Aunque se observa cierta mejoría nacional, la secuela dejada por
la siembra de caña en pasadas etapas ocupa la atención de los
azucareros. Datos suministrados por Azcuba apuntan que al cierre de
octubre se habían sembrado 4 900 hectáreas más que en igual periodo
del 2012, pero con saldo de 13 mil 500 inferior al plan de este año.
Lo realizado de enero a octubre suma 132 mil 700 hectáreas, o
sea, el 89,8 % de lo que fija esa labor para el 2013, que tiene a
los productores del Jesús Rabí, de Calimete, Matanzas, como sus más
fieles abanderados al promediar 71 toneladas por hectárea.
El Jesús Rabí no es el único pues el Boris Luis Santa Coloma y el
Manuel Fajardo, de Mayabeque; el Arquímedes Colina, de Granma, y el
Abraham Lincoln, de Artemisa, para mencionar cuatro ejemplos,
superan las 50 toneladas por hectárea.
La evaluación entre las provincias coloca a Matanzas con el mayor
registro: 49 toneladas por hectárea. Después aparecen Artemisa, y
Mayabeque, Santiago de Cuba, Holguín y Sancti Spíritus. Falta que le
hace al eficiente Uruguay, el gran coloso de Jatibonico, disponer de
caña para incrementar los días de zafra y recuperar el poderío que
lo hiciera famoso con zafras superiores a las 200 mil toneladas de
azúcar.
Los incumplidores de la siembra, aunque no sea esta la única
razón, son en parte responsables de que muy pocos centrales no
tengan hoy las 50 toneladas por hectárea. El rendimiento de la
mayoría es, en cambio, inferior a las 39,9 toneladas que promedia la
nación.
Tal balance refleja la necesidad de aprovechar al máximo lo que
resta de año y completar la siembra de 133 mil 300 hectáreas
equivalente al 98 % del plan.
A las ventajas de estar beneficiadas por el riego artificial
deben unirse en tan crucial empeño una óptima organización y uso de
la maquinaria, celeridad en la preparación de los suelos, sistemas
de pago que estimulen al productor y eliminar las indisciplinas.
No por casualidad la dirección del país toma medidas y dedica
esfuerzos y recursos adicionales en la búsqueda de mecanismos
capaces de que cada colectivo cumpla con la siembra y eleve los
rendimientos a partir del máximo rigor organizativo, alta
germinación y pérdidas mínimas.
Lo vital no es solo sembrar y cubrir un espacio. Por la costosa
inversión que representa hay que chequear campo a campo el proceso,
su calidad, y acometer la resiembra donde haga falta.
La producción de azúcar tiene en la actualidad como negativo
telón de fondo la baja en los volúmenes molibles y una composición
de cepas (cepas de madurez temprana, media y tardía) no siempre
ideal.
Existen suficientes tierras, personal, maquinaria y medios
técnicos pero han faltado exigencia y organización. Son elementos
presentes en las áreas dejadas de sembrar en terrenos vacíos,
dedicadas a otros cultivos y las no "buldoceadas" en tiempo.
Hay que insistir en la calidad para disminuir las pérdidas,
asegurar una alta germinación y evitar el uso de semillas con paja,
cogollo y la deficiente manipulación.
Los especialistas coinciden en que terminar el año con la siembra
de 133 mil 300 hectáreas podrá calificarse como el esperado
despegue.