La
casi exclusiva oportunidad que tienen los autores cubanos de música
de concierto para dar a conocer sus obras una vez al año en el
Festival de La Habana, de música contemporánea, organizado por la
UNEAC, explica, aunque no justifica, la ansiedad por clasificar en
programas a veces maratónicos y desiguales que conspiran contra el
interés del público.
Un criterio curatorial mucho más estricto conllevaría a
ordenamientos temáticos y jerárquicos mejor definidos, pero esto
solo será posible en la medida que compositores y obras cuenten, a
lo largo del año mediante ciclos y programas especialmente diseñados
al efecto, con espacios sistemáticos de promoción, tarea aún
pendiente que no depende solo de la Asociación de Músicos de la
UNEAC sino también de las entidades responsabilizadas en el
Instituto Cubano de la Música y de la enseñanza artística,
Entretanto, la vigésimo sexta versión del Festival puso de
relieve el compromiso de importantes compositores cubanos. Al
cumplir 75 años, Jorge Gar-ciaporrúa explora nuevas combinaciones al
escribir Tres por dos, para el dúo D’Accord, donde coinciden
los sobradísimos talentos del clarinetista Vicente Monterrey y la
pianista Marita Rodríguez.
El repertorio del Coro Polifónico de La Habana, conducido por la
maestra Carmen Collado, encuentra fortalezas en las obras de Roberto
Valera y Calixto Álvarez. La batalla por dotar al laúd cubano de
escuela y proyección internacional, largamente emprendida por Efraín
Amador, junto a su compañera Doris Oropesa y su hija Arianna,
alcanza nuevas victorias, las mismas que ha ido venciendo en la
guitarra Eduardo Martín. El dúo Promúsica defiende la altísima
calidad de la música de cámara de Juan Piñera. Haskell Armenteros,
al frente de jóvenes clarinetistas, cumple con las exigencias de
Amanece, de Carlos García. Evelio Tieles, con su indiscutible
magisterio, hace causa común con la violista Anolan González y el
cellista Alejandro Martínez para estrenar una nueva y esencial
versión de Estampas cubanas, de Alfredo Diez Nieto.
¿Cómo no desear que tales autores, obras e intérpretes, ocupen un
espacio natural en la programación habitual de la música de
concierto?
Entre los autores invitados, debo citar también a dos creadores a
los cuales no les encaja del todo ser considerados extranjeros,
puesto que desarrollan su obra entre nosotros: el italiano Adriano
Galliusi y el colombiano Santiago Barbosa Cañón.
Galliusi estrenó el Trío no. 4 para dos flautas y piano,
partitura que resalta por sus secciones dinámicamente contrastantes,
la espiral dialéctica del discurso, la actualizada reminiscencia del
dodecafonismo y la exploración ingeniosa de las cualidades tímbricas
de la combinación instrumental, conceptos plenamente transmitidos
por los flautistas Axel Rodríguez y Carlos Manuel Prieto y la
pianista Lisandra Porto, músicos guantanameros que clasifican entre
nuestros mejores intérpretes de música contemporánea.
Barbosa Cañón, discípulo de Tulio Peramo, entregó Microformas
a la joven pianista Brenda Lorenzo, quien dio vida a una obra sólida
que nos recuerda por una parte al Bela Bartok de los Mikrokosmos y
por otra al concepto de la variación de Charles Ives.