¿Quién ganó la batalla en Estados Unidos?

DALIA GONZÁLEZ DELGADO

"Perdimos", admitió John Boehner. "Peleamos por una causa justa, simplemente no ganamos", dijo el líder de los republicanos en el Congreso estadounidense, luego de dos semanas de exigir concesiones a cambio de aprobar un presupuesto y aumentar el techo de la deuda. Si los republicanos perdieron, ¿significa que ganaron los demócratas? ¿Puede considerarse Barack Obama victorioso?

 Foto: ReutersLa estatua Dolor e Historia frente al Capitolio, sede del Congreso en Estados Unidos.

Con el arreglo logrado el miércoles Estados Unidos evitó el desastre —no solo doméstico, sino global— que hubiera significado entrar en una cesación de pagos. No obstante, la solución es apenas temporal, pues el acuerdo prevé autorizar al Departamento del Tesoro a emitir más bonos de deuda solo hasta el 7 de febrero, y reabrir hasta el 16 de enero las entidades públicas que habían sido cerradas. ¿Veremos entonces otro capítulo de esta telenovela?

Después de la batalla, el Partido Republicano cuenta apenas con un 28 % de aprobación entre los ciudadanos, según la encuestadora Gallup. Es la calificación más baja que jamás ha registrado un partido en Estados Unidos; y eso no constituye solo un inconveniente para los republicanos, sino otro ejemplo de que el sistema político en ese país está en una etapa de crisis.

Dentro de un fraccionado GOP —como se conoce al Partido Republicano—, los miembros del Tea Party han salido por la puerta más estrecha. De acuerdo con el Pew Research Center —un tanque pensante con sede en Washington—, el 49 % del público tiene una visión negativa de ese grupo ultraconservador, y solo el 30 % un criterio favorable.

Aunque esos números no son una bola de cristal, la imagen es importante en la política, más aún en Estados Unidos donde pareciera que están todos los días en campaña electoral.

El saldo no ha sido negativo para todos. Durante estos días una figura descolló dentro de los miembros más intransigentes del Tea Party: Ted Cruz, quien minutos antes de la votación en el Senado se mantuvo desafiante y llamó al proyecto de ley que acabaría con el cierre "un pésimo negocio". El mes pasado, ese Senador de origen cubano habló durante 21 horas seguidas contra la reforma de salud en la sede del legislativo. Habrá que seguirle la pista, pues se perfila como uno de los aspirantes a la candidatura para las elecciones generales del 2016.

Muchos analistas le atribuyen a Obama la victoria en este pulseo político. Es cierto que el presidente cumplió su palabra de no dejarse chantajear por los que le exigían recortes sociales —especialmente en la reforma sanitaria— a cambio de aprobar el presupuesto. Pero el acuerdo alcanzado no es aún definitivo.

Obama es más firme en sus discursos que en sus actos, y esta vez volvió a mostrarse pusilánime a la hora de tomar decisiones. Insiste en buscar soluciones bipartidistas a los problemas, pero es ineficiente para construir consensos en un país cada vez más polarizado.

"No hay vencedores ni vencidos", reconoció el propio mandatario, y dijo que el default fue evitado "gracias a los demócratas y a los republicanos responsables".

"No es una sorpresa que el pueblo norteamericano esté harto de Washington", afirmó este jueves, y apuntó que la reforma migratoria debería ser la segunda de las tres prioridades a las que el Congreso tiene que abocarse inmediatamente. Durante una breve alocución desde la Casa Blanca, señaló que la prioridad número uno es alcanzar una solución sobre la deuda pública a largo plazo, aprobar luego una reforma migratoria y una ley agrícola.

Pero si fue difícil lograr acuerdos en torno al presupuesto, ¿podrán avanzar en otros asuntos más espinosos como la migración?

No hay ganadores en esta guerra de desgaste. Los 16 días de cierre parcial del gobierno costaron a la economía norteamericana al menos 24 mil millones de dólares, según estimados de Standard & Poor —una agencia de calificación de riesgo. Y lo peor es que fue una herida autoinfligida e innecesaria.

Perdieron republicanos, demócratas y el presidente; y perdió, sobre todo, el pueblo norteamericano, que no tiene un Congreso que lo represente y trabaje para solucionar los problemas más acuciantes, como el desempleo, que alcanza al 7,3 % de la población.

 

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