El proceso iniciado por el Ejecutivo del presidente Nicolás
Maduro para enfrentar la guerra económica gestada por la oposición
interna, arriba a una segunda etapa, en un escenario manipulado por
actores económicos que persiguen un objetivo político en común:
derrocar el gobierno constitucional a través de los bolsillos de los
ciudadanos.
Para hacerle frente a esta situación, al presidente le fueron
otorgados poderes especiales que le permiten gobernar por decreto
durante un periodo de 12 meses respecto a temas estratégicos como la
economía y la corrupción.
Amparado entonces en la Ley Habilitante aprobada por el
Parlamento, Maduro anunció el pasado viernes un nuevo paquete de
medidas, del cual sobresalen la creación de dos instituciones
destinadas a administrar las divisas: el Centro Nacional de Comercio
Exterior y la Corporación Venezolana de Comercio Exterior.
La primera se encargará esencialmente de gestionar las
exportaciones e importaciones para hacerle frente al fenómeno del "cadivismo".
Así llaman las autoridades venezolanas a las ilegalidades cometidas
por algunos empresarios a quienes el Gobierno les otorga divisas
mediante la Comisión de Administración de Di-visas (Cadivi) o el
Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad) al
cambio oficial de 6,30 bolívares (moneda local) para que realicen
sus negocios, pero que en su afán de enriquecerse, las desvían para
el mercado paralelo de dólares, en el cual el bolívar llega a
cotizarse a casi diez veces su valor.
Los analistas coinciden en que ese proceso especulativo es uno de
los principales causantes de los precios inflados artificialmente
que afectan a los consumidores.
Ambos sistemas de otorgamiento de divisisas serán supervisados
por el Centro Nacional de Comercio Exterior. La Corporación
Venezolana de Comercio Exterior, por su parte, organizará las
importaciones, a fin de cubrir las necesidades del país, y promoverá
las exportaciones no petroleras.
En la búsqueda de respuestas sobre los objetivos de las últimas
medidas del Ejecutivo bolivariano, Granma intercambió vía
correo electrónico con tres economistas venezolanos, quienes
aportaron diferentes miradas de un mismo tema. El primero de ellos
fue Heiber Barreto, quien describe que en su país se ha desatado un
"proceso de saboteo económico en constante crecimiento e
intensificación que llega a grados exasperantes para la población.
"Se trata de enfrentar con medidas ejecutivas y siempre apegadas
a las leyes, la gran especulación de precios y por ende de las tasas
de ganancias en cada rubro comercial, que tienen como intención
desestabilizar al Gobierno a través de la provocación de un gran
descontento que pudiera desembocar en una especie de estallido
social, tantas veces evocado por la oposición política", explicó el
comoderador del programa de opinión y análisis Golpe de timón.
Añade que los esfuerzos del Gobierno para asumir la
administración y aprovisionamiento de las importaciones de los
productos nos permiten ser optimistas en cuanto a que esa escasez no
se producirá en los niveles que la oposición política ha intentado
hacer creer.
"En el mediano plazo lo que podría producirse es, a mi modo de
ver, un muy correcto desincentivo de la clase comercial privada que
aspira a continuar con negocios con márgenes de ganancias que
oscilan entre un 300 % y un 1 200 %, lo cual más bien constituye una
forma de producir un saneamiento del mercado respecto a este tipo de
comerciantes y de sus prácticas especulativas", sostiene el también
politólogo.
Mientras tanto, el analista de financiamiento del Fondo Agrario
para el Desarrollo Socialista, Luis Requena, opina que el "cadivismo"
es usado por muchos empresarios para presionar al Gobierno porque
justifican su accionar aludiendo al hecho de la escasez por lo que
aquel que consiga los productos más rápidos los venderá a
sobreprecio. En ese sentido, señala que la medida de bajar los
precios puede dar resultado, pero para ello el Gobierno "no debe
retardar la adjudicación de divisas, debe monitorear constantemente
a las pequeñas y medianas empresas, y manejar a la perfección la
oferta en el mercado".
Requena indica que un aumento de la producción local que conlleve
a la sustitución de importaciones, podría llevar a la disminución de
la inflación y con ello una estabilización a largo plazo del actual
escenario.
Por su parte, el economista y politólogo venezolano Miguel
Antonio González Golindano precisa que mientras el gobierno controle
los precios y las ganancias, será fácil controlar la inflación. La
derecha juega a que los comerciantes y distribuidores privados no
abastezcan los estantes, todo depende del control de los productos
que están saliendo por las llamadas "compras nerviosas", acota el
especialista.
En ese sentido, pone como ejemplo el caso de la empresa Diana,
"productora de aceite comestible —nacionalizada por nuestro Comandante
Chávez— que estaba negociando con una empresa mexicana comprándole
el aceite de oliva a seis dólares preferenciales otorgado por el
ente gubernamental Cadivi y comercializándolo en el país a 33
dólares".
Acorde con el propio presidente venezolano, en el país ha llegado
el momento de "una gran revolución productiva, económica y
pacificadora. Es por ello que la ofensiva contra la especulación
busca acabar con la división de dos Venezuela: una que trabaja y
otra en la cual una minoría se quiere aprovechar del trabajo ajeno".