Los yacimientos presal, descubiertos en el 2007 en aguas
profundas bajo una gruesa capa de sal, incluyen una de las mayores
reservas de crudo del mundo: el Campo Libra. Ubicada al norte de Río
de Janeiro, esta inmensa reserva que abarca 1 500 kilómetros
cuadrados, posee entre 8 000 y 12 mil millones de barriles. Las
estimaciones indican que podrá producir un máximo de 1,4 millones de
barriles diarios.
La explotación del Campo Libra fue subastada el lunes pasado en
la primera licitación que se realiza bajo la ley del 2010 que impone
una participación obligatoria mínima del 30 % a Petrobras, aunque
esta vez obtuvo el 40 % y la gestión del pozo.
El resto de las acciones las obtuvieron las empresas
anglo-holandesa Shell, la francesa Total —con un 20 % cada una—, y
las chinas CNPC y CNOOC, con 10 % para cada cual.
La propia presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo que en los
próximos 35 años el campo subastado pagará al Estado recursos por
460 mil millones de dólares. Asimismo, consideró que en una década
el Campo Libra puede representar el 67 % de toda la producción de
petróleo en Brasil, estimada en el 2012 en dos millones 301 mil
barriles diarios.
Ahora bien, operar en aguas profundas y en un pozo tan grande
como el Campo Libra supone grandes retos. La directora de la Agencia
Nacional de Petróleo brasileña, Magda Chambriard, explicó a BBC
Mundo que "todo está bien planeado; hay plataformas nuevas,
oleoductos nuevos y más in-fraestructura".
Algunos analistas señalan que a pesar de la experiencia de
Petrobras en la perforación en aguas profundas, así como su
conocimiento geológico y operacional del área, las autoridades
necesitan de otras empresas debido a la profundidad y distancia de
la costa, las capas de tierra y sal corrosiva, así como las fuertes
condiciones marítimas.
Es por ello que empresas como las británicas del grupo Swire, con
experiencia en explotaciones costa afuera y en ambientes marinos
profundos, ya están preparando personal en Macaé, la localidad donde
está situado el Campo Libra.
Sin embargo, no todos vieron con buenos ojos el hecho de que
compañías extranjeras participaran en la subasta. Al menos 200
representantes de sindicatos y movimientos sociales se manifestaron
durante días en los alrededores del hotel Barra de Tijuca donde se
desarrolló la puja que, en su opinión, era una forma de
privatización del petróleo.
Rousseff salió al paso de las críticas señalando que el 75 % de
las regalías serían destinadas a la educación, y el 25 % a la salud,
como consta en la ley aprobada por el Congreso luego de las
multitudinarias manifestaciones que miles de brasileños
protagonizaron en junio pasado, demandando, entre otros asuntos, más
inversión social y menos corrupción.
"Bastaría la aplicación correcta de esos recursos para que Libra
produzca, en los próximos años, una pequeña revolución benéfica y
transformadora en nuestro país", agregó la Jefa de Estado.
La idea de destinar las ganancias del petróleo a la inversión
social no es nueva. En el 2008 el entonces presidente Luiz Inácio
Lula da Silva (2003-2010), anunciaba al mundo el descubrimiento de
una reserva gigantesca de petróleo en el sudeste brasileño y
destacaba la importancia de invertir esos recursos en salud,
educación y tecnología.
"Brasil necesita de mucha política social. Por eso creo que una
parte de esos recursos procedentes de los descubrimientos de
petróleo tienen que canalizarse prioritariamente para resolver los
problemas de la pobreza, las desigualdades y la educación", dijo el
Gobernante en aquel momento. Para Lula, Brasil pagaría de esta forma
su "deuda histórica de 500 años" con los pobres.
Cuando en una ocasión Lula profetizó que Brasil estaría entre los
primeros países del mundo en la producción del llamado oro negro,
muchos lo tildaron de excesivo. El tiempo, la voluntad política y
algo de suerte si se quiere, le dan ahora la razón. En seis letras (presal)
está la oportunidad para que el gigante sudamericano dé un nuevo
salto hacia un futuro más prometedor.