Los avatares de un campeón

ARIEL B. COYA

Aunque todavía conserve el mismo aire tímido y distraído de siempre, Asley González (Placetas, 1989) no es más aquel muchachito despistado que una vez extravió en el hotel la credencial del Grand Slam de París antes de intervenir en la competencia.

Foto: Ricardo López heviaEl villaclareño Asley González es un fuerte candidato a sobresalir como el Atleta del Año en Cuba.

"Aquello —recuerda— fue un trago amargo, porque no sabía con qué cara iba a mirar al entrenador, pero por suerte apareció en la habitación y al final pude competir sin problemas".

Hace algunos años, cuando el profesor Justo Noda lo vio por primera vez, siendo un jovencito, en un Campeonato Nacional en Cienfuegos, no pudo me-nos que pensar: "Ese muchacho tiene algo", sin que entonces pudiera explicar bien qué.

Ese "algo", sin embargo, ahora lo tiene claro y sabe que su vista de halcón para cazar el talento no lo engañó entonces: Asley reúne las condiciones de un judoca excepcional. Trabaja bien las técnicas de piernas y hombros, domina los contraataques, es difícil de tirar y, gracias a una disciplina a rajatabla, siempre se apega al plan táctico.

Tanto es así que si no le actualizan el plan de entrenamiento, él sigue realizando el antiguo cabalmente, porque lo lleva a todas partes, guardado en el teléfono, y uno de sus pasatiempos es ver videos de judo para estudiar a sus rivales.

Tiene, además, un carácter especial que lo ayuda a manejar la presión con calma, sin importar la tensión del momento, al punto que en una ocasión, al enfrentar al multilaureado brasileño Tiago Camilo, en Río de Janeiro, cuando Justo le advirtió que tuviese cuidado porque no iba poder escuchar sus indicaciones debido al bullicio ensordecedor de la grada, le contestó: "Profe, no se preocupe que, cuando la gente grita, yo me hago la idea de que es a mi favor".

De ahí que, llegados al Mundial de agosto pasado en la propia ciudad carioca, ambos confiaban plenamente en que, esta vez sí, podría escalar a lo más alto del podio, después de haber alcanzado un bronce dos años antes (aun con una gastritis) y el subtítulo olímpico en los Juegos de Londres 2012.

Y eso, a pesar de que el último tramo de la preparación distó de lo ideal, pues después del Grand Prix de Miami, en junio, estuvo aproximadamente un mes alejado de los tatamis, a causa de que el gimnasio del judo (m) en la ESFAAR Cerro Pelado comenzó a inundarse por las roturas en el techo —lo que llevó al equipo a entrenar en el tabloncillo de baloncesto aledaño y en la EIDE de Ciego de Ávila— y que también debió lidiar personalmente con los trámites de la vivienda en su natal Placetas.

Como cualquier cubano, Asley enfrenta sus propios problemas a la vez que entrena: su familia vive en Villa Clara, su esposa en Santiago de Cuba, y antes de partir al campeonato del orbe, por ejemplo, solo pudo ver a su hija de meses en tres ocasiones.

No obstante, supo mantenerse enfocado, afilándose sin descanso durante diez días en la altura peruana de Arequipa, donde el oxígeno es poco y el frío entumece el cuerpo, y el otro representante cubano de los 90 kg, Yeslandis Echemendía, lo ayudó a ponerse a punto.

Hasta que llegó a Brasil y una vez allí se dijo que no iba a perder, como admitiría después: "No me sentía al 100 %, pero todos los días pensaba: ‘Voy a ganar el Mundial’".

Dicho y hecho. No lo tuvo fácil, porque un campeonato del mundo es un torneo tremendo con todas sus letras y en su división, en particular, pululan adversarios fortísimos. Pero al final pudo con todos: con el griego Ilias Iliadis, que viene cosechando lauros en todas las grandes citas desde Atenas 2004, y con el georgiano Varlam Liparteliani, quien lo había vencido antes en el Grand Slam de la capital francesa.

No en vano, pese a ocupar ahora mismo el primer lugar del ranking en su división, con 20 victorias en 22 combates, Asley aspira a seguir mejorando para defender su corona el año próximo, tras demostrar con brillantez que un campeón surge del talento, pero se forja siempre, sobre todas las cosas, a partir de la consagración y el esfuerzo.

 

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