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Ballet Nacional de Cuba: 65 años de gloria
Miguel Cabrera
(especial para granma)*
Seis décadas y un lustro atrás, el jueves 28 de octubre de 1948,
bajo el nombre de Ballet Alicia Alonso, su ilustre y principal
inspiradora, nacía el hoy Ballet Nacional de Cuba, con la histórica
misión de dar inicio en nuestro país a un movimiento artístico
profesional, que sacara esta manifestación del marco elitista en que
se había desarrollado hasta entonces y hacerlo un patrimonio
cultural de toda la nación. Su brega en el duro periodo que medió
entre su fundación y 1956, fecha en que se produjo su enfrentamiento
con la dictadura batistiana, que intentó convertirlo en agente
propagandístico de su sanguinario régimen, fue merecedor de la
admiración y el respeto de todos los cubanos, por lo preclaro de sus
objetivos y la valentía con que sus fundadores principales —Alicia y
Fernando Alonso— supieron enfrentar las incomprensiones y las
agresiones de los desgobiernos de la época. A pesar de ello, el
novel conjunto logró desarrollar tres vertientes fundamentales de
trabajo, que incluyeron el campo de la creación coreográfica, el
pedagógico y la divulgación masiva del ballet.

Alicia Alonso en
Carmen.
Desde su debut, la primera compañía profesional de ballet en la
historia de la nación mostró su gran preocupación por enriquecer la
cultura danzaria de los cubanos, tarea que cumplió exitosamente al
desarrollar una amplia línea coreográfica en la que figuraron las
más importantes obras del ballet de acción del siglo XVIII y de la
gran tradición romántico -clásica del siglo XIX y el estímulo a un
movimiento de creación contemporánea, que incluyó las más diversas
temáticas.
Hito en ese periodo fue la creación, en 1950, de la Academia de
Ballet Alicia Alonso, encargada de formar la primera generación de
bailarines profesionales cubanos y servir de laboratorio pedagógico
al fenómeno artístico de la hoy mundialmente reconocida escuela
cubana de ballet.

Ballet Nacional de
Cuba en el Lago de los cisnes.
En cuanto a su trabajo divulgativo, las numerosas funciones
públicas, con entrada libre o a muy bajos precios, en espacios
abiertos de la capital e interior del país, como la Plaza de la
Catedral, el Anfiteatro de La Habana y muy especialmente las
realizadas en el Stadium Universitario, donde contaron con el apoyo
decidido de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), hicieron
posible que la semilla del ballet fuera plantada en los más
disímiles ámbitos de la Isla. Como sabiamente sentenciara Alicia en
su histórica Carta Pública al testaferro del llamado
Instituto Nacional de Cultura en 1956, el ballet ya no podía morir
porque lo habían plantado en el seno del pueblo.
El triunfo revolucionario de 1959 abrió una nueva etapa, donde el
ballet cubano pudo alcanzar sus grandes aspiraciones históricas. La
Ley 812 del Gobierno Revolucionario, firmada por el Comandante en
Jefe, Fidel Castro, garantizó definitivamente la existencia de la
compañía y le brindó todo el apoyo material y espiritual para
realizar su labor. En estos 65 años de labor continuada que ahora
celebramos, el Ballet Nacional de Cuba ha logrado ocupar un alto
sitial en la cultura nacional y en el movimiento danzario
internacional, como máximo exponente de una nueva escuela.
Un total de 197 giras que han incluido actuaciones en 61 países
de los cinco continentes, presentaciones en más de cien pueblos y
ciudades de la Isla y la creación de un vasto y versátil repertorio
de 711 títulos, la mayoría de ellos con carácter de estrenos
mundiales, ha sido un fructífero empeño al que la compañía ha
vinculado a los más prestigiosos compositores, diseñadores,
teatristas y técnicos de la escena del país. Charlas, conferencias y
es-pectáculos didácticos en centros laborales, planteles
estudiantiles y unidades militares desde Mantua a Maisí; programas
radiales y televisivos, ediciones de libros y publicaciones
especializadas, decenas de galardones obtenidos en eventos
competitivos del más alto fuste en Europa, Asia, y América; más de
un millar de distinciones de carácter cultural, social y político,
tanto nacionales como extranjeras y el reconocimiento entusiasta de
la crítica mundial, avalan su saldo creador.
Bello fruto del talento de todo un pueblo, de la inquebrantable
fe de un grupo de forjadores y de una sabia política artística que,
como una vez le augurara el sabio Don Fernando Ortiz, ha sabido
valorar la herencia del pasado, cumplimentar los deberes de su
tiempo y los reclamos no menos imperiosos del futuro.
*Historiador del Ballet Nacional de Cuba |
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