Desde el pasado 7 de julio, cuando el Presidente de los Consejos
de Estado y de Ministros habló sin cortapisas sobre el tema de las
indisciplinas sociales e ilegalidades, en diferentes espacios de la
sociedad se han producido análisis, bien dentro de las
organizaciones de masas, por las autoridades territoriales, en el
abordaje del tema en la prensa y en todo el mosaico popular, ya sea
en una esquina del barrio o en el centro de trabajo.
En no pocos de esos debates se gira sobre las causas y las
consecuencias. Se ha mencionado el difícil momento que vivimos, que
no escapamos a la crisis mundial de carácter multisistémico; la
pérdida de valores tras el paso de los engorrosos años noventa; que
el salario no alcanza y hay que buscar vías para cubrir las
necesidades personales. También hay opiniones sobre la debilidad de
los cuerpos de inspectores y que las autoridades no desempeñan su
papel.
Pero hay una arista, que lleva de la mano a las indisciplinas y
las ilegalidades y que de no arrancarla de raíz, sería prácticamente
imposible revertir la situación.
Si al interior de las instituciones estatales no se ordenan los
procesos productivos, si se contempla y no se actúa contra faltantes
en almacenes o ante la improductividad, que muchas veces esconde la
sustracción de las materias primas de las entidades, la ilegalidad,
lo ilícito, viaja desde fábricas o unidades de servicios hasta la
sociedad, donde se presenta en su forma de indisciplina. Lo mismo
sucede con los hábitos y normas de conducta al fallar la familia y
luego la escuela, binomio esencial en la formación de valores.
Un ejemplo de cómo lo ilegal se traslada de las entidades
estatales hacia la sociedad, lo es la oferta de productos
industriales fuera de la red comercial, incluso en la esquina o
frente a un establecimiento de ella. Ante la ausencia en la tienda,
la población en pos de "resolver", acude entonces a ese mercado
informal.
Del otro lado, si en la casa se grita y no se conversa,
difícilmente el joven haga algo distinto en la calle, una discoteca
o en la propia escuela. Pero si en esta el profesor emplea un
lenguaje chabacano y hasta palabras obscenas cuando intercambia con
otros colegas, incluso hasta con alumnos, aunque ellas no lleven en
ese momento un insulto, sino que son dichas porque están de moda, es
casi seguro que sus pupilos la repitan en cualquier lugar, no se
interesen por ampliar su vocabulario y mucho menos en desarrollar su
intelecto.
En la sociedad se realizan todas estas distorsiones, creando caos
y lo que es peor, impunidad, porque allí todo alcanza una escala
mayor, con lo cual se flagelan en la misma dimensión los valores
éticos y morales. En iguales proporciones aparece el daño a la
economía, pues los recursos financieros invertidos para la creación
de bienes y servicios, que no son pocos, escapan en formas de
productos hacia otros destinos y de ellos hacia la población, pero
su retorno no toma el camino de quien invirtió.
"En mi criterio, el denominador común de todo este fenómeno ha
sido y es la falta de exigencia de los encargados de hacer cumplir
lo establecido, la ausencia de sistematicidad en el trabajo a los
diferentes niveles de dirección y el irrespeto, en primer lugar, por
las entidades estatales de la institucionalidad vigente, lo cual,
por otra parte, menoscaba su capacidad y autoridad para exigir a la
población que se atenga a las regulaciones existentes", dijo Raúl al
clausurar el Primer Periodo Ordinario de Sesiones de la VIII
Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, ese 7 de
julio.
A buen entendedor con esas palabras bastan. Si se actúa en las
instituciones con orden y exigencia habría poco margen al robo, a la
improductividad, a la chabacanería y a los malos hábitos de
conducta. Se cerraría así la ruta que llevan esas distorsiones en
forma de ilegalidad hacia la sociedad, para convertirlas en
indisciplina.
El país avanza en su actualización, en pocos meses hemos visto el
cambio del objeto social de las empresas que busca dinamizar sus
fuerzas productivas y con ellas alcanzar un mayor ingreso de los
trabajadores, además del estímulo a la creación de bienes y
servicios; el incremento y flexibilización del trabajo por cuenta
propia, que nació con 178 actividades y anda ya por 201; dio inicio
al cronograma para erradicar la dualidad monetaria y cambiaria;
estrenó en días pasados un nuevo sistema de comercialización de
productos agropecuarios, entre otras medidas.
Todo en pos de hacer de la nuestra una sociedad, que a la par de
justa como principio fundamental del socialismo, sea funcional. Pero
a la actualización del modelo económico y a la implementación de los
Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido, les son
imprescindibles la disciplina y el orden. Comencemos por casa, para
que el gran hogar de todos los cubanos, sea su reflejo.