Bayamo es, desde su nacimiento, una ciudad de luz. Tierra de
infinitos partos consagrados a la gloria de la patria, madre y padre
de hombres ilustres y gallardos, de mujeres de mano delicada y fiera
en el combate, todos armados del amor sublime al suelo que los vio
nacer.
Fragua de la nacionalidad en la más grande Isla caribeña, cuna de
fundadores y surtidor de los más hermosos actos de fidelidad a un
pueblo. Primera ciudad libre del oprobio de España, del yugo luego
quebrado, frágil al tajo del machete mambí.
Canto viril, himno fiero surgido de la mano recia y la
inspiración fecunda del patricio Figueredo. Letra insomne, clarín
inequívoco de justa rebeldía, nacido ya ensillado sobre un caballo
de batalla; cantado ayer por cientos de gargantas de un pueblo
enardecido y repetido hoy por millones de cubanos, herederos del
carácter indomable de sus fundadores: ¡Al combate corred, bayameses!
Antorcha de libertad, Bayamo es braza eterna prendida con el
ardor soberano de sus moradores ante la amenaza de verse de nuevo
esclava. Aquí nació el valor volcado en la manigua, en el valle, en
la Sierra.
Hoy ciudad de asombro, próspera, laboriosa, también es magia,
ardor y transparencia, antaño heredados al espíritu sublime del
Héroe Nacional: "Yo tengo de Bayamo, el alma intrépida y natural".
Ciudad de luz desde su nacimiento, ha-ce hoy 500 años, en Bayamo
retumba el corazón de la patria y en sus venas hierve, para siempre,
la sangre libertaria de un pueblo entero.