Reinieri Salas

Nacido para la lucha

Harold Iglesias Manresa
harold.iglesias@granma.cip.cu

Nacido para luchar. Puede que esa sea la frase que más se ajuste al gladiador Reinieri Salas (17 de marzo de 1987). En ella está la clave de por qué, luego de incursionar en la gimnasia artística, el clavados y el judo, se decidió por la "arena".

Foto: filaEl gladiador Reinieri Salas (arriba) sumó la plata de Budapest a su bronce de Moscú 2010.

El deporte, como él mismo confiesa, lo lleva en la sangre por herencia, pues su padre, Rey Salas, practicó atletismo de niño y luego lucha en el Servicio Militar, sin alcanzar resultados de relieve. Fue entonces cuando volcó toda esa energía en convertir a su hijo en un campeón, y la posibilidad de materializarlo no era una quimera.

Reinieri deshizo pronósticos, respondió a quienes depositaron su confianza en él y despejó todo tipo de escepticismo en el Mundial de Budapest, donde retornó a la elite de los 84 kilogramos estilo libre, amparado en su presea de plata. Fueron cinco combates, con éxitos consecutivos sobre el uzbeco Zaurbek Shokiev (8-0), el alemán Gabriel Seregelyi (5-3), el iraní Ehsan Lashgari (9-6) y el español Taimuraz Friev (5-1), antes de sucumbir 1-8 a manos del ucraniano Ibragim Aldatov.

—Ya sabemos de dónde viene el mote de gimnasta, pero... ¿y los otros deportes?

—Era en extremo inquieto. La gimnástica la practiqué desde los cinco hasta los nueve años en Guanabacoa, pero tuve que dejarla porque mi mentor tuvo un problema y se creó ese bache. Luego me captaron para la EIDE José Martí en clavados, pero ahí le hice rechazo al entrenador. El judo no me interesó, pero en séptimo grado fui a una competencia provincial de lucha —solo le habían explicado básicamente en que consistía— y obtuve plata. Así me captaron para la Mártires de Barbados. Un profesor al que llamaban el zurdo, igual que yo.

—¿Enseñanzas en el equipo nacional?

—Fue un tanto incómodo. Me habían dado baja técnica de la EIDE, alegando pobre rendimiento. Mi actual entrenador, Julio Mendieta, me reclutó en la ESPA Manuel Permuy y bajo su guía fui campeón nacional juvenil de los 76 kg. Así, en febrero del 2005, entré al equipo nacional. Fue una época dura. La primera figura de los 84 kg era Yoel Romero. Lo observaba mucho; de él aprendí a defender la entrada de tackle con una presa al tobillo de los contrarios. Recuerdo que en una Gala de Campeones me derrotó 1-0, 2-1.

—¿Desde entonces gustas de la defensa y el contraataque como sistema de pelea?

—Llegué al equipo nacional muy delgado; mi división siempre ha sido de las más fuertes y perfeccioné la defensa; me sentía más cómodo esperando la acción de los rivales. Claro, eso apoyado en la velocidad, flexibilidad y explosividad en la ejecución de movimientos técnicos.

— ¿Crucial la conducción de Mendieta?

—Es un entrenador muy preparado, con excelente capacidad de anticipación pues avizora siempre las posibles variantes desde la esquina. Nunca perdí el vínculo con él. Escucha nuestros criterios y en lo personal me deja luchar suelto.

—Moscú 2010 y Budapest 2012.

—Moscú marcó el inicio; llegué bien preparado y me mantuve todo el año en 89 kg. Recuerdo que ahí el ucraniano Aldatov abandonó el combate por el bronce en el primer tiempo. Con él voy debajo 1-2 en tres enfrentamientos. Casi siempre el sorteo nos pone a pelear, al igual que con el uzbeco Shokiev.

Ahora regresé a la preparación sin pensar en el Mundial de Budapest; había perdido con Yunieski Torreblanca en la primera categoría y el internacional Granma-Cerro Pelado. Me sentía extraño, de nuevo metido por completo en el rigor y la disciplina. A la vuelta de tres meses volvimos a medirnos, y le gané en los tres topes de control.

Llegué a la sede húngara nervioso; reaparecer en un mundial no es cosa de juego, sin embargo, poco a poco les demostré a todos mi calidad. El pleito con el iraní resultó el más tenso, por su nivel, por su experiencia competitiva. Pero mi pensamiento positivo fue constante. En la final se combinó el desgaste físico y la deuda de entrenamiento con las emociones. Cuando quise concentrarme ya era tarde.

—Dos momentos...

—Hoy duermo tranquilo; los entrenadores se jugaron una carta conmigo y no les fallé. Mi regreso en enero a la preselección fue el momento más feliz. Dos años alejado de tu rutina diaria; estuve a punto de abandonar por completo la lucha, pero mis amigos y mi padre me dieron las fuerzas necesarias. ¿Lo más triste?: esa Copa del Mundo del 2011. Allí gané cuatro combates y perdí uno. No quiero recordar nada. A mi regreso me aplicaron la sanción por indisciplina. Tuve que ver la inauguración de los Panamericanos de Guadalajara y los Juegos Olímpicos de Londres desde la casa de mis padres, en la zona 21 de Alamar.

Así llegaron a su fin nuestros "seis minutos" de combate. Él con la esperanza de un metal en Río de Janeiro 2016 en su horizonte de aspiraciones. Yo deseoso de poder comentar otras hazañas.

 

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