), está avalado por una obra de notable dinamismo y permanente renovación siempre signada por una profunda huella filosófica. Es una de las figuras más prominentes del arte contemporáneo cubano

Virginia Alberdi Benítez

Desde que el arte conceptual se hizo fuerte en el panorama de la creación visual de nuestro país allá por los primeros años 80, dos campos quedaron claramente definidos: de un lado, los que se afiliaron por un afán de puesta al día; de otro, los que encarnaron la tendencia como un modo expresivo idóneo para encauzar sus aventuras estéticas.


Cerquita (2003), da la medida de los rejuegos conceptuales de Ponjuán.

Entre estos últimos se hallaba Eduardo Ponjuán (Pinar del Río, 1956; egresado del Instituto Superior de Arte en 1983). Avalado por una obra de notable dinamismo y permanente renovación siempre signada por una profunda huella filosófica, es una de las figuras más prominentes del arte contemporáneo cubano. Sus creaciones revelan un marcado carácter metafórico, y un constante aliento poético que dota al espacio de una energía que lo identifica.

El carácter minimal de sus creaciones le permite transmitir las esencias de su proyección con notable economía de medios. Como constante temática se advierte su interés por plantear al espectador un continuo y diverso juego de especulaciones con el tiempo, el espacio y el sentido mismo de la producción ar-tística.

En esa ruta halló coincidencias con el trabajo de otro notable creador de su generación, René Fran-cisco, con quien compartió proyectos al punto que no pocos pensaron que el binomio había llegado para quedarse. Ciertamente, las obras de esa etapa de labor en común constituyen referentes en la evolución de las artes visuales cubanas de finales del siglo pasado.

Pero a su debido tiempo y como ganancia neta, cada cual siguió su propio derrotero de acuerdo con sus intereses e inquietudes creativas y ya de manera individual Ponjuán afirmó sus valores.

Hubo tres momentos particularmente reveladores en su carrera a lo largo de la primera década de la actual centuria. La instalación Koan, vista en el Museo del Ron (Avenida del Puerto) en 2003 marcó un hito por su proyección poético-espacial, a partir de una interpretación imaginativa y audaz de ciertos presupuestos de la filosofía oriental relacionados con la percepción de las emociones. El crítico Héctor Antón llamó la atención sobre el llamado de Ponjuán a ver y sentir más en contraposición con los usos especulativos del arte que se iban imponiendo en la cultura occidental. De ese mismo año es su obra Cerquita, radical en su ascetismo y a la vez con una buena dosis de humor culto en los textos grabados en los lápices de colores.

En 2007 impactó al público y la crítica con Salitre, en la galería Villa Manuela, de la UNEAC, por la intensidad de un discurso inusual en nuestro medio acerca de la vastedad y la erosión del tiempo. Dos años después, en el Centro de Arte de 23 y 12, Make a wish refrescó una visión lúcida y crítica sobre las apariencias que suelen convertirse en tópicos a la hora de legitimar el arte. La más reciente exposición de Ponjuán, hace unos meses en la Galería Habana, resumió de cierto modo su poética conceptual, la misma que un año antes había confrontado ante el exigente circuito de la Bienal de Venecia con su pieza Hundido en el horizonte.

Al comentar la obra, el curador Jorge Fernández expresó: "Aunque simple en su composición, la forma en que es elaborada su puesta en escena y la naturaleza del material empleado, genera diversidad en su comprensión simbólica. (... ) En el momento de la crisis económica y cuando la política cede sus espacios a los lobbies financieros, aparece esta pieza donde lo ético y lo estético participan de una mística especial".

Es la exigencia por plasmar material y espacialmente sus proyectos al más alto nivel la que define la estatura artística de Eduardo Ponjuán, justamente reconocida con el Premio Nacional de las Artes Plásticas y de la que cabe esperar, cuando por haber merecido el lauro haga una exposición personal en Bellas Artes en 2014, nuevos frutos.

 

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