Ángel Fournier

Boga hacia el desquite olímpico

Harold Iglesias Manresa

Todavía hoy, luego de vestirse de plata en el Campeonato Mundial de Chungju 2013, Sudcorea, el remero Ángel Fournier Rodríguez (31 de diciembre de 1988) mantiene al límite su sed de resultados. Tres años pueden parecer mucho tiempo, pero para el singlista cubano de la categoría abierta, cada minuto de ahora en lo adelante significa preparación, esfuerzo, entrega. Quiere, por todos los medios, sacarse en Río de Janeiro 2016 la espina de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, donde no llegó a la final.

Foto: Photoshelter.comPor increíble que parezca, el guantanamero no aparece en la relación de nominados para los diez mejores deportistas del 2013.

Allí, tanto él como los técnicos, coinciden en que le falló la psiquis a la hora de aplicar y demostrar el desarrollo de sus capacidades. Ese mes de agosto devino el momento más triste de su carrera deportiva. Lógico, no accedió a la discusión de las medallas, tras una temporada que se presagiaba pródiga para él en materia de resultados, patentada por sendos bronces en las Copas del Mundo de Belgrado, Serbia, y Lucerna, Suiza.

Hoy, toda esa amalgama de energías las vuelca a diario este gigante guantanamero de 1,91 metros de altura y 110 kilogramos de peso en la pista de remo y canotaje José Smith Comas, del artemiseño municipio de Caimito. Seis horas repartidas entre intensas paletadas, múltiples repeticiones con pesas en el gimnasio, carreras, mediciones y trabajo técnico en el simulador.

Una batalla perenne en un paraje alejado, ese que constituye su hábitat desde septiembre del 2003, cuando fue captado para el equipo nacional.

Antes, este remero amante del baloncesto había comenzado, a la edad de 12 años, su travesía en Caimanera, sede de la academia provincial de Guantánamo. José Ángel Figueredo fue el artífice de su iniciación, y del primer metal: bronce como miembro de un doble par en los Juegos Escolares del 2001. Desde aquella regata hasta la actualidad, sus padres, Nancy y Francisco, experimentan una emoción ilimitada cada vez que toma los remos y tensa sus músculos para intentar surcar los dos kilómetros del circuito.

Quiso el destino que a la cuarta fuera la vencida y Fournier se convirtiera en el primer exponente en la historia de la disciplina en Cuba capaz de obtener una presea en citas del orbe, tras secundar en Sudcorea al campeón y fuera de serie checo Ondrej Synek (6:45.24 minutos y ocho veces ocupante de podios universales), con crono de 6:48.91. Antes coquetearon con esa hazaña Mayra González (por esas coincidencias de la vida también amante del baloncesto) e Ismael Carbonell. Por eso me sorprende no verlo en la relación de nominados a los diez mejores deportistas del año, cuando, además, sus arcas cuentan en este 2013 con el bronce en la Copa del Mundo de Lucerna.

A Fournier parece no perturbarlo en lo absoluto ese tema. Desde el 4 de octubre, fecha en que reanudó su preparación, asume cada una de las tareas de su plan de entrenamiento como si la cita de Río de Janeiro bajo los cinco aros estuviera al doblar de la esquina. Rema desde las seis de la mañana, juega con los pesos luego, almuerza, descansa, vuelve a lanzarse a la presa en busca de vencer con su bote Filippi de 14 kilogramos los 36 kilómetros diarios contemplados en esta etapa de preparación general.

Y no le resulta monótono ese círculo, pues con parsimonia inesperada explica que para mantener los resultados en la elite hay que pulir constantemente todos los detalles, técnicos, tácticos, mentales. Entonces dejé de observarlo y le espeté:

—¿Cuál ha sido la fórmula del éxito de Londres a Sudcorea?

—El análisis sistemático de las deficiencias y el trabajo exigente sobre los errores técnicos detectados. Fueron ocho meses intensos con mi entrenador Yoan Paula, el equipo médico y el resto de los técnicos, estableciendo táctica de regatas, estudiando cada rival, limando dificultades, especialmente sobre el desgaste y la transición de la arrancada al ritmo, el largo (movimiento amplio al remar), y el remate en los últimos 500 metros.

—¿Y a la hora cero?

—Desde la semifinal diseñamos una estrategia para rebasar al alemán Marcel Hacker, quien me había rematado en Lucerna. Estudiamos dónde hizo sus cambios de intensidad, pues en una final todos estamos casi al mismo nivel y no puedes cometer error alguno. Arranqué sexto, pero en cada parcial de 500 metros fui ganando terreno y pude acelerar el ritmo en los últimos 250, para rematarlo casi en la meta. Solo nos separaron 40 centésimas.

—¿Gloria total?

—Hasta ahora sí, esta es una disciplina longeva y de los hombres de la elite soy el más joven. Necesito seguir midiéndome a ellos, perfeccionar otros detalles. No me gusta chocar dos veces con la misma piedra. Te aseguro que mi película en Río de Janeiro 2016 tendrá otro final.

 

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