Crónica de un espectador

El mudo, Pensé que iba a haber fiesta y Princesas rojas

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Vuelven por la vía ancha los hermanos Vega, Diego y Daniel, con El mudo, filme peruano, un despliegue social de primera mano acerca de la corrupción imperante en el entramado de la administración de justicia en ese país, segunda cinta de ellos luego del éxito que obtuvo Octubre (2010), premiada en la sección Una cierta mirada, en Cannes.

El mudo, filme peruano.

Jóvenes, pero con un estilo pro-pio que permite hablar de una madurada concepción estética, los Vega despliegan "el caso" de Constantino Zegarra, un juez de arraigadas convicciones que con cada proceso penal se gana nuevos enemigos, pues él no es hombre de aceptar regalitos que lo hagan atenuar condenas. Un día, mientras Constantino viaja en su auto, recibe en el cuello un tiro perdido que le daña las cuerdas vocales y lo deja sin habla. Piensa entonces en posibles enemigos y se obsesiona con uno de ellos.

En ocasiones se le impugna a un filme interesado en las problemáticas sociales que al querer abarcarlo todo, lo humano y lo divino dentro de un saco, se que--de diciendo poco. En tal sentido, El mudo resulta ejemplarizante por cuanto desde una trama enteramente de ficción construye un cuadro nacional nada desdeñable.

Está claro que a los realizadores les interesa hacer hincapié en el basural imperante en el mundo de las leyes y en la cuestionable calidad humana de los seres amparados en la clásica balanza de impartir justicia, pero al mismo tiempo, y de manera justificada en la trama, recogen escenas en el estadio de fútbol, en las fondas, en las calles, en la manera de proceder de la policía, que integradas le vienen como anillo al dedo para conformar el cuadro crítico social que necesitan para insertar a su personaje.

Buena película, y con ella la actuación de Fernando Bacilio en la piel del juez mudo, que gradualmente descubre que el mundo dista de ser lo que él creía.

El que vaya a ver la argentina Pensé que iba a haber fiesta (Victoria Galardi, directora y guionista) sin ningún tipo de referencia puede preguntarse a los 20 minutos de transcurrido el metraje cuándo aparecerá "el sujeto" desencadenante del conflicto, luego de haber visto a una mujer recoger a su amiga en la estación de trenes, llevarla a su lujosa casa, donde le explica funcionamientos y cuidados de la residencia, porque ella se ausentará con un nuevo marido y la otra debe quedarse al cuidado. ¿Veremos acaso un thriller con un ya anunciado jardinero "que vendrá pronto" en función de sádico asesino?

Pues no señor, aquí el argumento, felizmente, marcha por una vía más humana y que no es otra que las consecuencias sen----ti-mentales que traerá el enganche de la recién llegada con el primer marido de la gran amiga. Bomba que explotará luego de haber narrado la Galardi de una manera tan sencilla como inteligente, con la incorporación de al-gunas subtramas y evitando, en sus salpiques de comedia, cualquier vínculo con el tradicional género desarrollado por esa cinematografía, pero desde hace rato lleno de lugares comunes. Excelente dirección de actores, con la española Elena Anaya y la argentina Valeria Bertuccelli llevando las riendas de esta historia sentimental. Pudo haber sido una cinta comercial, llena de grititos y pa-ñuelos mojados, pero Victoria Galardi se luce y demuestra que tan importante como el tema, es la manera de contarlo.

Y Princesas rojas, de Costa Rica, dirigida por Laura Astorga, nos trae una historia poco tratada por la cinematografía de la región, la vida sentimental de los niños cuyos padres vivieron la intensidad de la clandestinidad durante sus luchas revolucionarias. En este caso se trata de un matrimonio que viaja de Nicaragua a Costa Rica, donde deben seguir escondiéndose. Historia de adultos traspuesta por la visión de dos niñas que coleccionan sellos de la patria de Lenin y saben canciones en ruso.

Princesas rojas está bien narrada y resulta emotiva, pero interesada en centrarse en las niñas, no abunda en matices en cuanto a la vida oculta del padre que aparece y desaparece. Emotiva y sincera cinta, las niñas se lucen en sus actuaciones por encima de los mayores.

 

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