Lecciones culturales

Madeleine Sautié Rodríguez

Solo si sabemos de dónde venimos tendremos conciencia de hacia dónde vamos. Y ese aprendizaje ha de nutrir permanentemente el empeño cotidiano de defender la identidad nacional y los auténticos valores de la cultura.

Para Cuba resulta vital, no solo porque es objeto de la operación de colonización cultural que a gran escala sufre la humanidad, sino porque contra ella hay planes específicos para subvertir un proceso revolucionario que se caracterizó desde su génesis por democratizar la cultura.

Los delegados que salieron recientemente del Segundo Congreso de la Asociación Hermanos Saíz compulsados a fundar y crear en bien de la Patria, no podrán desatender nunca el llamado que les hiciera la doctora Graziella Pogolotti a no olvidar el insoslayable propósito de la Revolución al proclamar la libertad de la creación artística.

Fueron palabras de una esencia vital, que sin duda trascienden el escenario del Congreso: "A los intelectuales, entre los que ustedes se incluyen, corresponde interpretar la realidad, que es casi como llegar a transformarla".

Y ese don de transformar entraña la responsabilidad de "releer nuestro proceso revolucionario con toda la objetividad y la transparencia colocándolo en la contemporaneidad y tratando de salvar toda la cultura, la popular, la de la comunidad, la artística literaria, la experimental y la más elaborada".

No escapó a su análisis el desplome económico de los años 90 —tras el desmoronamiento del campo socialista y la agudización de la guerra económica de EE.UU.— y la pérdida de autoridad que comenzaron a sufrir nuestras instituciones cuya obsolescencia repercutió en el mundo de los valores.

Tampoco soslayó el resurgimiento a partir de esos años de "el bicho, el pícaro de la república, que ahora se llama luchador", y las manifestaciones de corrupción y de indisciplina social en todos los estratos de la sociedad, cuyo enfrentamiento resulta hoy prioritario también desde el frente de cultura.

De ahí la importancia de rescatar, como dijo, la memoria barrial. Y como acción práctica para ello recomendó que las casas del Joven Creador y las de la Cultura se imbriquen junto a todas las instituciones que operan en la comunidad como el museo, la biblioteca pública y las instalaciones deportivas.

Una importante función le corresponde en todo esto al promotor cultural. "Esa palabrita, un cargo que está en la plantilla, ha ido perdiendo el perfil que le corresponde, que no es avisar por medio de un correo electrónico el suceso cultural".

Y entregó esta cabal definición: "Promover es convertir cada hecho cultural en un acontecimiento y saber a quién se dirige, a quién puede interesar, cómo podemos despertar la curiosidad, promover la cultura con todo lo que responde a un proyecto integrador, que trascienda ese hecho cotidiano, que contribuya a construir un espectáculo y a construir un público, por lo que el promotor debe ser un conocedor de lo que está promoviendo".

En cuanto a ese ejercicio imprescindible que es la lectura, significó que se requiere de un trabajo integral que incluye el sistema de enseñanza completo, y tocó la necesidad de revitalizar las bibliotecas escolares y públicas como centros generadores de actividades, así como de alcanzar ese diálogo coherente e integrado entre editoriales, poligrafía y librerías del que a veces se adolece.

No dejó de referirse a una de las contradicciones fundamentales contemporáneas: el neoliberalismo y los proyectos de resistencia, en los que está la clave de la salvación de este planeta. "Tenemos que lograr que nuestra propuesta sea totalizadora, que abarque la economía, lo ideológico, lo social y lo cultural. Coloquemos en primera instancia a América Latina, donde hay una audiencia no desarrollada en la que va creciendo la conciencia de nuestra unidad".

A una pregunta de una joven espirituana sobre cómo construir el futuro sin dejarse llevar por el desaliento, la eminente intelectual propuso trabajar ininterrumpidamente para no perder el oficio. "En el trabajo surgen las ideas, hay que buscar puentes y aprender a establecer alianzas. Sembrando y haciendo es la manera de ganarle la batalla a los obstáculos burocráticos que no se corresponden con la naturaleza de esta sociedad".

Fueron sus votos lecciones culturales —entendida la cultura como la esencia misma de lo que somos— de las que habrá que seguir aprendiendo más allá de cualquier evento.

 

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