Quienes se acerquen por estos días a la galería de arte Servando
(23 y 10, Vedado) encontrarán una singular muestra, La isla
del día después, compuesta por 13 acuarelas recientes de
diversos formatos, de un artista cuyo nombre crece en el firmamento
de la plástica nuestra e internacional: Luis Enrique Camejo. En
ellas podrán reconocer la ciudad, tema protagonista de sus historias
pictóricas, aunque en esta ocasión deja entrever claves y rasgos
novedosos que van conformando su creatividad actual.

Acuarela de Camejo.
Los aires del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano traen de
nuevo al artista a estas lides, quien ya en la 33era. edición de
este encuentro, sedujo las miradas con Montaje, una original
muestra cuyas pinturas estaban realizadas en pantallas de proyección
de cine. Su obra pictórica "roza" el séptimo arte con esa imagen
congelada en el tiempo que da la sensación de un antes y un después.
Ahora vuelve con La isla del día después. El
sugerente título tiene vasos comunicantes con el misterio que la
permea y "bebe" de la idea expuesta por Umberto Eco en su novela
La isla del día antes.
El artista puntualizó que "son metáforas e ideas extraídas de la
novela de Eco como referente literario más allá de lo puramente
meteorológico y el catastrofismo". Son escenarios vacíos y esos
grises protagonistas de sus historias monocromáticas infieren una
dosis de misterio a su obra.
Cuando aparecen las acuarelas en el diálogo, Camejo responde al
instante: "no me considero un acuarelista, aunque mis cuadros al
óleo han estado influenciados por esa técnica. Mezclo pinturas con
líquidos, buscando la humedad, la transparencia. Pues, la acuarela
denota y expresa el sentido de fragilidad, muy sutil que está acorde
con mi decir".
En esta exposición, sobresalen los grises para que el espectador
capte la palabra precisa en ese aglomerado de formas. Y confesó que
en La isla del día después, "soy más radical en el sentido
monocromático, trabajo con las gamas de grises". Las piezas parecen
respirar en una penumbra que abarca un enorme espacio, aunque hay
zonas de luz que enfocan y subrayan algunos elementos.
Hay que observar detenidamente sus trabajos actuales. En ese ir y
venir constante del hiperrealismo a lo más gestual, en el "coqueteo
pictórico" entre la figuración y la abstracción, oxigena sus
cuadros, sumándole el interés de la investigación, esos deseos de
renovarse, de no ser estático para encontrar siempre nuevos caminos.
Por otra parte, la más reciente ex-posición sobre la obra de
Servando Cabrera Moreno se exhibe en la Galería El Reino de este
Mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí.
Suman 19 las servandísimas telas curadas para la muestra por
Claudia González Machado. Es precisamente La Fuente de la vida,
el título de esta expo en la que desde su poética de torsos
acoplados y el más fino expresionismo incursiona en escondidos
resquicios de la líbido humana para recordar —sin prejuicios ni
puritanismos— que el hombre viene del placer, de la fruición del
amor, de los más escondidos y entrañables deseos.
Se presentan piezas de 1981 y con las credenciales de la
sinuosidad de la línea de las siempre oníricas transparencias, y sus
ya tradicionales tonos azules intensos y delicados. La mayor parte
de las obras son inéditas, ejecutadas por el autor durante 11 años
(1970-1981), en el último periodo de su vida y que los estudiosos la
definen como la etapa erótica, que sería antecedida por un largo
periodo épico y expresionista.
Es precisamente de esa etapa que llega La fuente de la vida:
óleos eróticos de Servando Cabrera, una exposición pensada por
el recientemente fallecido creador del Festival de Cine de La
Habana, Alfredo Guevara, con la que quiso evocar aquella, que 15
años antes y con similar título, se presentara en la galería
Servando. Los homenajeados de esta expo, Servando y Alfredo, fueron
entrañables amigos, desde que compartieron labores en los rodajes
del documental El Mégano.