Solo si sabemos de dónde venimos tendremos conciencia de hacia
dónde vamos. Y ese aprendizaje ha de nutrir permanentemente el
empeño cotidiano de defender la identidad nacional y los auténticos
valores de la cultura.
Para Cuba resulta vital, no solo porque es objeto de la operación
de colonización cultural que a gran escala sufre la humanidad, sino
porque contra ella hay planes específicos para subvertir un proceso
revolucionario que se caracterizó desde su génesis por democratizar
la cultura.
Los delegados que salieron recientemente del Segundo Congreso de
la Asociación Hermanos Saíz compulsados a fundar y crear en bien de
la Patria, no podrán desatender nunca el llamado que les hiciera la
doctora Graziella Pogolotti a no olvidar el insoslayable propósito
de la Revolución al proclamar la libertad de la creación artística.
Fueron palabras de una esencia vital, que sin duda trascienden el
escenario del Congreso: "A los intelectuales, entre los que ustedes
se incluyen, corresponde interpretar la realidad, que es casi como
llegar a transformarla".
Y ese don de transformar entraña la responsabilidad de "releer
nuestro proceso revolucionario con toda la objetividad y la
transparencia colocándolo en la contemporaneidad y tratando de
salvar toda la cultura, la popular, la de la comunidad, la artística
literaria, la experimental y la más elaborada".
No escapó a su análisis el desplome económico de los años 90
—tras el desmoronamiento del campo socialista y la agudización de la
guerra económica de EE.UU.— y la pérdida de autoridad que comenzaron
a sufrir nuestras instituciones cuya obsolescencia repercutió en el
mundo de los valores.
Tampoco soslayó el resurgimiento a partir de esos años de "el
bicho, el pícaro de la república, que ahora se llama luchador", y
las manifestaciones de corrupción y de indisciplina social en todos
los estratos de la sociedad, cuyo enfrentamiento resulta hoy
prioritario también desde el frente de cultura.
De ahí la importancia de rescatar, como dijo, la memoria barrial.
Y como acción práctica para ello recomendó que las casas del Joven
Creador y las de la Cultura se imbriquen junto a todas las
instituciones que operan en la comunidad como el museo, la
biblioteca pública y las instalaciones deportivas.
Una importante función le corresponde en todo esto al promotor
cultural. "Esa palabrita, un cargo que está en la plantilla, ha ido
perdiendo el perfil que le corresponde, que no es avisar por medio
de un correo electrónico el suceso cultural".
Y entregó esta cabal definición: "Promover es convertir cada
hecho cultural en un acontecimiento y saber a quién se dirige, a
quién puede interesar, cómo podemos despertar la curiosidad,
promover la cultura con todo lo que responde a un proyecto
integrador, que trascienda ese hecho cotidiano, que contribuya a
construir un espectáculo y a construir un público, por lo que el
promotor debe ser un conocedor de lo que está promoviendo".
En cuanto a ese ejercicio imprescindible que es la lectura,
significó que se requiere de un trabajo integral que incluye el
sistema de enseñanza completo, y tocó la necesidad de revitalizar
las bibliotecas escolares y públicas como centros generadores de
actividades, así como de alcanzar ese diálogo coherente e integrado
entre editoriales, poligrafía y librerías del que a veces se
adolece.
No dejó de referirse a una de las contradicciones fundamentales
contemporáneas: el neoliberalismo y los proyectos de resistencia, en
los que está la clave de la salvación de este planeta. "Tenemos que
lograr que nuestra propuesta sea totalizadora, que abarque la
economía, lo ideológico, lo social y lo cultural. Coloquemos en
primera instancia a América Latina, donde hay una audiencia no
desarrollada en la que va creciendo la conciencia de nuestra
unidad".
A una pregunta de una joven espirituana sobre cómo construir el
futuro sin dejarse llevar por el desaliento, la eminente intelectual
propuso trabajar ininterrumpidamente para no perder el oficio. "En
el trabajo surgen las ideas, hay que buscar puentes y aprender a
establecer alianzas. Sembrando y haciendo es la manera de ganarle la
batalla a los obstáculos burocráticos que no se corresponden con la
naturaleza de esta sociedad".
Fueron sus votos lecciones culturales —entendida la cultura como
la esencia misma de lo que somos— de las que habrá que seguir
aprendiendo más allá de cualquier evento.