Se trata de uno de los incontables mensajes de reconocimiento que
decenas de padres profesan cada año a los trabajadores de esa
importante área del hospital pinareño, la única de su tipo en la
provincia, y por tanto el sitio al que recalan la totalidad de los
niños en estado grave, a partir de los 28 días de nacidos.
Aunque la cifra es alta, gracias a la esmerada labor de sus 10
intensivistas y 35 enfermeras, la inmensa mayoría logra recuperarse.
Según la doctora Sarah Álvarez, vicedirectora de Atención al
paciente grave, con más de tres décadas de labor en la terapia
pediátrica, solo el pasado año fueron 432 casos; y en lo que va del
2013, ya van 388.
Por ello, en un momento en que la provincia exhibe el índice de
mortalidad infantil más bajo de su historia (2,8 por cada mil
nacidos vivos cuando se realizaba este re-por-taje), las autoridades
de Salud en Vueltabajo le atribuyen en buena medida el resultado a
este servicio.
"Aquí recibimos todo tipo de patologías. Las más frecuentes son
las infecciones respiratorias complicadas y las diarreicas agudas",
explica Sarah y advierte que para enfrentarlas casi siempre se
labora en colectivo.
"Detrás de cada caso asistido hay un trabajo de equipo, al que
vinculamos los especialistas que sean necesarios: cirujanos,
neurocirujanos, cardiólogos, neumólogos... ".
Unido a ello, señala que hay un esfuerzo constante por elevar la
capacitación en la atención al niño grave, de los profesionales de
las distintas áreas de salud y los médicos que se desempeñan en las
terapias municipales.
"Esto es algo vital, porque no hacemos nada con estar bien
preparados aquí, si los pacientes nos llegan en malas condiciones,
por no haber sido atendidos adecuadamente".
En su larga trayectoria dentro de la terapia, son muchos los
casos que la han marcado. Entre ellos, el de Abrahan Cruz Alberdi,
un pequeño que sufrió un trauma de cráneo muy severo en un accidente
de tránsito, el 31 de agosto pasado.
"Hubo un momento en que lo dábamos por perdido, por la situación
tan crítica que presentaba. Imagínese que estuvo 10 días en estado
de coma profundo, y en la intervención quirúrgica perdió los huesos
frontales del cráneo.
"A pesar de ello, logramos que pudiera salir de aquí caminando
por sus propios pies".
Al igual que la de Abrahan, la historia de Harold Mederos, a
quien le fue diagnosticada una leptospirosis icterohemorrágica,
resulta impactante.
"A Harold llegamos a sacarle más de dos litros de sangre de los
pulmones.
"Según la literatura, este tipo de cuadro tiene un 100 % de
mortalidad. Pero a él pudimos salvarlo", afirma Sarah.
No obstante, reconoce que no todos los casos tienen un final
feliz.
"Por mucho tiempo que uno lleve en este trabajo, nunca se
acostumbra a la idea de ver morir a un niño. Sobre todo nos duele
cuando es producto de un accidente, porque detrás de ellos siempre
hay una negligencia".
Lamentablemente es una tendencia que se ha incrementado en los
últimos tiempos, al punto de ser una de las principales causas de
ingreso a la terapia. En lo que va de año, por ejemplo, suman 47 los
pequeños que han llegado acá por tal motivo.
"Mucha gente nos pregunta cómo hacemos para lidiar con los
momentos difíciles que este trabajo entraña. Sin embargo, aquí como
en ningún otro lugar, uno experimenta verdaderamente la sensación de
salvar vidas", asegura Yuselys Lache, jefa de Enfermería de la
terapia.
"Además, son muchísimos más los casos en que logramos la
recuperación de los pacientes, y cuando ello ocurre, cuando uno ve a
la madre con su bebé en los brazos, o ve al niño caminando hacia la
puerta de salida, es muy reconfortante.
"Tratarlo de explicar con palabras resulta difícil, porque es una
especie de alegría, una sensación buena".