Una ciudad de luz

Dilbert Reyes Rodríguez

Bayamo es, desde su nacimiento, una ciudad de luz. Tierra de infinitos partos consagrados a la gloria de la patria, madre y padre de hombres ilustres y gallardos, de mujeres de mano delicada y fiera en el combate, todos armados del amor sublime al suelo que los vio nacer.

Fragua de la nacionalidad en la más grande Isla caribeña, cuna de fundadores y surtidor de los más hermosos actos de fidelidad a un pueblo. Primera ciudad libre del oprobio de España, del yugo luego quebrado, frágil al tajo del machete mambí.

Canto viril, himno fiero surgido de la mano recia y la inspiración fecunda del patricio Figueredo. Letra insomne, clarín inequívoco de justa rebeldía, nacido ya ensillado sobre un caballo de batalla; cantado ayer por cientos de gargantas de un pueblo enardecido y repetido hoy por millones de cubanos, herederos del carácter indomable de sus fundadores: ¡Al combate corred, bayameses!

Antorcha de libertad, Bayamo es braza eterna prendida con el ardor soberano de sus moradores ante la amenaza de verse de nuevo esclava. Aquí nació el valor volcado en la manigua, en el valle, en la Sierra.

Hoy ciudad de asombro, próspera, laboriosa, también es magia, ardor y transparencia, antaño heredados al espíritu sublime del Héroe Nacional: "Yo tengo de Bayamo, el alma intrépida y natural".

Ciudad de luz desde su nacimiento, ha-ce hoy 500 años, en Bayamo retumba el corazón de la patria y en sus venas hierve, para siempre, la sangre libertaria de un pueblo entero.

 

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